La semana pasada cerré el año relatando las tristezas y sufrimientos económicos de algunos lectores que me los escribieron, conmovida con ellos e indignada con el gobierno por su predicamento.

Hoy empiezo el nuevo año relatando lo que otros lectores me escriben: quienes afirman saber cosas sobre mi persona. Esos no me conmueven ni me indignan, porque saber, no saben, todo lo que dicen está sacado de su imaginación y sin nada que ver con la realidad, pero siguen la escuela AMLO de acusar sin pruebas, y apostar a que, como él mismo dice, aunque sea mentira algo de tizne queda.

Hay quien dice saber cuál es mi religión o mi filiación partidista. Hay quien asegura saber si voté por López Obrador o por otro candidato. Hay quien sostiene que yo recibía chayote. Hay quien me acusa de cobrar salario en varias universidades públicas y de recibir dinero de fideicomisos.

¿Cómo pueden saber estas personas dónde cobro o si me pagaban por decir esto o aquello o por quién voté o si siquiera voté?

No hay forma de que lo sepan, a menos que yo se los hubiera dicho, lo cual no es el caso.

Lo que pasa es que a los que lanzan esas afirmaciones, no les gusta que se critique al gobierno actual. Eso, que he venido haciendo desde hace muchos años en mis libros y en mis artículos en EL UNIVERSAL, ahora quisieran que lo dejara de hacer y me dedicara a verter elogios sobre la 4T, y como no lo hago, por eso se enojan. Tanto, que además de inventar infundios, hasta dicen que los que criticamos es porque no somos mexicanos y despreciamos a los mexicanos. ¡Como si yo no fuera mexicana!

Un lector pregunta: ¿Qué los mexicanos no servimos para nada? Y responde solito: el objetivo es minimizar todo lo mexicano, estigmatizar lo mexicano. ¡Ahora resulta que criticar al gobierno es estigmatizar a los mexicanos!

Hay quien se envuelve en la bandera de la UNAM para decir que yo no debería formar parte de esa institución, porque no pienso o hago o digo lo que él considera que debo pensar o hacer o decir. Y hay quienes de plano, me insultan: “Pero qué negativa es esta señora”, “La consideraba más inteligente, pero me equivoqué”, “No pierdas el tiempo leyéndola”, “Es mediocre” y otros más subidos de tono.

Lo que me llama la atención es que al mismo tiempo que me escriben sus comentarios y esperan que los tome en cuenta, se molestan porque tomo en cuenta los de otros lectores. Uno me dice: “Busque elaborar argumentos y deje de basar sus criterios en lo que le escribe un señor”, refiriéndose a un lector al que cité en un artículo.

A veces lo que me dicen es tan excesivo, que algún lector se siente obligado a defenderme: “Lamento los conceptos emitidos por aquellos que piensan que tienen toda la razón, sin saber que cada uno de nosotros es diferente en su forma de pensar y de actuar, creo que todos merecemos respeto, y si la señora expresa lo que ve o siente, es un punto de vista muy respetable, aunque no estemos de acuerdo con lo escrito por ella.”

Lo que es un hecho es que ninguno de quienes hacen estas afirmaciones las demuestra, porque simple y sencillamente no las puede demostrar. Por eso, no son sino infundios, fantasías o peor todavía, viles envidias, pues ¡qué ganas tienen de un empleo en la Universidad o de un espacio en los medios donde decir lo que piensan y que alguien los lea!

Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mxwww.sarasefchovich.com