La extinción de los órganos autónomos del Estado mexicano marca el asalto final de Morena a la democracia institucional. La autodenominada Cuarta Transformación (4T) es un proyecto de captura total del poder, y con la desaparición de instituciones clave como el INAI, el Coneval, la Cofece, el IFT, la MejoraEdu, la CRE y la CNH, se han colocado todas las piezas para edificar un autoritarismo consolidado. Debemos preocuparnos.
El ataque a la democracia liberal mexicana que formuló AMLO inició con la captura de los procesos electorales. Hoy, tanto el INE como el TEPJF están disminuidos y dirigidos por personas leales al poder. Estas instituciones han sido cómplices de procesos electorales irregulares y de decisiones que, mediante alquimia normativa, han convertido el 54 % de los votos obtenidos por Morena y sus aliados en más del 73 % de representación legislativa. Actualmente, no hay certeza de que las elecciones sean justas, ni de que los votos sean contados adecuadamente. Morena no planea dejar el gobierno a través de elecciones regulares. Debemos asumirlo.
El segundo frente de la 4T contra la democracia ha sido la liquidación del Poder Judicial como uno de los poderes de la Unión. En adelante, el Poder Judicial estará integrado por personas seleccionadas por Morena y sujetas a su discreción para ser removidas. Más grave aún es que la Suprema Corte ha perdido su rol como tribunal constitucional. Las leyes aprobadas por las mayorías de la 4T en el Congreso serán inatacables. Esto les permite aprobar cualquier cosa: desde un cambio en el sistema federal de gobierno hasta la reelección presidencial. Y no habrá forma de frenarlos. Con el Poder Judicial capturado, la ley será únicamente lo que ellos definan. México ya no tiene tres poderes de la Unión. Hemos dicho adiós a los ideales de Locke y Montesquieu.
En este escenario, donde la 4T controla las elecciones, cuenta con mayorías legislativas absolutas y ha eliminado al Poder Judicial como contrapeso, los órganos autónomos eran la última línea de defensa. Estas instituciones tenían la capacidad de exponer errores administrativos, mal uso del presupuesto e incluso casos de corrupción. Podían demostrar que los resultados de los programas gubernamentales improvisados, enfocados en la entrega directa de dinero, eran cuestionables. Además, podían contener la creación de monopolios públicos o la implementación de políticas en beneficio de oligarcas cercanos al poder. Con su desaparición, estas funciones quedan canceladas. La 4T tiene ahora carta blanca para administrar por ocurrencia, consolidar su oligarquía y controlar la narrativa gubernamental. Viviremos en un mundo de "otros datos".
La 4T, siguiendo las aspiraciones de su líder, ha logrado un cambio institucional que ahora sí luce irreversible. La democracia liberal mexicana ya no podrá salvarse desde las instituciones. En el Senado y la Cámara de Diputados, las fuerzas de la pluralidad podrán dar testimonio, pero las mayorías mecánicas y aplastantes de Morena no dejan espacio para avances sustantivos. La supervivencia de la democracia mexicana dependerá ahora de la ciudadanía, de su organización fuera de las instituciones, en la sociedad civil, la cultura cívica, la comunicación directa y las redes sociales. En el ámbito institucional, hay muy poco que hacer, casi nada.
La democracia mexicana está contra las cuerdas, y su futuro dependerá de los ciudadanos. Serán ellos quienes decidan si se someten o si demuestran que la democracia les pertenece, que su voz plural, diversa y libre es la verdadera expresión de la soberanía. Hoy más que nunca, Vox Civis, Vox Dei.
Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI