Si algo define a Morena es el ruido político-institucional. ¿Por qué hacen tanto ruido? ¿Por qué este régimen lo satura todo con propaganda? La respuesta es doble: hacen ruido porque no quieren que se escuche a nadie más, especialmente si ese sonido es el de la pluralidad. Pero hay una razón más cruel —y casi macabra— detrás de esa cacofonía.

Morena necesita hacer ruido para ocultar los silencios que más le incomodan: los silencios de la opacidad, de los arreglos en lo oscurito, de su nepotismo como nueva élite en el poder; un mutismo frente a las arcas públicas vacías, frente a una genuflexión superficial pero sumisa ante Estados Unidos y, sobre todo, frente a sus muertos. Sí, sus muertos.

De Morena no quedarán los trenes sin pasajeros, las refinerías interminables, los aeropuertos vacíos ni las aerolíneas que nadie usa. No. De Morena quedarán los muertos. Los miles de asesinatos anuales vinculados al crimen organizado, que tras siete años de gobierno suman más de 215 mil, superan incluso cifras de guerra: en dos décadas en Afganistán (2001–2021), murieron 176 mil personas entre civiles y militares.

A ese número, que hace palidecer conflictos armados, hay que sumar otras 224 mil muertes atribuibles a “fallas en la gestión gubernamental” durante el desastre del manejo de la pandemia (2020–2023), entre estampitas religiosas y gráficos delirantes de "mesetas" o "picos" presentados por el científico del holocausto que se puso al frente. De ese total, unas 170 mil muertes se relacionan con la falta de medicamentos y atención médica, solo en 2022. ¿Cuántos miles más han muerto por desabasto en casi siete años? A esto hay que sumar más de 60 mil desaparecidos desde 2019, casi la mitad de todos los registrados en el último siglo.

Ese silencio abrumador exige un ruido ensordecedor para tapar otras cifras igual de incómodas. Por ejemplo, que entre 2019 y 2024 más de 65 millones de recetas médicas no fueron surtidas —o lo fueron de forma incompleta— por el IMSS. Y eso es solo una institución de salud. Puntualmente, en 2024, el IMSS dejó sin surtir 4.5 millones de recetas. Para comparar: en el último año de Enrique Peña Nieto, la cifra fue de 1.4 millones.

Los casos más dolorosos y mediáticos son los de los niños con cáncer. Pero la tragedia es masiva. Cientos de miles de pacientes con enfermedades que antes cubría el Seguro Popular mueren hoy en silencio, sin tratamiento, por abandono gubernamental. Ese es un silencio sepulcral que requiere mucho ruido. Muchos conciertos en el Zócalo. Muchas entonaciones —sin ton ni son— del himno nacional. Muchas mañaneras.

En 50 o 100 años, cuando no quede rastro de un tren que destruyó selvas o una refinería en un mundo que ya no usará petróleo, este momento será recordado por sus muertos.

Los muertos de la “guerra civil” por otros medios, de un crimen organizado “abrazado”; los muertos de los recortes irracionales al presupuesto de salud, de las licitaciones inconclusas y corruptas de medicinas; los muertos del fallido INSABI, de la “megafarmacia” que hoy se esconde, y del desprestigiado —y saqueado— BIRMEX.

El tiempo de Morena será recordado por la muerte: de instituciones, de la democracia, de selvas, de la ley, y de la responsabilidad con la vida de millones. El color de Morena es el correcto: el de la sangre seca bajo el sol del olvido y el abandono. La que están vertiendo. La que tienen en las manos con las que aplauden para hacer todavía más ruido.

Senador de la República por Yucatán

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