Esa es la alarma general que está estremeciendo al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su 4T. El hecho de que las organizaciones civiles y ciudadanos en general, se atrevieron a ir a las calles a disputarle un territorio que el actual gobierno consideraba como suyo y exclusivo. Por eso la respuesta ha sido tan grosera como desconcertada: apenas 12 mil según el gobierno de Claudia Sheinbaum, que obligó a su secretario Batres a quedar como el gran mentiroso; hasta la aceptación presidencial de que podrían haber sido 60 mil; frente a las estimaciones de expertos de que en realidad fueron al menos 500 mil si no es que 700 mil los mexicanos que acudieron este domingo a la marcha en defensa del INE y la democracia tan solo en la Ciudad de México; a los que habría que añadir al menos 500 mil en 40 ciudades del país, lo que daría más de un millón de inconformes con la Reforma Electoral que pretende imponer el actual gobierno. Una patraña que, como ya hemos señalado, con el pretexto de revivir supuestos fraudes del pasado, lo único que pretende es garantizarse el futuro presidencial del 2024, apoderándose del estadio, la cancha, las reglas y sobre todo del árbitro.

Lo que nunca tomó en cuenta esta conjura cupular, es la respuesta de una sociedad civil que se organiza y convence a los miles para que defiendan los derechos de los millones.

A ver: no hay ninguna razón sensata para desaparecer o reinventar al INE a gusto del presidente; desde la última reforma electoral en 2014, se han disputado en este país 55 mil 336 cargos de elección popular incluidas 55 gubernaturas; aunque ha habido inconformidades, todas han quedado debidamente resueltas, pero lo más relevante es que hasta ahora no hay acusaciones documentadas contra la imparcialidad de un árbitro —con setenta por ciento de aprobación popular como el INE— más allá de las amenazas de un moreno tan nefasto como Macedonio: “ya sabemos dónde vives cabroncito”. Más aún, el INE actual organizó y legitimó la contienda que le dio el triunfo al actual gobierno morenista de AMLO en una elección de terciopelo. Así que ¿de dónde sale esa predicción de Nostradamus bananero de que hay que cambiarlo todo porque en el 2024 puede haber un fraude? No. Lo que hay es el temor a una derrota. Y, por lo tanto, el agandalle del proceso para garantizarse un triunfo al estilo del PRI al que perteneció Andrés Manuel en los setentas y ochentas.

El mismo que en sus inicios reclamaba reconocimiento a las minorías y que ahora ha estigmatizado desde antes de la marcha a quienes se sumaron como: rateros, corruptos, hipócritas, racistas, clasistas, aspiracionistas, sabiondos, déspotas, ladrones y, desde luego, neoliberales y conservadores. El mismo que ha calificado la marcha como striptease político y ha censurado a los fifís por el pecado y el delito de no pensar como él, cuyo propósito es un pueblo pobre, sometido y sojuzgado al estilo de las advertencias de Orwell en “1984” o de Bradbury en “Farenheit 451”. Por eso me sumo a José Woldenberg cuando establece: “no al autoritarismo; sí a un México democrático”.

Finalmente, le recordaría a Andrés Manuel aquel poema inolvidable de Benedetti: “…te quiero en mi paraíso; es decir que en mi país; la gente viva feliz, aunque no tenga permiso; si te quiero es porque sos; mi amor mi cómplice y todo; y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos; somos mucho más que dos”.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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