Que no toquen a su familia, porque él reaccionará con toda la ferocidad de que es capaz. Como lo está haciendo ahora: atacando, mordiendo, amagando, amenazando, atropellando, pateando las leyes y lo que se le ponga enfrente. Está claro que Andrés Manuel López Obrador no actúa como jefe de Estado, ni siquiera como presidente, ni al menos racionalmente. En cambio, se muestra fuera de control y poseído por una rabia cada vez más evidente. Una furia reciclada que lo descompone en lo gestual y corporal, pero también en sus decisiones de gobierno.

A ver: la cólera presidencial se debe fundamentalmente a que no ha podido desmentir ninguna de las afirmaciones incluidas en el reportaje inicial de Latinus y Mexicanos Contra la Corrupción presentado por Carlos Loret. La tardanza y la debilidad de los desmentidos, solo han provocado nuevas sospechas de que la ahora célebre mansión sea apenas la punta del iceberg de un escándalo de corrupción y/o conflicto de interés y/o tráfico de influencias de su hijo José Ramón López Beltrán y su esposa Carolyn Adams, “la señora que al parecer tiene dinero”; que es, por cierto, nuera del presidente y madre de su nieto. Y, hablando de niños, hay una imagen que fue rápidamente borrada de las redes por los hackers obradoristas y en la que no reparamos mucho los medios, pero que lo dice todo: Jesús Ernesto López Gutiérrez, un adolescente de 14 años, hijo del presidente y Beatriz Gutiérrez Müller, bailando a la orilla de la multirreproducida alberca: ¿viajó solo a Houston para visitar a su hermano? ¿Pueden todavía sus padres negar que sabían de la vida de lujos de José Ramón?

A propósito, ni él ni su esposa Carolyn pueden alegar ahora faltas de respeto a su vida privada. Son ellos quienes han hecho público su exhibicionismo escandaloso de nuevos ricos: sus viajes en aviones privados; sus hospedajes en los hoteles más caros de Aspen o Dubai; y sus estancias en centros turísticos de máximo lujo como la Marina de San Angelo Calabria, que deja a Capri y Milán como lugares de interés social. Así que, con qué cara los López se dicen ofendidos, cuando el padre vive en un palacio y el hijo pagaba en Houston el equivalente a 120 mil pesos mensuales de renta.

A ver, qué ha pasado con los casos de Pío y Martín Jesús recibiendo dinero “para la causa de Andrés”; y la prima consentida con megacontratos de Pemex. Seguro pasarán a la impunidad ya pestilente de la 4T. Porque en lugar de aclarar, se han intentado tapar las mentiras con nuevas mentiras, pero sobre todo con una embestida intimidatoria, contra los periodistas y los medios de comunicación como no se ha visto jamás.

Con el debido respeto a la memoria de don Carlos Monroy: López Obrador es el gran ventrílocuo, pero no se limita a Neto y Titino, tiene a cientos de muñecos atacando a comunicadores; lo mismo en su gabinete que en el Congreso o en la Corte, donde se pretende regresar a los tiempos del PRI echeverrista que al fin y al cabo son los tiempos de AMLO, cuando compuso el himno del PRI en Tabasco.

Que quede claro, él nos ha insultado a más no poder: chayoteros, fantoches, vendidos, mercenarios, pasquines inmundos, hampa del periodismo; muerden la mano de quienes les soltó el bozal. Nosotros nunca le hemos faltado al respeto. Solo decimos la verdad sobre él y todos los López.

Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com