1.- Cada día habrá muchos más muertos e infectados por coronavirus en México. Y eso que en voz del gurú López Gatell “apenas hemos dada por iniciada la Fase 3 de la epidemia de Covid-19; recordando que estamos en la fase de ascenso rápido en donde se acumularán un gran número de casos y de hospitalizaciones; pero debemos seguir manteniendo la Jornada Nacional de Sana Distancia para que sean los mínimos posibles”.

Lo malo es que ya empezamos a tener hospitales saturados como el icónico INER, precisamente de enfermedades respiratorias. Y todos los días hay noticias de hospitales y espacios públicos adaptados por el Ejército para atender una demanda que crece exponencialmente. Lo peor es ni siquiera saber exactamente de qué tamaño es el monstruo al que nos estamos enfrentando. Son cada vez más frecuentes e intensos los cuestionamientos a las cifras oficiales como los que plantean matemáticos, actuarios y expertos en estadística, quienes —ojo, sin descalificar a las autoridades de salud— están objetando el llamado Método Centinela, del que, aseguran, implica un retraso de 15 días en la información. En pocas palabras, son muchos más los muertos, los contagiados y los sospechosos de los que se nos ha dicho hasta ahora. Aunque, claro, el gobierno siempre tendrá “otros datos”.

2.- México enfrenta la peor crisis económica de su historia. Que comenzó a gestarse antes del coronavirus en tres vertientes: la generada a partir de la costosísima —en todos sentidos— cancelación del aeropuerto de Texcoco que inició una guerra sorda pero terrible entre la 4T y los empresarios e inversionistas de dentro y de fuera; los programas sociales que representan montos extraordinarios que se reparten en dinero en efectivo, que no generan ni empleos ni riqueza, aunque sí un bienestar efímero cuyos únicos beneficios son clientelares y electorales; añádanse los ríos interminables de recursos financieros que fluyen cada día hacia los tres polemiquísimos proyectos con los que el actual gobierno quiere pasar a la historia: el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, cuya postergación y costo de al menos 15 mil millones de dólares (375 mil millones de pesos) serían más que suficientes para librar este momento crítico que puede definirnos en un antes y un después.

La estrepitosa caída en los precios del petróleo que ha dejado nuestro barril en -2.37 y nuestros bonos petroleros hechos basura es el último llamado a una reorientación inteligente y sensata, más allá de la demagogia patriotera y nada patriótica.

Las señales son gigantescas y solo no las verán los burriciegos que no quieran mirarlas: apenas ayer el Banco de México decidió reducir en 50 puntos base, de 6.5 a 6 por ciento, la tasa de interés interbancaria “ante la compleja situación económica y financiera global…” Más aún, Banxico estima que la economía mexicana caerá 5 por ciento en este primer semestre de 2020. O sea, somos un país por debajo del cero.

3.- No obstante la dimensión de estos desafíos descomunales, estoy convencido de que no son nuestro problema mayor. Creo que la más infame dolencia de este país es el México contra México en que nos hemos convertido: buenos contra malos; chairos contra fifís; “transformadores” contra “conservadores”; amloístas contra antiamloístas. Así, sin otros argumentos que la descalificación automática y la diatriba burlona.

Este país dividido, enfrentado y extraviado es el verdadero reto del presidente Andrés Manuel López Obrador. De quien, por cierto, esperamos un gran golpe de timón.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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