Las consecuencias eran absolutamente previsibles. Pero no dejan de ser fatales: la existencia de dos Méxicos divididos y confrontados por un gobierno que no gobierna; dedicado, en cambio, a reeditar cada mañana la confrontación entre los que votaron por él en el 2018 y los que prefirieron otras opciones y a quienes considera sus adversarios, sus enemigos. Así que, la llamada “Consulta de Revocación de Mandato” ha sido la polarización reavivada desde la suprema cumbre del poder presidencial que detenta Andrés Manuel López Obrador.

Por eso él fue su enfermizo impulsor hasta la náusea. Y toda la expectativa giró en torno a él: ¿sigue siendo el favorito de las mayorías? ¿Sus amlovers continuarán siguiéndolo con obediencia ciega? ¿Tendrá el aval que requiere para seguir gobernando como lo ha hecho hasta ahora? ¿Le aguantará el músculo para volver a arrasar en la presidencial del 2024?

Lo inaudito es que el costo de las respuestas ha sido brutal e insensato. El económico, con todo el aparato del Estado y los estados morenos volcados para convencer ciudadanos y complacer al presidente. A la vez, la sospechosa operación de al menos dos organizaciones morenistas cuasi clandestinas, que operaron en las sombras para financiar el apoyo propagandístico y mediático a la Consulta; lo que explicaría, por ejemplo, la aparición de cientos —tal vez miles— de anuncios espectaculares en todo el país, pidiendo el voto para AMLO. Hay que releer el imperdible artículo de mi prestigioso y siempre bien informado colega Mario Maldonado publicado aquí este lunes.

En paralelo, la necedad de una consulta que jamás emanó de la sociedad, ha significado el aplastamiento inmisericorde de la ley por parte de los gobiernos, los legisladores y el partido en el poder. Mandando al diablo a las instituciones, desoyeron los exhortos del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal Electoral para abstenerse de participar en la promoción del 10 de abril, y en cambio compitieron por demostrarle al presidente quién era más ilegal y servil. Tal vez ninguna frase mejor que la del maestro José Woldenberg —Consejero Presidente de aquel IFE precursor e inolvidable— para sintetizar el precio que hemos de pagar los mexicanos por la Consulta, expresada ayer en estas mismas páginas: “Hay algo de lo que el país no se recuperará en el corto plazo: la degradación de la vida pública”.

¿Quién ganó y quién perdió?

Parafraseando al gran dramaturgo don Luis G. Basurto, “Cada quien su Consulta”. Para los dirigentes de PAN, PRI, PRD ha sido una enorme derrota política de López Obrador y su 4T, que se añade al fracaso enfurecedor del AIFA, Dos Bocas y el Tren Maya. En cambio, el presidente calificó el ejercicio como un triunfo histórico de la democracia. Aunque justificó que no hubiera tenido más votos, por “las trampas y el boicot del INE a la Consulta”. Como si el perverso guion de los recortes no hubiera pasado por su escritorio. De cualquier modo, ya encendió las alarmas, va contra el INE y Lorenzo Córdova y toca a nosotros defenderlos.

En resumen, las cifras están ahí y son incontrovertibles: 15 de los 30 millones que votaron por él en el 2018, se pronunciaron esta vez porque Andrés Manuel López Obrador continúe como Presidente de la República; 1 millón 300 mil mexicanos fueron a votar porque se le revoque el mandato; solo el 18 por ciento del padrón total de 93 millones, acudió a las urnas; 82 de cada cien se abstuvieron. Por ello reitero que tenemos hoy un país todavía más dividido y confrontado que hace una semana. Así que perdió México.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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