Hace años ya, en una excursión juvenil a Acapulco, alguien me enseñó que las olas más padres para clavarse en ellas eran las que venían detrás, la tercera, la cuarta y si se puede la quinta. Lo intenté con resultados desastrosos: además de que me sacaron agua hasta de las orejas, me tuvieron que llevar a un hospital para que me curaran de las escoriaciones en todo el cuerpo por la revolquiza en la arena. Por supuesto que no volví a hacerlo jamás. Aunque ahora, la Quinta Ola ha vuelto a alcanzarme.

Estos y otros pensamientos me asaltaron disparatadamente en los días recientes. Ante la “lógica” absurda de que “es normal que no me haya dado” o “¿por qué a mí?”, se impuso el signo fatal en una hojita impresa: POSITIVO.

Junto a él, la instrucción precisa de aislamiento y reposo total en casa; asociados inevitablemente a un periodo de reflexión sobre las más contrastantes ocurrencias:

-A pesar de las vacunas, de qué tamaño es el riesgo de morirme.

-En dónde y cómo me contagié.

-Habré jodido a alguien más involuntariamente.

-Cómo un enemigo minúsculo y casi invisible, es capaz de derrotar a ese universo que a veces consideramos indestructible y que es nuestro cuerpo humano.

-¿Tiene cada virus un cerebro y una inteligencia que lo lleve a cumplir su misión destructiva?

-Pero todo indica que el coronavirus posee todavía un estatus superior, porque incluso es capaz de defenderse de las vacunas evolucionando a otras especies como el omicrón o la TA2.121.

-Y por favor no me digan que eso es casualidad.

-Al menos yo sentí en mi interior una intensa batalla entre mis fieles soldados anticuerpos frente a estos bichos asesinos.

-Y si no, tengo que estudiar más sobre las posibilidades cuasi infinitas de la nanotecnología y los microuniversos que caben en cada uno de estos seres impredecibles.

-¡No se rían, que es en serio!

-También, en un elemental ejercicio de autocrítica, pensé en que si como individuo y profesional de la comunicación he hecho lo correcto en este gran escenario que llamamos Pandemia.

Claro que, por asociación de ideas, también he reflexionado sobre lo que han hecho y dejado de hacer otros bichos de mucho mayor tamaño:

-Por qué este gobierno de la 4T decidió, desde un principio, menospreciar y darle un manejo político-mediático a la llegada del coronavirus.

-Por qué el ocultamiento de las cifras reales sobre contagios y fallecidos.

-Por qué insistir en que “solo” ha habido 325 mil muertes, cuando datos oficiales del Inegi sobre mortalidad anual consignan 700 mil.

-Por qué los López han insistido en el no uso del cubrebocas durante largos 30 meses.

-Si ese crimen social hubiese incidido ya no en el 30, 20 o 10 por ciento de las muertes, sino solo en el uno por ciento, ¿ustedes se han imaginado si caben siete mil féretros en el Zócalo aun con la sana distancia?

-Y yo no sé si algún día alguien o “alguienes” pagarán por ello.

A ver: sé que escribo desde la profundidad de la Quinta Ola, pero déjenme decirles que gracias a Dios al fin he salido: NEGATIVO. Pero solo para comprobar que sigo percibiendo una actitud ignorante e irresponsable del gobierno lopezobradorista y su muñeco de obediencia ciega: los medios son los culpables y todo está bajo control. Mientras tanto, el bicho sonríe.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com