Mañana cuando despierte, dando gracias por sobrevivir en la pandemia, mejor hable a Palacio Nacional. Es probable que le digan que usted es un conservador-inventor de sí mismo y que en su registro no figura. Entonces se volverá y tocará a su pareja, a sus hijos, sus muebles y les dirá que mienten, que usted es quien es. Entonces le responderán con indiferencia mecánica que usted no existe; porque ellos tienen otros datos.

Es posible que ese sentimiento de estupefacción se nos haya manifestado durante los dos años recientes: no es cierto que cada vez se mueran más parientes y amigos por el coronavirus; que las vacunas llegan a cuentagotas, mientras crecen las caóticas filas de ancianos en busca de la sobrevivencia; no es verdad que hay millones de desempleados y nuevos pobres; que vimos a Pío agarrando la lana; que los apagones son ciertos; que teníamos un aeropuerto de primer mundo; que ahora tenemos uno de cuarta… transformación. Nada de esto ha ocurrido, porque el gobierno siempre nos ha impuesto una dimensión paralela llamada “otros datos”. En la que la pandemia está bajo control y el país entero va requetebién. Y en donde cualquiera que no lo vea así es un traidor a la patria.

De hecho, nos acaban de romper el último espejo para mirar la realidad. Porque la retracción de la Auditoría Superior de la Federación en el caso del aeropuerto de Texcoco, es un parteaguas. Un antes y un después: jamás en la historia, la ASF había reculado de una auditoría tan ostensiblemente.

A ver: el viernes 19 de febrero, la ASF difundió el documento de la Cuenta Pública del 2019, muy esperado porque se trataba del primer año completo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Un legajo de 336 páginas, del que brincaba un dato estremecedor: la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de Texcoco tuvo un costo no de los 100 mil millones de pesos que nos habían dicho sino de 331 mil millones; más del triple. Así que a pesar de que había numerosos cuestionamientos a la 4T y sus obras gigantescas, fue ese el señalamiento que desató las alarmas en los medios, la cúpula federal y en la propia ASF. Solo un ingenuo supondría que no hubo contactos y reclamos nada gratos entre unos y otros. Por eso la enorme expectativa sobre lo que respondería el presidente en su mañanera del lunes.

Pero no. Al todopoderoso le bastó un minuto y unas cuantas frases para devolver el golpe que lo había puesto contra las cuerdas: “antes que aclaremos nosotros, que aclare la Auditoría, ya que exageran”; “le están dando mala información a nuestros adversarios y yo creo que no deben de prestarse a esas campañas”; “además, yo tengo otros datos”.

A las diez de la noche del mismo lunes, la ASF comunicó que: “Existen inconsistencias en la cuantificación realizada en el marco de la auditoría… se ha detectado ya que dicho monto es menor a lo estimado inicialmente por una deficiencia metodológica”. Total, que el trabajo de meses quedó condenado en un suicidio intelectual de solo 14 horas.

Hay más en el informe de la Auditoría: que en Dos Bocas, Pemex no contó con la información técnica del proyecto y que la refinería puede inundarse; que el nuevo Aeropuerto de Santa Lucía es un caos administrativo; que el Tren Maya nunca consideró daños ambientales y sociales; y que en la 4T hay irregularidades por 67 mil millones de pesos. Todo eso será inútil. La Auditoría Superior volverá a doblegarse. Porque no vivimos en el país de los sentidos comunes. Sino en el Imperio de los Otros Datos.

Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com