La marcha del 13 de noviembre fue en defensa del INE y la democracia, jamás un ataque. Pero el actual gobierno así lo ha interpretado incluso desde antes de la multitudinaria convocatoria cívica, al insultar a los participantes con calificativos falsos, injustos y degradantes hasta la náusea.

A ver: imaginemos a un presidente gástrico observando ese gigantesco, decidido pero pacífico río humano. Aunque en vez de respetar y tomar nota de las demandas de esos miles de mexicanos, enfurece por lo que —a pesar de que nadie lo insultó— malinterpreta como un ataque a su gobierno y a él mismo, y lo que empieza a gestar en su interior es una venganza: “tengan para que aprendan”.

Por eso la marcha convocada por Andrés Manuel López Obrador para este próximo domingo está desde ahora moralmente derrotada. Y las razones son múltiples:

-El llamado se hace desde el poder, para servir al poder y para exaltar al poder. El Estodo soy yo.

-El costo de esa movilización se cubrirá con recursos públicos; es decir, con dinero de todos nosotros.

-Ya no importa que multiplique por cinco o por diez la marcha del 13. La desproporción de recursos es absoluta. Así que es muy probable que desborde el Zócalo con un millón de asistentes. ¿Y?

-¿Qué gana y qué pierde el país con una demostración así… con un berrinche descomunal… con una exhibición insultante?

-Ya lo dijo el propio presidente, que no será una marcha para promover su reforma electoral —o sea, un árbitro sumiso en el 2024— sino una celebración de su movimiento con motivo de su cuarto informe de gobierno. Aquí las preguntas son qué hay que celebrar: ¿el cierre de las estancias infantiles? ¿La falta de medicamentos para niños con cáncer? ¿Las miles de muertes evitables por Covid? ¿La inflación? ¿El desempleo? ¿La cancelación de Texcoco? ¿El fracaso del AIFA? ¿Los presupuestos crecientes de Dos Bocas y el Tren Maya? ¿Las campañas anticipadas de sus corcholatas? ¿Los cientos de miles de asesinados y desaparecidos? ¿Los feminicidios de cada día?

Pero lo más grave de todo es que López Obrador confirma realidades profundamente preocupantes: que sigue en campaña, sin gobernar enfrentando los grandes desafíos del país y obsesionado en prolongar su mandato más allá del 2024; que para él solo hay dos tipos de mexicanos, los que lo obedecen ciegamente y los que legítima y democráticamente lo cuestionan y a quienes detesta porque ve como sus “adversarios”; y el daño mayor, que es jugar con fuego al enfrentar una vez más a estos dos Méxicos a los que él ha incitado y polarizado día tras día desde su trono imperial de las mañaneras, atizando una hoguera que amenaza con incendiar la nación.

Quiero suponer que hasta ahora no ha habido nadie en su hermético pero cobarde círculo interno, que le diga del riesgo enorme a que está exponiendo al país. Y menos aún que se atreva a decirle que, con actos tan desquiciados como su contramarcha, está en peligro de pasar a la historia no como Jefe de Estado y Presidente de una gran nación llamada México, sino como un iniciado, un gurú que solo se adora a sí mismo.

Por eso el domingo será la marcha del rencor, la venganza y el odio. Pero también del terror a perderlo todo.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com