Eufemísticamente le llaman misoginia, de las raíces griegas miseo, que quiere decir odiar y gyne que significa mujer. En pocas palabras, odio hacia la mujer y todo lo femenino. Lo vergonzante es que en México tenemos un gobierno que ejerce ese desprecio y menosprecio todos los días. Y lo ha hecho despiadadamente desde el inicio de su gestión: cerró nueve mil estancias infantiles atentando contra el empleo de decenas de miles de madres, cuando es bien sabido que en este país al menos 30 de cada cien hogares son mantenidos por mujeres que trabajan; el pretexto fue la corrupción, no obstante que la Auditoría Superior había encontrado irregularidades en solo tres por ciento de ellas. En paralelo mandó cortar los apoyos a los refugios para mujeres violentadas con el pretexto de una malentendida austeridad criminal. Igual les quitó el pan de la boca a un millón y medio de niños, al suspender las escuelas de tiempo completo, disparando el gasto familiar.

A ver: resulta inaceptable que un gobierno supuestamente progresista y de izquierda, se haya mostrado tan insensible frente a las miles de muertas y desaparecidas en estos años, a los catorce feminicidios de cada día o al dolor inmenso de las madres buscadoras de los restos de sus hijos en todos los rincones del territorio nacional. Al contrario, Andrés Manuel López Obrador ha respondido con la descalificación, la diatriba y la mentira al asegurar –como siempre– que los grupos feministas están manipulados por sus adversarios neoliberales y conservadores. En otros casos, hasta se ha burlado con sorna de las manifestaciones de mujeres como cuando en aquel 8 de marzo del 2020 salieron por miles a la calle para protestar por la violencia en su contra y el presidente respondió en su mañanera de dos días después: “Ah sí, ¿me dijeron que hubo una marcha, verdad?” O la vez que en un diez de mayo se negó a recibir a un grupo de madres y les mandó a un funcionario de cuarta mientras él se quedó cante y cante con sus artistas favoritas dentro de Palacio Nacional.

Sin embargo, el más reciente capítulo de su misoginia es realmente grave y alarmante, aunque se trate de una sola mujer: el presidente está furioso porque reventó la posibilidad de imponer a la ministra plagiaria Yasmín Esquivel; pero más lo enfureció que llegase a encabezar la Corte precisamente la ministra que más ha cuestionado sus caprichos y ocurrencias: Norma Lucía Piña Hernández, de sólida y transparente trayectoria que fue legalmente elegida por sus pares, aunque López Obrador diga “está por mí de Presidenta”. A lo que ha seguido una retahíla de estigmatizaciones, descalificaciones e insultos, ofensas y ridiculizaciones contra ella.

Lo que sí es grave en extremo es que el presidente afirma que con la llegada de la ministra Piña a la Presidencia de la Corte, se ha desatado “una ola de resoluciones favorables a delincuentes”. Y más grave que el presidente haya propiciado en sus redes un terrible clima de linchamiento con la imagen de una bala que se sugiere se dirija a la ministra. A lo que el presidente ha respondido con una socarronería cada vez más frecuente que “en una de esas fueron ellos mismos”.

Malos augurios en el día de la mujer.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com