Nada que ver con el argumento de la icónica novela de Emily Brontë. Aunque atenidos al Real Diccionario ya hay una descripción exacta en dos acepciones de “borrascoso”: dícese de la vida, cuando predominan el desorden y el libertinaje; dícese de reuniones, movimientos históricos y políticos agitados o violentos.

Por supuesto que hablo de la recién concluida Sexta Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac, celebrada en la Ciudad de México. Una insensata apuesta, sin ningún resultado concreto.

Para empezar, el presidente Andrés Manuel López Obrador y su canciller Marcelo Ebrard nos vendieron el evento como un monumental esfuerzo diplomático, un encuentro histórico, que cambiaría el rumbo de esta América Latina nuestra; y por supuesto, como el fin de la odiosa OEA, con sede en Washington y vecina de la Casa Blanca. El propio AMLO prometió una nueva y poderosa entidad al estilo de la Unión Europea, que replantearía el equilibrio de fuerzas con Estados Unidos y Canadá. Una iniciativa que nació condenada.

Y es que hubo un pecado original, la convocatoria como invitado de honor al presidente de Cuba Miguel Díaz Canel, a quien inéditamente se convidó también a un discurso ante el Ejército en plena celebración de fiestas patrias. Ni en una pachanga tratas mejor a un invitado que a los demás. Ya ni siquiera es diplomacia; puro sentido común. Otro misterio fue la aparición de última hora del polemiquísimo Nicolás Maduro, el presidente venezolano que hizo pareja con Díaz Canel (¡los rudos, los rudos, los rudos!) para enfrentarse a la dupla de Luis Lacalle, de Uruguay, y el paraguayo Mario Abdó Benítez, cuyos encontronazos verbales sobre democracia, represión y derechos humanos se convirtieron en lo más recordable de la cumbre, en la nota, pues. Así de pobre este encuentro a pesar del anuncio de 44 acuerdos entre los que se encuentran el fin del bloqueo gringo a Cuba, la reintegración de las Malvinas a Argentina y la creación de una Agencia Espacial Latinoamericana para que tiemble la NASA y no nos gane la carrera sideral. No se rían, que es en serio. Al fin y al cabo nuestros países no tienen distractores como el hambre, el desempleo, la pandemia y el subdesarrollo. La cereza del pastel fue un mensaje en video de Xi-Jinping, el máximo líder de China; la competidora global y feroz de los Estados Unidos.

A propósito: hasta para un niño de clases presenciales está claro que Andrés Manuel López Obrador no soporta a Joe Biden. Y es muy probable que de allá para acá la antipatía sea igual o peor. Ya quedaron en el anecdotario, pero no en el olvido, los desaires del habitante del Palacio Nacional cuando el triunfo electoral del demócrata. AMLO mantuvo hasta el final la esperanza y el deseo de que el ganador fuera su amigo Donald Trump. El mismo que lo amenazó con subirle aranceles si no protegía bien el patio trasero de las dos fronteras para bloquear migrantes. Pero que no molestaba con tonterías como los derechos humanos y el cambio climático.

Cuidado, si López Obrador piensa que puede doblar a Biden con la Cumbre Borrascosa apapachando a sus abominables Maduro y Díaz Canel, y al mismo tiempo exigirle 1,200 millones de dólares para exportar sus programas sociales a Centroamérica, está muy equivocado. El presidente de México está jugando con fuego.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.

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