¿El Informe? No fue ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Para empezar, ya no supimos con certeza si fue el primero, como decía la convocatoria, o el tercero que apuntaba la escenografía, porque luego se supo que, según el presidente, sus mensajes por los primeros 100 días y el aniversario del 1 de julio deben ser considerados los dos iniciales de su gobierno.

Así que, para entender lo que pasó el domingo valdría reconocer —sin el menor asomo de ironía— la congruencia de Andrés Manuel López Obrador, quien como candidato mandó al diablo a las instituciones y ahora, como presidente, las vuelve a mandar todavía más lejos. A ver: no fue al Congreso como se estilaba antes, ni cuando eran “los días del presidente”, ni cuando lo increpaban puerquilmente. Menos aún se escucharon ni posicionamientos de partidos o crítica alguna. Ni siquiera fue un eventote en Palacio. Se veían poquitos los 500 e inmenso el patio central.

Decía don Jesús —Reyes Heroles, no hay otro— que en política la forma es fondo. Por eso me preguntaba, viendo a los asistentes, si todavía podemos considerar al de López Obrador como un gobierno de izquierda, cuando los invitados de honor fueron los más picudos y acaudalados empresarios del país; los que en la prehistoria fueron llamados “machuchones”, monstruos insaciables que todo lo devoraban a su paso y que ahora son especie en evolución.

Y lo de la prehistoria, créanme que no es un juego de palabras. Cada vez encuentro más señales de que nuestro presidente está convencido de que la historia comienza con él. Lo de la Cuarta Transformación apenas empezada fue un primer aviso, al ponerla a la altura nada menos que de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Aunque, por cierto, no hay un decálogo o una cartilla, o una declaración de principios o una encíclica que nos permita saber con toda claridad qué es exactamente la 4T y si está uno a favor o en contra de ella cada día que amanece. A menos que la definición sea “La Cuarta Transformación soy yo”. Por ello, según este gobierno hay que reinventarlo todo. Incluso los conceptos de bienestar y desarrollo. Ya lo dijo el presidente: hay que acabar con la obsesión del índice de crecimiento, porque lo que importa es que más mexicanos sean felices con las dádivas en efectivo que les da su gobierno. Eso es bienestar. Y si le apuran, sinónimo también de desarrollo.

Otro coloso del pensamiento político, don Daniel Cosío Villegas estableció hace décadas la todavía válida tesis de El estilo personal de gobernar. En eso no hay cambio: López Obrador será un eterno candidato en campaña. De ahí que la cabeza de algunos diarios fue: “Los conservadores están moralmente derrotados: AMLO”. Por la misma razón hubo pocas cifras: porque las de los demás no sirven y el siempre tendrá las suyas, sus otros datos.

En esta larga mañanera percibí también un cierto furor religioso. De condena implacable a todo lo que huela a pasado inmediato: lo mismo las estancias infantiles calderonistas que el Aeropuerto peñanietista. Y en el sermón, acaso una mea culpa por el pecado original y presente de nuestros miles de muertos por la violencia demoniaca.

El caso es que entre el infierno de todos tan temido y el cielo por él tan prometido, seguiremos aquí. Todavía. En el limbo.



Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS