“En mis dominios no se mueve ninguna hoja de apoyo si no es de mi árbol”: así podría sintetizarse la postura del presidente frente a las propuestas anticrisis de los días recientes.

Pero tengo la impresión de que, además de no gustarle “el modito”, el presidente se enojó por otras razones: fue rebasado, y peor, por la izquierda nada más y nada menos por quienes él ha tildado de jorocones y conservadores y sus caricaturistas han caracterizado con sombreros de copa y cabezas de cerdo, de esos que no tienen llenadero; lo exasperó también el quedar exhibido como el último en enterarse en el caso del convenio entre el Consejo Mexicano de Negocios y el Banco Interamericano de Desarrollo; en lo que hace al Banco de México, lo ha irritado que —aún con la independencia de esa institución tachada de vigilante pero insensible— el Banxico haya demostrado una generosa solvencia en las finanzas públicas del país, que la 4T ha pichicateado en microcréditos.

A ver: la gestión del CMN y el BID es por un monto de 12 mil millones de dólares, que equivalen a 290 mil millones de pesos, en beneficio proporcional de micros, pequeñas y medianas empresas; casi cuatro veces más que los 75 mil millones que la 4T ha destinado al rescate económico de tres millones de empresas de a 25 mil pesitos cada una; por su parte, el Banxico con su aporte de 750 mil millones multiplicó por diez el monto del gobierno.

El problema es que los exabruptos del presidente no tuvieron razón de ser y sí en cambio lo exhibieron públicamente. En el primer caso negó el aval de Hacienda y afirmó que “esas políticas neoliberales siempre se hacen acompañar de corrupción”. La respuesta del líder empresarial Antonio del Valle fue contundente: “el presidente tuvo un malentendido…no hay aval crediticio alguno por parte de la Secretaría de Hacienda; no hay recursos del sector público, no se incrementa la deuda, es una operación privada”. ¡Zas! En el capítulo Banxico, López Obrador aventuró el riesgo de que el Banco de México, en lugar de destinar recursos para las PyMes, pudiera emplearlos en el rescate de grandes corporaciones invocando al Fobaproa, uno de sus fantasmas favoritos: “sus reservas no son del Banco de México, ni siquiera son del gobierno, sino de la nación”, pontificó. Aquí tampoco tardó la respuesta: “el presidente no debe preocuparse, no se están tocando las reservas federales, se trata de un soporte financiero determinante para las finanzas nacionales; los créditos (según las necesidades y el historial de cada empresa) los darán los bancos de manera transparente”, le reviró el subgobernador Jonathan Heat.

A ver: citando al entrañable y extrañable Juanga: ¿pero qué necesidad tiene el presidente de México de andar en esos desfiguros? ¿De qué le sirve entonces su equipo? ¿Ni el señor Ebrard, ni la señora Márquez le avisaron que andaban festejando el acuerdo empresarial? ¿Ni el señor Herrera le comunicó que estaba enterado de lo Banxico?

Hay solo tres posibilidades:

-Que nadie le haya informado nada por temor a un regaño.

-Que le hayan advertido y no haya hecho caso.

-Muy preocupante: que haya una pandemia al interior que dividió al gabinete: los contagiados que ya se resignaron a terapia intensiva y los que todavía creen en el milagro del cubrebocas y quieren evitar la catástrofe.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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