Sí. Así trata el presidente López Obrador la imagen de México ante el mundo. Es decir, nuestra política exterior como sinónimo de pequeñez e insignificancia según el diccionario, una nimiedad. Van ejemplos recientes:

-Primero quiso espantar a Washington y Ottawa con que haría declaraciones tronantes el 16 de septiembre contra el supuesto intervencionismo de nuestros dos socios en el T-MEC, por sus protestas contra nuestra política energética. Vino el secretario de Estado Blinken y casualmente el presidente anunció que siempre no, que mejor haría un discurso con una propuesta pacifista porque la ONU y la OEA no servían para nada y sus funcionarios ganaban en dólares. Como si esperara que les pagaran en cacao.

Luego, insólitamente en unos cuantos días improvisó un muy específico plan de paz para Ucrania con tres árbitros que obviamente no estaban enterados: el Papa Francisco, el primer ministro de la India, Narendra Modi, y el mismísimo secretario general de la ONU, Antonio Guterres, a quien un día antes había tachado de inútil.

Desde luego, ya había antecedentes del resentimiento y las reservas del gobierno ucraniano hacia el de México. Su embajadora pidió en repetidas ocasiones a Palacio Nacional que se sumara al bloqueo de occidente a Moscú y nunca fue escuchada. Y como un síntoma el hecho de que AMLO se refiere siempre a “la guerra entre Rusia y Ucrania” y jamás a lo que es en realidad, una invasión unilateral del poderoso sobre el débil.

Por eso la respuesta a la alocada propuesta mexicana por parte de Mykhailo Podoliak, asesor del presidente Volodimir Zelenski: “Su plan es un plan ruso… es un pacificador que usa la invasión para sus propias relaciones públicas… ¿Su plan es mantener a millones bajo ocupación, aumentar el número de entierros masivos y dar tiempo a Rusia para renovar sus reservas antes de su próxima ofensiva? Entonces su plan es un plan ruso”. Punto. A lo que la mecha corta de Andrés Manuel contestó que el rechazo a su propuesta era “por sectarismos o intereses de élite”. Solo le faltó decir que se debió a la operación de Mexicanos Contra la Corrupción sucursal Kiev, donde ya despacha su villano favorito Claudio X. González.

Lo inaudito es que, en el colmo de la necedad y para continuar con esta cadena de gigantescos errores diplomáticos, el presidente enviará a su canciller Ebrard a presentar su proyecto ante la propia Asamblea General de Naciones Unidas, en lo que me temo será un ridículo global salvo algunos aplausos de la delegación rusa. Lo he dicho y lo reitero en este espacio, López Obrador está más cerca de Putin que de Biden y Trudeau.

-A propósito, el viajero frecuente que es Marcelo fue el enviado del presidente para representarnos a todos los mexicanos en los funerales de la Reina Isabel II de Gran Bretaña. Andrés Manuel consideró que el evento no era tan importante como para viajar siete horas a Londres. En cambio, sí acudieron 500 jefes y exjefes de estado; 56 de ellos como presidentes en funciones. Baste mencionar a los Estados Unidos, Francia y todas las naciones europeas de la OTAN y de otros lugares remotos del planeta. Un acontecimiento histórico e irrepetible, que no motivó en lo más mínimo a nuestro presidente.

Citando a los clásicos: ¡Aguas, López Obrador menosprecia a Occidente y mira cada vez más hacia Moscú!

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com