“He ahí el dilema”. Porque Coahuila e Hidalgo son dos golpes brutales a la arrogancia del actual gobierno. De ahí el aturdimiento. La mal fingida incredulidad.

El propio presidente López Obrador, con ese estilo de no me meto pero sí me meto, ha intentado restarle importancia a su derrota del domingo: “no me meto en las elecciones estatales… lo que celebro es que no hubo violencia, que acudió la gente a votar, muy poca, pero participaron. Y las autoridades electorales van a decir quién gana; y si hay inconformidades, hay procedimientos para acudir (sic) a esas denuncias y adelante. Que se entienda que ya es delito electoral el fraude”. Por lo pronto el interino de Morena ha declarado que su partido no reconoce los resultados preliminares, a pesar de la paliza del PRI en 16 de los 16 distritos electorales en Coahuila y en los principales municipios de Hidalgo.

Y a propósito, vámonos a las marcas, ahora que están tan de moda:

-La pregunta es si estos resultados significan una resurrección del dinosaurio, cuando su dirigencia ha quedado marcada por el silencio del señor muy Moreno en los grandes temas y debates nacionales. Al grado de haber forjado el neologismo político de PRI-MOR. En cambio, todo indica que el arrasamiento de “carro completo”, como en los viejos tiempos, se debe más al trabajo político de sus gobernadores y a la caduca pero todavía resistente infraestructura priísta en todo el territorio nacional. Falta ver si la marca PRI resiste y de verdad puede dar la pelea en el 2021.

-En cuanto a Morena, es una necedad decir que si el nombre del presidente apareciese en las boletas sus triunfos serían seguros. Como si hubiera galletas con su marca que advirtieran: con alto contenido de lopezobradorismo.

A ver: ha sido tal la voracidad entre sus seguidores —la mayoría simples oportunistas— que se lanzaron como asaltantes al botín de tres mil 328 millones de pesos que le han sido asignados tan solo en los dos años recientes. Así que aquel “cochinero” de su alma mater, el PRD, parecerá una disputa de terciopelo frente a lo de ahora. Los morenos se olvidaron de la urgencia de dejar de ser un movimiento hecho al vapor a fin de convertirse en un auténtico partido político. Parece increíble que a estas alturas y a más de un año de tarascadas, todavía haya la amenaza de que el perdedor de la encuesta no reconozca el resultado. Y se inicie un nuevo capítulo de la disputa feroz por la dirigencia, que ya sería fastidioso y ominoso. Allá ellos.

Lo que es un hecho es que aun considerando la escala a solo dos estados, la jornada de Coahuila e Hidalgo envía señales en todos sentidos y tal vez lecciones, aunque algunos no quieran aprenderlas: Morena no es invencible; la marca López Obrador no es suficiente; le llevará tiempo recomponerse y el calendario electoral aprieta; el PRI todavía respira, pero puede ahogarse en su renovada soberbia; si todo transcurre conforme a la ley, este puede ser un provechoso ensayo democrático para las que serán las elecciones no presidenciales más importantes de todos los tiempos. En caso contrario, de conflictos post-electorales, será el pronóstico de una batalla campal sin referee y sin reglas. La debacle.

Y en un escenario decisorio: la más grave pandemia social en cien años; millones de desempleados y millones de nuevos pobres; que muy probablemente estarán enojados. Y tal vez furiosos.

Periodista. ddn_rocha@hotmail.com

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