Tanto las crisis económica y sanitaria como el temor colectivo que la pandemia ha generado, solamente se podrán erradicar cuando exista una vacuna efectiva que evite que el virus SARS-CoV-2 se siga propagando.

Por eso, durante los últimos meses, el mundo ha pisado el acelerador en la carrera por producirla, un esfuerzo en el que se contrastan las visiones de los países que entienden el proceso como un mecanismo para asegurar la supremacía nacional o un negocio, y aquellos que buscan encontrar una solución colectiva que pueda acabar con la incertidumbre mundial.

Como en la época de la Guerra Fría, dos de los protagonistas en el desarrollo de la vacuna contra el coronavirus son Estados Unidos de América y Rusia. El primero se encuentra ya invirtiendo en tres distintas investigaciones, como parte de la operación que ha denominado “Velocidad Warp”: la realizada por Pfizer y BioNTech; la que actualmente emprende Sanofis y GSK, y la desarrollada por la farmacéutica Moderna. En su conjunto, las tres inversiones ascienden a 5.5 mil millones de dólares, mientras que el costo promedio por cada persona que reciba la vacuna será de 40 dólares.

En cada uno de los casos, las farmacéuticas esperan contar con la vacuna para finales de 2020, y los acuerdos consisten en que una vez que sea aprobada, el Gobierno estadounidense podrá adquirir prioritariamente hasta 600 millones de dosis, suficientes para casi el doble de la población de ese país. Este tipo de esquemas, lejos de brindar certidumbre sobre la existencia próxima de una vacuna, generan el riesgo de que una gran cantidad de dosis sea acaparada por un solo país.

En lo que parece ser el afán de no quedarse atrás, el presidente ruso Vladimir Putin anunció la semana pasada que su gobierno aprobó una vacuna que genera inmunidad frente al coronavirus. Recordando la carrera aeroespacial entre su país y los Estados Unidos, el mandatario bautizó a esta vacuna como Sputnik V, en homenaje al primer satélite que la hoy disuelta Unión Soviética mandó al espacio.

Sin embargo, la vacuna rusa aún no ha sido probada masivamente para lograr su aprobación final, lo que despierta dudas sobre su efectividad. La misma Organización Mundial de la Salud ha señalado que carece de información para evaluarla, y la Unión Americana ha acusado a Rusia de saltarse la prueba de ensayos clínicos. Aún así, el Ministerio de Salud ruso ha declarado que en un mes comenzará con la vacunación masiva.

Junto con Estados Unidos y Rusia, se encuentran los más de 200 procesos de aprobación en los que se han embarcado gran cantidad de países, pero independientemente de cuál sea el primero en lograrlo, la producción de la vacuna se debe enmarcar en un proceso de recuperación mundial. Por eso, frente a la lógica de la supremacía nacional o la de un redituable negocio, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha desarrollado una tercera vía, la de la universalidad y la hermandad.

A través del trabajo conjunto con el Gobierno de Argentina, la Fundación Carlos Slim, la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca, el Gobierno de México está apoyando el desarrollo de una vacuna que se espera se encuentre disponible para toda Latinoamérica en el primer trimestre de 2021. Para desarrollarla, lejos de competir con alguna nación o de tratar de acaparar las primeras dosis, se está realizando un esfuerzo coordinado, cuyo objeto es que la vacuna beneficie a una de las regiones más golpeadas por la COVID-19, buscando que se puedan obtener hasta 400 millones de dosis.

Mientras que en la mayor parte de América Latina esta vacuna será adquirida a un precio que no incluye margen de ganancia —alrededor de 4 dólares—, en el caso de México, el presidente AMLO ha señalado que su distribución en nuestro país, además de ser para toda la población, será gratuita, pues el Estado cuenta con 100 mil millones de pesos para su adquisición. Se trata de una acción congruente con las políticas que este gobierno ha diseñado e implementado, y marca el inicio de un nuevo entendimiento sobre cómo debe operar el sistema de salud pública en México.

Durante la Guerra Fría, el Gobierno de Estados Unidos generó la falsa impresión de contar con un campo de energía que protegía a ese país de cualquier ataque nuclear, a lo que se conoció como la Guerra de las Galaxias. Hoy, treinta y cinco años después, pensar que un país puede enfrentar la crisis provocada por el coronavirus, generando una barrera o de manera individual, resulta igual de fantasioso.

La vacuna contra este virus debe ser universal y gratuita, pues solamente así las personas podrán dejar de vivir con miedo e incertidumbre. En ese sentido, nuevamente, el Gobierno de México se ha convertido en un ejemplo mundial, que muestra con hechos los cambios que se necesitan para evitar que se repita una crisis de este tipo.

ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

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