Los debates presidenciales son un pilar de la democracia moderna. Constituyen un espacio en donde las ideas y propuestas de quienes aspiran a gobernar un país se presentan ante la ciudadanía, que allí tiene la oportunidad de evaluar sus visiones, proyectos y alternativas, a fin de tomar decisiones informadas.

Existen numerosos ejemplos de debates memorables, como el de 1960, por la presidencia de los Estados Unidos, entre John F. Kennedy y Richard Nixon, el cual fue el primero que se televisó en la historia de ese país, y que resultó crucial en la victoria de Kennedy, al mostrar sus propuestas de manera fresca y atractiva, marcando con ello la diferencia y demostrando el impacto de estos ejercicios, en los que las visiones de futuro y las capacidades de liderazgo de las y los candidatos quedan al descubierto ante los ojos del pueblo.

En aquella elección, si bien la ventaja de colegios electorales fue amplia a favor de Kennedy, la diferencia en el voto popular fue del 0.22 por ciento, y precisamente en este tipo de elecciones, con un margen cerrado, los debates tienen mayor importancia e impacto. Sin embargo, en los casos en que la diferencia es grande, estas dinámicas siguen cobrando importancia como un instrumento que refuerza la democracia, al dotar de mayor información a quien elige el destino de las sociedades: el pueblo.

Por otro lado, aunque las encuestas pueden reflejar cambios en las preferencias del electorado, no son determinantes en el resultado final de los comicios, especialmente cuando existe un margen de votación muy amplio entre el primero, segundo y tercer lugar.

Es importante recordar otros debates entre candidatos presidenciales aquí en México y los desenlaces que tuvieron. Por ejemplo, el sostenido entre Diego Fernández de Cevallos y Ernesto Zedillo, en 1994, que dejó huella en la memoria colectiva cuando el primero señaló que el segundo estaba ahí como consecuencia de dos tragedias: la muerte de Luis Donaldo Colosio y la designación presidencial.

O, más recientemente, aquel entre Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya, en 2018, que también fue notable y se convirtió en un fenómeno viral debido a expresiones como “Ricky Riquín Canallín”, que, en su momento, fueron objeto de controversia, pero que han perdurado en el imaginario político, recordando la importancia de los debates como escenario para intercambiar ideas y confrontar visiones en la arena democrática.

Así, este domingo se llevó a cabo el primero de los tres debates presidenciales programados por el INE para las elecciones de 2024 en México. Participaron las candidatas Claudia Sheinbaum, de la coalición Sigamos Haciendo Historia (Morena, PT y Partido Verde); Xóchitl Gálvez, de Fuerza y Corazón por México (PRI, PAN y PRD), y el candidato Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano.

Si bien las encuestas han reiterado una clara ventaja para la doctora Claudia Sheinbaum, la relevancia de estos ejercicios de discusión radica en su capacidad para brindar transparencia y claridad sobre las propuestas de gobierno, así como para permitir a las personas candidatas rendir cuentas ante la ciudadanía.

Como se esperaba, el debate estuvo marcado por ataques y críticas por parte de la oposición hacia la doctora Claudia Sheinbaum. Sin embargo, ella demostró serenidad, templanza y enfoque, al privilegiar la exposición de sus propuestas y visión para México, reafirmando así el compromiso de nuestro movimiento con la construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación. Resulta evidente que, ante su amplia ventaja en las encuestas, las descalificaciones y la guerra sucia por parte de la oposición continuarán.

No obstante, este primer debate brindó a la ciudadanía la oportunidad de conocer de cerca el proyecto de nación de la doctora Sheinbaum; la fortaleza y vigencia del movimiento social que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia en 2018, y los principios que guiarán el segundo piso de la 4T. Ahora, más que nunca, es momento de que el pueblo decida su futuro con plena conciencia y responsabilidad democrática.

En un país donde la participación ciudadana es fundamental para el fortalecimiento de la democracia, estos debates representan una oportunidad excepcional para que el electorado evalúe, de manera crítica, las propuestas de las y los candidatos, y tome decisiones informadas en las urnas. Es una muestra de que la democracia no es un proceso estático, sino dinámico y participativo, en el que la voz del pueblo es fundamental para seguir construyendo un México justo y equitativo.

Por tanto, ante los desafíos y las incertidumbres que enfrenta nuestro país en el horizonte político, es crucial que la ciudadanía se mantenga informada y activa en el proceso electoral. Ella decide quién gana los debates. No olvidemos que la democracia es un derecho y una responsabilidad compartida, y que a través de la participación y el debate abierto podemos asegurar un futuro próspero y democrático para nuestra nación.

X y Facebook: @RicardoMonrealA

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