En el mundo actual, el miedo y la esperanza están inequitativamente distribuidos. Mientras algunas personas pueden vivir con mucha esperanza, existen otras a quienes las circunstancias hacen vivir con temor. Entre estas últimas, dice Boaventura de Sousa Santos, se encuentran las mujeres, quienes diariamente experimentan miedo a ser violentadas verbal, física y sexualmente, y en el caso extremo, a ser víctimas de feminicidio.
Muchas han sido las que han luchado para que se reconozca la gravedad de este problema; muchas son las que hoy lo siguen haciendo. Sin embargo, también existen quienes se sitúan en la negación, al referir que proporcionalmente son más los hombres asesinados que las mujeres. Este argumento demuestra la frialdad que las sociedades pueden llegar a alcanzar al basar sus reflexiones en cálculos estadísticos. Y aunque ciertamente el número de hombres asesinados en el mundo es mayor que el de mujeres, la realidad es que resulta difícil pensar que un hombre puede ser asesinado por el hecho de ser hombre.
De ahí la importancia de la definición de feminicidio acuñada por Diana Russell, pues permitió reconocer que en el mundo miles de mujeres son asesinadas por hombres motivados por el rencor o el sentido de posesión hacia ellas. Tan solo en 2017, fueron asesinadas 50,000 mujeres por su pareja sentimental o por algún familiar. Es decir, cada día, 137 mujeres son víctimas de feminicidio, y cada caso resulta en dolor para las familias y resquebrajo para nuestra sociedad.
En México, el concepto de feminicidio entró a nuestra realidad en la década de los noventa, cuando en Ciudad Juárez, Chihuahua, los casos de desapariciones y asesinatos de mujeres empezaron a ser cada vez más recurrentes. Desde entonces hasta ahora se han realizado esfuerzos para visibilizar la necesidad de generar marcos legales que contemplen una visión de género para poder proteger la vida y la integridad de las mujeres mexicanas.
En 2007 se promulgó la Ley General para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en la cual se reconoce legalmente la existencia de la violencia feminicida. En 2012 se aprobó la reforma al Código Penal Federal, en el que se estableció el delito de feminicidio. Paralelamente, algunas entidades federativas incorporaron este ilícito en sus códigos penales, pero en la práctica se han encontrado con tropiezos y desaciertos.
Las reformas de ley, sin embargo, no han logrado impactar positivamente al sistema de justicia mexicano para que los juzgadores incorporen la visión de género al momento de emitir sentencias en casos de violencia contra la mujer. La exclusión de este criterio ha generado que agresores que han atentado contra la vida de sus parejas, que han torturado, masacrado y abusado a mujeres reciban castigos menores. Es también la falta de visión de género lo que en muchas ocasiones hace que un feminicidio no sea catalogado como tal, ocasionando la subestimación de su gravedad.
Ante todo esto, en el Senado de la República estamos impulsando una iniciativa para reformar la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, a fin de establecer en todo el país, finalmente y de manera uniforme, la tipificación del delito de feminicidio y asegurar que durante los procesos de investigación se incluya la perspectiva de género, extendiéndola para toda aquella persona que sin haber nacido mujer se considere a sí misma como tal.
El otro gran tema pendiente relacionado con la violencia de género es cambiar el entendimiento social del problema. No pueden seguir existiendo casos en los que la sociedad responsabilice a las mujeres por haber sido víctimas de violencia. Todas las personas, independientemente de su género o preferencias sexuales, tienen el derecho a ejercer su libertad de la manera que decidan sin ser violentadas o agredidas por nadie; quien infrinja este principio debe recibir una sanción adecuada.
En un contexto como éste, el decálogo del presidente de México contra la violencia hacia las mujeres es sumamente relevante, pues no solamente reconoce la responsabilidad del Estado para prevenir y erradicar la violencia en contra de ellas, sino que además enfatiza en la necesidad tanto de respetar las leyes vigentes como de dotar a nuestras relaciones sociales con valores, respeto y aceptación de las diferentes formas de pensar y de vivir.
Hoy en día, los hombres vivimos en México con mayor tranquilidad que las mujeres. Son ellas quienes día a día enfrentan un ambiente hostil y peligroso en la calle, en el transporte público, en el trabajo e incluso en su mismo hogar. Cambiar esta realidad es responsabilidad general, incluidos los hombres. No se trata de un acto de bondad o de solidaridad, sino de construir una sociedad que por un lado respete la ley y por otro cambie su forma de construir y entender las normas que rigen su comportamiento. Solamente así podremos redistribuir la esperanza y desterrar el miedo en la vida diaria de las mujeres.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA