En 2017, más de veinte años después de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entrara en vigor, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, abrió la negociación para modificarlo. Hacerlo tuvo una lógica no solamente comercial, sino política, pues la propuesta formó parte de su plataforma electoral, que despertó el adormecido nacionalismo de la Unión Americana, movimiento que se inserta en la lógica actual en la que algunos países, como Reino Unido, parecen querer regresar al aislacionismo.

El contexto del inicio de la negociación en México fue también peculiar, ya que nuestro país se encontraba en un proceso de transición. El Senado de la República recibió una propuesta de texto que constituiría el nuevo acuerdo comercial, conocido como T-MEC, negociado por la administración anterior. Conscientes de la importancia de este instrumento, tanto para nuestra economía como para la región, todos los grupos políticos que integramos la Cámara Alta revisamos y aprobamos el texto propuesto antes que Canadá y que Estados Unidos. Una decisión que a la luz de los acontecimientos recientes resultó correcta, pero también estratégica.

Los Estados Unidos de América están a punto de entrar a un nuevo periodo electoral, y la aprobación del T-MEC ha sido uno de los componentes principales en las plataformas políticas de republicanos y demócratas por igual. La politización de su aprobación llevó a los demócratas a proponer modificaciones importantes. Si el Senado mexicano no hubiese ratificado el T-MEC en junio, los demócratas hubieran tenido un margen mucho más amplio para proponer modificaciones al mismo, las cuales, muy probablemente, no habrían sido benéficas para nuestro país, por lo que alcanzar un consenso hubiese sido mucho más complicado.

El actuar del Senado de la República acotó las posibilidades para que los demócratas propusieran modificaciones, y facilitó que nuestro equipo negociador alcanzara acuerdos que fueron vertidos en el Protocolo de Modificación del T-MEC, en cuya revisión y aprobación fue otra decisión acertada que participaran todos los grupos parlamentarios que integran la Cámara Alta. De manera coordinada, el Poder Ejecutivo y el Legislativo mandamos un claro mensaje sobre cuáles serán las condiciones que México aceptará y cuales serán los límites que en bajo circunstancia permitiremos que se transgredan.

La aprobación por parte el Senado cobra aún más relevancia después de conocer el contenido de la iniciativa de ley que el presidente de Estados Unidos envió a su Congreso. Si bien éste es el rumbo común hacia la ratificación de cualquier tratado, en la iniciativa se propone que la Unión Americana designe hasta cinco agregados laborales estadounidenses en México, para monitorear la implementación de la reforma laboral.

Esto resulta inaceptable para nuestro país, debido a que el Protocolo de Modificación recién firmado por los tres países establece que los páneles de jurisdicción regional serán el mecanismo para dirimir controversias en la materia.

Bajo este contexto, la posición de la mayoría en el Senado de la República es muy clara: los únicos cambios aprobados son aquellos incluidos en el Protocolo Modificatorio del T-MEC, los cuales hemos aceptado en consenso con todas las fuerzas políticas, y con esa misma unidad nos opondremos a cualquier medida que quebrante los límites establecidos. Seguiremos actuando como lo hemos hecho hasta el momento, de manera correcta y responsable, buscando siempre llegar a construir un acuerdo comercial balanceado en el que se respeten nuestra soberanía y los derechos de las trabajadoras y los trabajadores. No permitiremos que se impongan condiciones inaceptables, producto de la politización de la negociación en Estados Unidos.

Debemos tener claro que el arduo proceso de negociación obedece a la lógica política actual, bajo la cual algunos países parecen querer alejarse de la integración, para regresar a la época del individualismo. Frente a este panorama, la actuación de México demuestra que al frente del gobierno tenemos a un líder que, además de contar con una alta sensibilidad respecto a la importancia que los acuerdos comerciales tienen para México, comprende la necesidad de transitar hacia un ambiente de cooperación internacional. Resulta paradójico que un gobierno al que muchos consideraban como divisorio y peligroso esté haciendo todo lo necesario para asegurar la integración regional, algo que otras latitudes consideradas como más avanzadas no han podido conseguir; ésa es la decisión correcta.

Las presiones que busquen que los prejuicios se antepongan a la cooperación y al progreso equitativo continuarán surgiendo en el mundo, en oposición a las ideas de integración. Mientras tanto, México deberá seguir dando el ejemplo de que, a pesar de todas las dificultades y de encontrar voluntades contrarias, debemos trabajar para lograr un equilibrio que nos permita avanzar de manera colectiva. Lo incorrecto sería pensar que esforzarse para transitar hacia una mayor integración es erróneo; lo correcto es hacerlo esquivando cualquier obstáculo que en el camino ponga en tela de juicio nuestra soberanía.


ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA

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