Pobre Cuba… avejentada a lo largo de 62 años de dictadura.

El gobierno de Cuba ha sido un dolor de muelas para el gobierno mexicano, pero asumido con masoquismo, casi desde que tomó el poder Fidel Castro.

El gobierno mexicano siempre ha intercedido ante el norteamericano a favor de Cuba, principalmente cuando la animadversión entre ambos países ha llegado a la provocación, pues detrás del gobierno de la isla siempre estuvo la URSS hasta su desaparición como bloque político, cuidándole las espaldas, asumiendo el rol del hermano mayor, lo cual ha representado un peligro para la paz mundial.

Sin embargo, la diplomacia mexicana, intercediendo en el conflicto, ha participado en el mantenimiento de la paz en la región, principalmente durante la llamada “guerra fría”.

Hoy el presidente Díaz-Canel se victimiza y una vez más culpa a Estados Unidos de estar detrás de las manifestaciones de repudio ciudadano contra su gobierno, así como de todas las desgracias que han asolado a la isla a partir del embargo comercial impuesto en 1962 por el presidente Kennedy, un mito que desde la cínica versión gubernamental, explica la pobreza en la que han vivido los cubanos desde que Castro llegó al poder.

Sin embargo, la relación de Castro con los políticos y muchos intelectuales mexicanos ha sido un idilio histórico. Nuestros paladines de la democracia en la verborrea política, cínicamente han solapado a la más longeva dictadura de nuestro continente.

Carismático, Fidel Castro cautivó a los políticos mexicanos y a un amplio sector de la intelectualidad mexicana desde que asumió el poder y hoy, esa fascinación subsiste entre la élite de la 4T, pero ahora convertida en culto.

Hoy la demagogia política pro cubana representa el cinismo de los políticos que viven confortablemente y hasta con lujos en México, pero justificando a la dictadura iniciada por Castro, y de modo incongruente asumiéndose ellos mismos como guardianes de la democracia y defensores del proletariado, siguiendo los estereotipos políticamente correctos de la ancestral y arcaica cultura política mexicana.

Debemos reconocer que el rol de México fue determinante para que Fidel Castro y sus seguidores lograran deponer al dictador Fulgencio Batista y hacerlo huir hacia el exilio la noche del 31 de diciembre de 1958, con lo cual los revolucionarios tomaron la capital durante la madrugada del primero de enero de 1959 y con ello el gobierno, aunque Fidel Castro ese día asumía el control de otra importante ciudad isleña, que era Santiago de Cuba, declarando a esta última, capital provisional, e invistiendo como presidente al magistrado Manuel Urrutia Lleó.

A partir de estos hechos inició la historia de este gobierno revolucionario que ya cumple 62 años al frente del poder para desgracia del pueblo cubano, nación avejentada como si hubiese quedado atrapada en una cápsula del tiempo.

Sin embargo, las dictaduras perfectas nacen como un traje a la medida de un líder carismático, como lo fue Fidel Castro y se empiezan a desgastar cuando este desaparece y el poder de

seducción que este ejercía para controlar la percepción pública maquillando la realidad, pierde efecto y empiezan a surgir ante la vista de todos los que estaban embrujados, el verdadero rostro de la dictadura y sus efectos negativos. Díaz-Canel, presidente de Cuba y Nicolás Maduro, de Venezuela, confirman esta maldición.

La historia de esta odisea de gran simbolismo mundial entre los intelectuales de la posguerra inició en Tuxpan, Veracruz, cuando el 25 de noviembre de 1956 zarpó de ese puerto el pequeño buque Granma con 82 guerrilleros encabezados por Fidel y Raúl Castro, el Ché Guevara y Camilo Cienfuegos, rumbo a Cuba, para encabezar la revolución armada en contra del dictador Batista.

Fernando Gutiérrez Barrios, un legendario político que no sólo fue gobernador del Estado de Veracruz, sino el poderoso secretario de gobernación del presidente Salinas de Gortari, en esa época previa a la revolución cubana era uno de los agentes más importantes de lo que entonces se denominaba Dirección Federal de Seguridad, dependiente de la Secretaría de Gobernación, que era el órgano de inteligencia del gobierno mexicano encargado de mantener la seguridad nacional y reprimir los movimientos que ponían en riesgo la estabilidad social y política de nuestro país.

La DFS detuvo en la Ciudad de México a este grupo de jóvenes guerrilleros en junio de 1956 y ahí nació esa amistad que unió toda la vida a Fidel Castro y Gutiérrez Barrios. A su vez, la ayuda de otro mexicano de nombre Antonio del Conde, propietario del Granma, fue decisiva, pues este joven generosamente aportó su yate para que se iniciara la lucha armada en territorio cubano.

La relación de nuestros gobernantes con el gobierno cubano desde entonces exhibe una incongruencia política de fondo. Los gobiernos que no toleraban la disidencia por parte de los mexicanos, sintieron fascinación por los revolucionarios cubanos y esta se mantuvo no sólo hasta cuando se convirtieron en gobierno, sino incluso cuando estos luchadores dieron de forma convenenciera el viraje hacia el comunismo soviético, convirtiéndose en un protectorado de la URSS.

Cabe destacar que cuando los revolucionarios se convirtieron en gobierno en 1959, obtuvieron el reconocimiento del gobierno norteamericano.

Sin embargo, la actitud parasitaria del gobierno cubano se manifestó tempranamente, pues sin tener vocación socialista, el comandante Fidel Castro casi de inmediato se alineó con la Unión Soviética para vivir a costa de esa potencia global, aunque eso significase asumirse como un gobierno comunista, aprovechando la rivalidad que existía entre esa potencia europea y Estados Unidos, vendiendo cara su ubicación frente a las costas de Florida y la gran ventaja militar que esta circunstancia le daba a la URSS, su protectora.

Esto provocó que, en represalia, y como modo de presión, en 1962 el gobierno del presidente Kennedy decretase el embargo comercial contra la isla.

Cara vendieron los Castro su enemistad con Estados Unidos para así asumir el rol de víctimas vulnerables y cobrar con alto precio su sumisión al soviet, aunque esto significase el empobrecimiento del pueblo cubano, lo cual, de paso aseguró el control de toda la población, que aún hoy depende de la lista de racionamiento alimentario que le otorga el gobierno.

Cuando desapareció la Unión Soviética, sin ningún pudor el gobierno cubano cortejó a Hugo Chávez para beneficiarse de la riqueza de Venezuela, hasta que entre los Castro, Chávez y Nicolás Maduro se la acabaron. Por tanto, debiese preocuparnos que el gobierno cubano voltee a ver hacia México y les haga guiños a sus camaradas de la 4T, asumiendo la actitud de víctimas que necesitan ayuda humanitaria, cuando la realidad es que esa ayuda jamás llegará al pueblo, pero serviría a ese gobierno represor para mantener el control a través de administrar el hambre.

El actual presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, que llegó al cargo no por elección democrática, sino por nombramiento directo de la elite del partido comunista, denominada Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, es producto absoluto de la educación ideológica instrumentada en ese país a partir del gobierno de Fidel Castro. Sólo así se entiende que Díaz-Canel sea capaz de azuzar a la población que aún está manipulada por su gobierno para que se convierta en verdugo de los disidentes y así no asumir la responsabilidad de la brutal represión que está ejerciendo su gobierno.

Hoy, victimizándose y escudándose en una supuesta conspiración en su contra orquestada por el gobierno de los Estados Unidos, el gobierno cubano busca la solidaridad del gobierno mexicano, que ya se ha manifestado en boca del presidente López Obrador declarando la intención de otorgar ayuda humanitaria… que seguramente no será para los ciudadanos, sino en beneficio de la élite gobernante. El primer envío ya está en suelo cubano.

Ahora que Venezuela tiene una economía destrozada por el abuso y dispendio de la revolución bolivariana, el gobierno cubano necesita un nuevo patrocinador.

A final de cuentas la solidaridad humanista que ese gobierno necesita en este 2021 no sólo es moral como la que siempre recibieron de los anteriores políticos mexicanos, sino pragmática y rupestremente económica, a favor de la oligarquía revolucionaria de hoy.

Los gobiernos mexicanos “de antes” no cayeron en la trampa y manifestaron su simpatía, pero no se dejaron manipular: no asumieron la dependencia.

Lo que el pueblo de Cuba necesita es libertad para definir su propio destino y salir de la trampa de la “administración de la pobreza”, que los vuelve dependientes de sus opresores, igual que hoy sucede con Nicaragua en manos del dictador Daniel Ortega, otro revolucionario que sacó del poder a otro dictador, a Anastasio Somoza, para convertirse hoy en una nueva versión de aquello contra lo que luchó en su juventud.

Definitivamente el embargo comercial norteamericano se ha convertido en ese gran mito magnificado, pues no restringe las importaciones de comida y medicinas que se adquieren en ese país, además de la posibilidad que siempre ha tenido el gobierno de Cuba de mantener relaciones comerciales con el resto del mundo.

Este es un embargo, que si bien es real, ha adquirido gran simbolismo como fuente de todas las desgracias, como ha declarado Díaz-Canel: Washington ha instrumentado una “política de asfixia económica para provocar estallidos sociales en el país”.

La auto-victimización es una estrategia recurrente en los gobiernos autoritarios.

Los cubanos de hoy no quieren huir de su país, como sucedió antes, pues respaldados por el poder de las redes sociales y la globalización ya no se sienten solos. Por ello, deciden rescatarlo de esta vieja y atroz dictadura que ya lleva 62 años de existencia.

En las manos del pueblo cubano está su propio futuro y ojalá la oligarquía de la 4T no intervenga, para así evitar que el gobierno mexicano veladamente apoye el mantenimiento de esa dictadura

¿A usted qué le parece?

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