La delincuencia ya ha tomado la medida a las autoridades y descubrió que involucrando a la ciudadanía, adquiere un escudo protector para sus actividades ilícitas.

Por tanto, contrata ciudadanos que por hambre se ponen a su servicio para enfrentar a las fuerzas armadas y las corporaciones policiacas.

Los enfrentamientos de los últimos días, como el acontecido en Apango, municipio de Acajete, Puebla, donde el pueblo se enfrentó al Ejército para impedir que revisara una bodega de artículos robados propiedad de huachicoleros, nos evidencia esta capacidad de adecuación a las circunstancias, que posee el crimen organizado.

También es significativo que ante la pérdida de rentabilidad del “huachicoleo” por las acciones emprendidas por el gobierno, estas bandas delictivas ahora se dedican a asaltar tráileres y ferrocarriles.

Por todas estas nuevas circunstancias es necesario replantear las estrategias de combate a la delincuencia, la cual ha demostrado tener una gran capacidad de reinventarse frente a las adversidades, con mucho ingenio.

Sin embargo, lo más grave es que los delincuentes ya descubrieron el talón de Aquiles del actual gobierno, que antepone su visión ideológica a las exigencias de cada una de las problemáticas específicas que debe resolver. De este modo la delincuencia se disfraza de movilización social para sortear cada confrontación peligrosa sabiendo que esta fachada le protege.

Estas organizaciones criminales lo mismo mandan a todo un pueblo a secuestrar policías y soldados para intercambiar la liberación de uno de sus militantes, que a obstruir la acción de las fuerzas armadas para evitar ser apresados.

Por ello el gobierno debe cambiar su discurso ante la delincuencia, mostrando fuerza y no debilidad y hacer sentir que tiene el control. Sólo así podrá rescatar el respeto que antes tuvo.

Por tanto, es urgente desarrollar una estrategia comunicacional de sensibilización pública para dejar claro que quien ayuda a los delincuentes, se convierte en delincuente y por tanto debe afrontar la ley.

Las organizaciones criminales están cooptando pueblos enteros para ponerlos a su servicio, utilizándolos como carne de cañón y fachada política.

Mientras la demagogia gubernamental siga calificando a la pobreza como una justificación del delito a través de mensajes sensibleros y moralizantes, se le da armas de manipulación a la delincuencia organizada. Incluso muchos delincuentes hoy se ostentan como perseguidos políticos y el gobierno no se atreve a confrontarlos.

Mientras el combate a la delincuencia y la aplicación de la ley se confunda con represión, la delincuencia disfrazada de “pueblo sabio”, seguirá confrontando a las autoridades.

El delito no es lo mismo que el activismo político.

Estamos viendo el surgimiento de un fenómeno único en el mundo. La delincuencia está tomando la representación de comunidades enteras, de sus agravios, de sus resentimientos, de la ausencia de justicia y de los olvidos gubernamentales. Con ello adquiere una supuesta legitimidad ante el pueblo, que tarde o temprano le llevará al control político y la operación gubernamental.

Aunque los gobiernos anteriores no hayan querido reconocerlo, esto sucede en muchas plazas de provincia donde los cárteles locales manipulan la seguridad pública e imponen a los funcionarios que deben ocupar los cargos clave en la operación municipal, pudiendo incluso controlar la obra pública y administrar la tesorería municipal.

La delincuencia de hoy es peligrosa porque tiene poder de convocatoria social y mucha sensibilidad para el manejo de las dinámicas colectivas. Su manejo de las redes sociales es de alta efectividad, pues su lucha por el control territorial se da en las plataformas digitales, donde ejercen terrorismo emocional en contra de sus adversarios, tanto de un bando como de otro. Ahí precisamente donde el Estado Mexicano ha estado ausente.

Mientras el Estado Mexicano se pierde en la demagogia de los discursos, ahora contaminada por la retórica ideológica, la delincuencia organizada entra en el ámbito de la semiótica y la comunicación no verbal, enviando mensajes espeluznantes con acciones de gran significado emotivo.

Cada mensaje en Youtube y plataformas digitales, con una producción simple, pero muy cuidada, con el objetivo de exhibir poder, así como cada cadáver colgado de un puente entre otras acciones más, nos describe el nuevo lenguaje semiótico construido con actos de alta significación, con el que cada grupo criminal se dirige a sus interlocutores y a las autoridades.

La delincuencia parece ser que está formando sus propios activistas sociales para manipular a ese sector del pueblo sabio que no está al alcance de mítines y mensajes moralizantes y prefiere mejor la generosa paga de la delincuencia organizada, que las dádivas de la seguridad social y los programas gubernamentales, o quizá se beneficia de ambos ingresos.

Las grandes revoluciones, como la mexicana, e incluso nuestra independencia, generalmente se inician en la periferia, o sea en provincia. Cuando el movimiento se ha fortalecido, llegan a tomar control del centro del país, cuando ya no hay como frenarlo.

Si no hay un viraje de timón en las estrategias gubernamentales para enfrentar a una delincuencia organizada que cada vez más utiliza tecnología con tácticas efectivas y estrategias propias del activismo político, pronto estará en riesgo nuestra estabilidad política y social del país. La actitud ambivalente y dubitativa, así como las confusiones ideológicas, son peligrosas.

Se requieren menos palabras y más acciones con significado.

¿Usted cómo lo ve?

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