Contradictoriamente, la operación “Promesa Verdadera” donde Irán lanzó cientos de misiles sobre territorio israelí parece haber revitalizado al Primer Ministro Benjamin Netanyahu en un momento de creciente pérdida de apoyo de aliados occidentales, de descontento social en su país por su gestión y del impasse que atraviesa su estrategia en la guerra en Gaza.

Por un lado, la exitosa intercepción del 99 por ciento de los misiles lanzados por Irán evidencia la innegable la fortaleza del sistema de defensa israelí. Resaltar dicha fuerza ha sido uno de los principales objetivos de Netanyahu tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, en donde se consolidó la percepción de que Israel tiene más vulnerabilidades de las que se pensaba. Por su parte, el gobierno de Israel recibió el respaldo tanto de organismos internacionales quienes condenaron el ataque, como de sus propios aliados quienes habían doblegado su respaldo ante las miles de muertes de civiles y la crisis humanitaria detonada en Gaza.

Más importante aún, este ataque posiblemente transformará en cierta medida la percepción pública en Israel. Si bien el descontento social había aumentado ante la falta de eficiencia de Netanyahu para rescatar a los 129 rehenes que aún permanecen secuestrados por Hamás, es posible que resurja un respaldo basado en la defensa nacional frente a la amenaza iraní. Prueba de ello es que Netanyahu aprovechó este nuevo clima de amenaza a la seguridad nacional de su país para anunciar, tan solo horas después del ataque, que invadirá Rafah pese a la presión internacional ya que Hamas mantiene a ciertos rehenes en esta zona.

La respuesta inmediata por parte de Israel que se vaticinaba no ocurrió; sin embargo, no significa que no vaya ocurrir. De la naturaleza y proporción de dicha respuesta dependerá cuánto le dura a Netanyahu este respiro. Por un lado, sus aliados ya afirmaron vehementemente que no apoyarán un contraataque contra Irán que pueda desembocar en una guerra regional a gran escala. Particularmente, el hecho de que Estados Unidos se haya desmarcado de cualquier participación en esta respuesta limita contundentemente la operación que pueda realizar a Israel.

Sin embargo, no hay que dejar de lado dos cuestiones: en primer lugar, el balance entre Irán e Israel recae en la capacidad de disuadir al otro. En este sentido, habrá que ver si Israel considera que, a pesar de haber iniciado este cruce de línea con el ataque a la embajada de Irán en Damasco, el haber apuntado a su territorio amerita una acción más de su parte. Por otro lado, a nivel doméstico, el poder de Netanyahu pende de un hilo. El hecho de que su coalición está conformada en su mayoría por partidos de ultraderecha y ultra ortodoxos implica que estos bloques innegablemente le exigirán a Netanyahu que intensifique sus ataques tanto en Gaza como en Israel, dejándolo nuevamente ante una posición peligrosa.

En última instancia, ni a Israel ni a Irán les conviene una guerra regional. Para Israel implicaría distraerse de su objetivo principal en este momento que es la erradicación de Hamás, lo que implicaría dividir sus esfuerzos en distintos flancos. Por su parte, Irán atraviesa desde hace meses un importante descontento social aunado a una crisis económica por lo menos desde el 2018 y una inminente transición política ante la avanzada edad de su líder supremo, el Ayatolá Ali Khamenei. Aunado a ello, esto probablemente pondría en jaque los esfuerzos que ha realizado en los últimos años por regularizar sus relaciones con países vecinos como Arabia Saudita y dar fin al proceso de negociación que estaba por concretarse con Estados Unidos antes de que ocurriera el ataque de Hamás. Sin embargo, las decisiones que llevan a intensificar un conflicto no necesariamente obedecen a factores racionales, por lo que cualquier descuido podría llevar a este escenario.

Es prematuro prever si Netanyahu optará por obedecer a las presiones internas o a las presiones externas. Lo que es un hecho es que, ya sea en Gaza o en Irán, el conflicto le da vida a su gobierno. El ataque de Israel a la embajada de Irán en Damasco y el ataque iraní contra Israel este domingo hicieron que las tensiones entre ambos llegaran a aguas desconocidas. En estos despliegues de demostración de fuerza, habrá que hacer hincapié en que la seguridad nacional no se encuentra por encima de los límites legales y morales que tantos años le ha llevado al orden internacional construir.

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