Antes de circular por las carreteras de Chiapas, hay que preguntar a los locales. Solo ellos saben si existen retenes o bloqueos por parte de grupos criminales. Aventurarse a recorrer el estado sin conocer las reglas que se han impuesto a la mala, implica un riesgo inmenso. Es triste ver los ranchos abandonados de quienes han huido de la violencia. Más triste es ver la pobreza y desolación que eso acarrea.

Ese estado se encuentra sumergido en la inseguridad desde hace tiempo, pero lo ocurrido la semana pasada rebasa lo visto anteriormente. El martes fueron secuestrados 16 trabajadores de la Secretaría de Seguridad estatal. Salían de Ocozocoautla cuando fueron interceptados por un comando armado.

Estando cautivos los empleados de Seguridad Pública pidieron en un video al gobernador, Rutilio Escandón, que destituyera a varios mandos policiacos. Era la condición para que los liberaran. Explicaron que su secuestro era una venganza entre cárteles: el Jalisco Nueva Generación contra su acérrimo enemigo, el de Sinaloa.

El viernes 30 de junio fueron liberados. Llegaron caminando hasta el lugar en el que protestaban sus familiares en el recientemente nombrado pueblo mágico de Ocozocoautla. Aparecieron de pronto, sanos y salvos, como para que nadie dude de la pertinencia del mágico nombramiento.

Se desconocen los detalles de la negociación, pero el hecho retrata muy bien las condiciones en que viven muchos en esa y otras entidades del país. Ahí está Michoacán, en donde asesinaron al exlíder de las autodefensas, Hipólito Mora; Guanajuato, donde explotó un coche bomba que lesionó a diez integrantes de la Guardia Nacional; Guerrero, donde mataron al líder municipal del Partido Verde en Copala, Jesús González Ríos; Baja California, donde la alcaldesa de Tijuana ha tenido que mudarse junto con su hijo a instalaciones militares por amenazas de muerte… y la lista podría seguir. Me limito a solo algunos de los hechos ocurridos la semana que apenas terminó.

Junio cerró como el mes más violento en lo que va de este año. Asusta lo que podría seguir. El presidente ha dicho que lo que ocurre es herencia de los gobiernos anteriores. Lo temible es que esa herencia maldita seguramente se entregará también al próximo gobierno. Y es que el presidente también ha reiterado que la estrategia de combate a la inseguridad no va a cambiar.

Lo preocupante es que las salidas se vuelven cada vez más complejas y lejanas. Los grupos criminales se han infiltrado en casi todo y han alcanzado un nivel de poder tal que es difícil de revertir. Quien sea que asuma las riendas del país heredará un reto inmenso en términos de seguridad, gobernabilidad y descomposición social. Ojalá tenga la capacidad de encontrar y construir soluciones. Ojalá aún estemos a tiempo.

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