Hay mucha generosidad en quien comparte su conocimiento. Lo que seguramente le había tomado años aprender, lo enseñaba en minutos. Su grandeza era tal, que no dudaba en pararse de la silla que ocupaba como titular del noticiero para cederla a alguno de los muchos que le aprendíamos a diario. Nada más formativo en esto de la comunicación que abrir el micrófono y estar en vivo ante una audiencia nacional desde el asiento del maestro.

Su rigor informativo lo hacía un jefe siempre exigente, pero nunca hostil. Su trato era amable y cariñoso. Será porque, cómo escribió recientemente Juan Villoro, Ricardo entendía al trabajo como una extensión del afecto.

Su pasión por informar despertaba muy temprano. Para cuando las aves empezaban a cantar, ya llevaba al menos un par de horas trabajando. Y con él todo su equipo. Los amaneceres se veían hermosos desde el ventanal del estudio de Detrás de la Noticia, la agencia informativa que fundó cuando tuvo la osadía y el valor de lanzarse como independiente.

Lamentaba que las palabras, a las que tanto valoraba, fueran utilizadas con violencia en la política. Le dolía este México polarizado en el que desde el poder se lanzan descalificaciones a quien se atreve a discrepar. “Nací en un barrio, Tepito, donde las llamadas palabrotas y hasta el uso gracioso del albur y el calambur, eran parte del lenguaje cotidiano. Pero también ahí aprendí de la nobleza de las palabras: amistad, lealtad, buena fe y de la enorme diferencia con el insulto, la degradación.”

Releo sus más recientes columnas en este diario. En ellas defiende al Inai, a la Suprema Corte, a la ministra Norma Piña; critica al Insabi, a la corrupción y al autoritarismo. “Ya solo nos queda la Corte, a quien la gran voz común hizo un llamado civilizado pero enérgico para que nos haga Suprema Justicia.” Confirmo que hasta sus últimos días ejerció y defendió la libertad de expresión. Aplaudo su capacidad de denunciar sin dejar de cuidar la belleza del lenguaje.

Mientras lo leo vienen a mi memoria auditiva esos mismos textos que escuché de su voz en Radio Fórmula, con ese su tono fuerte y amable al mismo tiempo. Me conmueve lo fácil que es traerlo de vuelta. Basta cerrar los ojos para oír nuevamente su voz. Me sigue maravillando luego de décadas de leerlo y escucharlo. Aplaudo con admiración inmensa y cariño profundos al periodista, al guía, al maestro, al amigo. Lo despido con mucho pesar. Adiós, queridísimo Ricardo.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
dding: 20px;background-color:#333;color:white;text-align:center;font-size:2em;">Bloque HTML de muestra
Google News

TEMAS RELACIONADOS