A las y los mexicanos:

Para muchas personas, al igual que para mí, las celebraciones navideñas llegan con un halo de nostalgia evocando momentos felices que se resisten a quedar en el olvido porque de una u otra forma determinan nuestra existencia, nos acompañan siempre y dan sentido a nuestra vida gracias a quienes los hicieron posibles.

Yo quisiera saber a dónde irán a dar las tristezas del mundo, los cantos y los sueños. A dónde irán también todos nuestros lamentos, nuestros tristes juramentos quien sabe a dónde irán. A dónde irán las almas, las almas que han sufrido, las almas que han tenido por infierno esta vida. Sólo el amor sincero sí tiene a dónde ir; él va con Dios al cielo donde nunca podrá morir”.

Recuerdo con amor a Rodolfo Mendiolea Cerecero mentor, protector, amigo, tío abuelo y un segundo padre que me mostró con generosidad el otro lado de la vida, ese que se descubre en la sutileza de las letras, de la poesía, de las canciones y de la música; el lado de la genialidad humana que revelan los espíritus grandes e indomables.

Hace unos días, el 5 de diciembre para ser exacta, se cumplió el centenario de su natalicio; Rodolfo originario de Matehuala, San Luis Potosí, como lo reseña EL CRONOPIO de La Orquesta m.x, Noticias en FA, “a los veinticuatro años ya era un compositor conocido y sus canciones eran muy populares, de melodía clara, armoniosamente dulce con letras capaces de hacer percibir un deleite y excitar sentimientos nobles. Mendiolea poseía inspiración y personalidad contemplativa afecto a las abstracciones filosóficas y un esfuerzo por aplicar a la canción popular un sentido de moral”.

La gran María Luisa Landín popularizó “Nada pido” y el tenor Mario Alberto Rodríguez “Siento que te quiero”, ambos boleros de su autoría. Fue un gran periodista, pintor, músico, cónsul, escritor, corresponsal en Francia, director y creador de medios comunicación como “México Sí”, entre otras, presidente de la Sociedad de Autores y Compositores de la Música, le regaló a su tierra la marcha “San Luis Potosí”; destacan sus dos últimos libros: “Por qué se suicidan los poetas” y “Mitad Gringo mitad mexicano, hombre con dos almas”. Maestro y consejero de varias generaciones de políticos, un demócrata y un discípulo de la justicia.

Con grandes luces supo unir la filosofía, la música y la poesía para dar vida a un género propio en donde lo bueno, bello y verdadero se alejaban del bullicio de la noche y de las calles para encontrar su mejor sentido en la protesta social y en profundas reflexiones existencialistas que salían y entraban de las entrañas del alma para reivindicar al ser humano en su devenir por el mundo y exhibir la complejidad que lo distingue de las demás especies.

Cantar su bolero “A dónde irán las almas”, es cantarle a la vida, es buscarlo en la casa y en el cielo. ¿A dónde iría tu alma Rodolfo y a dónde irá la mía? ¿Volverán a encontrarse de nuevo? ¿Se encontrarán solo ellas o también nosotros? ¿Seremos los mismos?

Me hubiera gustado que mi hija y él se hubieran conocido, que compartieran sus risas, sus espacios y sus vidas. Que sus ojos se adivinaran como lo hicieron los nuestros tantas navidades entre pinos decorados y platones de comida mexicana.

No lo veo desde el 2 de julio de 2016 porque “se le asomó la calavera”, esta maravillosa Ciudad de México cerró sus ojos. Lo escucho, lo intuyo, lo recuerdo, lo leo y lo extraño. Tengo nostalgia de él y de mí, de “la flor de olvido” de esos momentos que duran para siempre y que tienen la magia de volver a hacerte feliz.

Paola Félix Díaz, activista social.

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