Omar Vidal y Richard C. Brusca

Como científicos y ambientalistas—uno mexicano, el otro estadounidense—creemos que el cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos, Joseph Biden , cumplirá su promesa de campaña de colocar la protección del medio ambiente y el combate al cambio climático al centro de la agenda de su administración. Y esperamos que el Presidente Biden y la Vicepresidenta Kamala Harris lo hagan asumiendo un liderazgo respetuoso de otras naciones y cimentado en un verdadero multilateralismo. Decenas de millones de estadounidenses que les dieron su voto no esperan menos y miles de millones de personas que aplaudieron su elección en todo el mundo no aceptarán menos.

Estados Unidos y México comparten una frontera de tres mil kilómetros, que se extiende a través de algunos de los paisajes más extraordinarios del mundo. Desde las riberas del Río Bravo, atravesando los impresionantes desiertos de Sonora y Chihuahua en la frontera con Texas y Arizona, hasta el Río Colorado y el Mar de Cortés, pasando por Arizona y California, hasta llegar al Océano Pacífico—en donde las majestuosas ballenas grises han migrado por milenios entre Alaska y la Baja California para conectar nuestras dos geografías. Y las millones de diminutas mariposas monarca de solo medio gramo que pintadas de anaranjado y negro cruzan la frontera cada año, de ida y vuelta, para enlazar las esperanzas y aspiraciones de millones de ciudadanos en Estados Unidos y México.

Estamos convencidos de que, a pesar de recelos pasados y ocasional desconfianza mutua, la mayoría de la gente en las dos naciones se ama y se respeta. No sólo porque compartimos paisajes y especies emblemáticas, sino también porque dependemos unos de otros para que como naciones vecinas prosperemos cultural y económicamente.

Es en este contexto que creemos que los próximos cuatro años les ofrecen a los Presidentes Biden y López Obrador una oportunidad única para impulsar una importante alianza binacional, una que ayude a enfrentar dos de nuestros desafíos ambientales más apremiantes: el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad. Es un momento excepcional para que nuestras naciones construyan juntas la historia.

Durante cuatros años, Donald Trump lideró una arremetida sin precedentes para debilitar las instituciones científicas y calumniar a la ciencia y los científicos. Envileció la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) utilizándola para socavar las regulaciones sobre áreas protegidas, humedales, pesquerías y especies en peligro de extinción. Su administración desmanteló la mayoría de las políticas públicas e instituciones necesarias para combatir el calentamiento global y proteger el medio ambiente y a la población, y revirtió las normas que regulan las emisiones de dióxido de carbono, químicos tóxicos, seguridad alimentaria y contaminación del aire y el agua. Además, suspendió las contribuciones al Fondo Verde para el Clima–un programa de la ONU que apoya a países en desarrollo a reducir sus emisiones de carbono.

Pero el señor Trump será probablemente más recordado como el constructor de un “muro” infame—una valla que ofende a todos los mexicanos y a la mayoría de los estadounidenses, y que fragmenta tierras ancestrales indígenas y algunos de los ecosistemas naturales más extraordinarios de la Tierra; un muro que desmenuza centenares de especies migratorias desde el Pacífico hasta el Golfo de México.

Pero ahora llegó el tiempo de reconstruir, el tiempo para sanar y para forjar una alianza renovada entre nuestros dos países. Hay innumerables áreas en las que podemos trabajar juntos en beneficio de nuestras sociedades y recursos naturales—como migración, comercio, tráfico de drogas y armas, cambio climático y protección de la biodiversidad. Como ambientalistas, aquí nos concentramos en las últimas dos.

Cambio climático

Estados Unidos es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero, mientras México es el decimosegundo (y el mayor en América Latina). Aunque los combustibles fósiles siguen dominando la matriz energética de Estados Unidos, las energías renovables están creciendo con rapidez. Se anticipa que el Presidente Biden intensifique las políticas y esfuerzos para cumplir su promesa de invertir cerca de dos billones de dólares en infraestructura ( https://joebiden.com/clean-energy/ ), enfocada principalmente en energías renovables, para restablecer a Estados Unidos como un líder global económico, ambiental y político. Él quiere posicionar a Estados Unidos en una ruta irreversible para lograr cero emisiones netas de CO2 para el año 2050; una meta factible que puede además estimular la economía.

Por otro lado, la administración del Presidente López Obrador está apostando a aumentar las capacidades de México para explotar combustibles fósiles, como lo son las nuevas refinerías de petróleo y la producción de carbón. Esto probablemente signifique que el país no cumplirá su meta como parte del Acuerdo de París de reducir en 22% las emisiones para el año 2030.

Creemos que existe un margen amplio para que los gobiernos de Estados Unidos y México forjen una mancuerna poderosa que impulse con decisión el Acuerdo de París de 2015 y el Fondo Verde , que son hoy por hoy los componentes más importantes del andamiaje internacional para combatir el cambio climático. Y también se presenta la oportunidad para que el Presidente Biden trate de convencer al Presidente López Obrador de que la era de los combustibles fósiles está rápidamente llegando a su fin, y que las energías renovables no solo abaratarán la electricidad para la población, sino que también generarán centenares de miles de empleos en los dos países.

Biodiversidad

México y Estados Unidos son dos de los países con mayor diversidad biológica. Comparten una amplia variedad de hábitats y especies, incluyendo 450 especies enlistadas en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y más de 100 especies en la Lista de Especies en Peligro de Estados Unidos. Estas incluyen muchas especies migratorias de mamíferos y aves, así como de peces, anfibios, reptiles e insectos nativos. Los parques nacionales de Estados Unidos y el sistema de áreas naturales protegidas de México son hoy modelos mundiales. Durante décadas, los dos países han invertido miles de millones de dólares en fortalecer estas áreas protegidas, que han demostrado ser la mejor estrategia para proteger los ecosistemas, las tierras indígenas, y los servicios ambientales de los que la salud y el bienestar de 335 millones de estadounidenses y 130 millones de mexicanos dependen.

No perdemos la esperanza de que, a partir de diciembre, cuando inicia su tercer año de gobierno, el Presidente López Obrador decida darle al medio ambiente la prioridad que merece durante los restantes cuatro años de su mandato. Y el Presidente Biden debe sumarse a los otros 196 países y ratificar el Convenio sobre Diversidad Biológica, contribuyendo así a proteger nuestro planeta para ésta y las generaciones futuras.

Los Presidentes López Obrador y Biden —y todos los mexicanos y estadounidenses—deben aprovechar la oportunidad para luchar codo a codo por los temas que nos unen, no por aquellos que nos separan. No podemos pensar en una mejor causa en la que las dos naciones pueden aliarse, que la protección de nuestro bien más preciado: el medio ambiente que compartimos.

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