Por: Omar Vidal y Richard Brusca

“Esta carnicería estadounidense termina aquí y termina ahora”. Estas fueron las incendiarias palabras usadas por Donald Trump cuando asumió la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 2017. Hace exactamente cuatro años, en su toma de posesión en el Capitolio en Washington, DC, el mismo lugar donde, el 6 de enero de 2021, una enfurecida turba incitada por el 45° presidente de Estados Unidos cimbró los cimientos de la democracia estadounidense.

Durante cuatro largos años, Trump amenazó la convivencia pacífica mundial. Arremetió contra el multilateralismo y la cooperación internacional, castigó a los aliados de Estados Unidos y se hizo “amigo” de déspotas en todo el mundo. En su propio país, embistió sin pudor la división democrática de poderes, la transparencia, los medios de comunicación, la ciencia y el sentido común. Cuatro años aciagos en que el presidente fomentó el odio, la intolerancia, la supremacía blanca, la misoginia, la xenofobia y la polarización.

Donald Trump sin duda será recordado como el peor presidente en la historia de Estados Unidos.

Con la llegada de Joseph Biden y Kamala Harris a la Casa Blanca, vale la pena preguntarse: ¿cuál será el legado del Presidente Donald Trump? La lista es tan larga como ignominiosa. Nos enfocaremos en sólo tres, que creemos son desafíos enormes que la Administración Biden enfrentará en el ámbito nacional e internacional.

La deplorable manera en que manejó la pandemia del Covid-19 es quizás el legado más funesto de Trump. Primero la negó, después le mintió al público sobre su gravedad y finalmente la desdeñó. Con un costo enorme. Hoy, 24 millones de estadounidenses se han infectado y más de 400 mil han muerto por el coronavirus–más de los que murieron en la Segunda Guerra Mundial. El impacto de la pandemia en su economía ha sido brutal, y sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. La consultora McKinsey estima que la economía de Estados Unidos

Por supuesto que Trump no fue responsable de la enfermedad que en todo el mundo. Pero la forma displicente y deshonesta con que lidió con ella, y su aversión por la ciencia y las recomendaciones de los científicos (por ejemplo, su desdén por el cubrebocas), empeoraron una situación que ya era grave.

Su manejo de la pandemia fue copiado por un puñado de ¨líderes” displicentes, quienes también optaron por minimizar la gravedad de la enfermedad. Ahora sus países pagan el altísimo precio de vidas perdidas y economías asoladas; según la Universidad Johns Hopkins, Brasil ha tenido 8.511.770 casos y 210.299 muertos, México ha tenido 1.649.502 casos y 141.248 muertos, el Reino Unido ha tenido 3.443.350 casos y 90.031 muertos, y Rusia ha tenido 3.574.330 casos y 65.632 muertos. Todos son países con mandatarios nacionalistas o autoritarios.

La forma en que Trump trató a los migrantes, a los que pidieron asilo y a las minorías de su propio país no tiene precedente. socavaron décadas de esfuerzos que, con altibajos, se centraron en el asilo, la protección a los refugiados y la reunificación familiar. Al sur del río Bravo se recordará más a Trump por su intento fallido de construir un infame e inútil “muro” en los 2931 kilómetros de la frontera sur y obligar a México a pagarlo. Aunque, para ser exactos, la construcción del muro no fue su idea: entre 2006 y 2007, el Presidente George W. Bush construyó muchos kilómetros de muros y vallas en la frontera sur, y entre 2007 y 2015 el Presidente Barak Obama hizo lo mismo.

Sin embargo, el lado más vil y desgarrador de las políticas migratorias de Donald Trump fue la separación forzada, en la frontera de Estados Unidos con México, de miles de familias y miles de niños mexicanos y centroamericanos que abandonaron sus atribuladas y empobrecidas naciones en búsqueda de una vida mejor en Estados Unidos–545 de esos niños aún siguen separados de sus padres.

Sacó a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático. Entre tanto, 2020 era el año más caliente jamás registrado y los últimos seis años han sido los seis más calientes.

Suspendió apoyo económico crucial al Fondo Verde para el Clima mientras el Ártico y el Antártico se derretían y los incendios devoraban franjas enormes de bosques en la Amazonía, California, Indonesia y Australia. Mientras super ciclones abatían a la India y Bangladesh, forzando la evacuación de tres millones de personas. Y mientras 31 tormentas tropicales y huracanes del Atlántico azotaban a nuestras naciones–tantos que se agotó la lista de nombres de la Organización Meteorológica Mundial y debió recurrirse al alfabeto griego para bautizarlos.

Trump Revirtió la legislación sobre emisiones de CO2, químicos tóxicos y emisiones vehiculares, y sobre la protección de humedales, pesquerías y especies en peligro de extinción. Evisceró a la Agencia de Protección Ambiental y la cambió de una institución fundamentada en ciencia a una herramienta política, demoliendo su equipo científico de evaluación y aún eliminando la palabra “ciencia” de su misión. Trump llegó hasta el punto de ordenar que la tala a gran escala de árboles aumentará en las áreas federales.

Y, en un último arrebato en sus días finales como presidente, hace dos semanas la Oficina de Gestión de Tierras (BLM, por sus siglas en inglés) permitió la primera venta de concesiones para , uno de los lugares más prístinos de Estados Unidos, y hogar de renos, aves y osos polares migratorios.

Sobra decir que los abusos de Trump no hubieran sido posibles sin la complicidad de muchos, incluyendo a los miembros de su gabinete que le alcahuetearon y apoyaron sus disparates e injusticias, y que hicieron eco a sus mentiras. Esos excesos no hubieran ocurrido sin el apoyo de ilusos o inescrupulosos líderes políticos en todo el mundo quienes, dócilmente, celebraron sus caprichos con la esperanza de obtener sus favores o evitar que los maltratara. Y, a fin de cuentas, esas tropelías no hubieran sido posibles sin la complicidad de mezquinos senadores y congresistas republicanos quienes–por cálculo político, vergüenza o ambos–ahora intentan deslindarse del emperador desnudo caído en desgracia.

La historia los juzgará a todos.

El deshonroso derrumbe de Donald Trump es una lección de historia para los aprendices de déspotas en todo el mundo. Con su partida, Estados Unidos sale de uno de sus pasajes más sombríos. No será fácil, pero confiamos en que esta nación hermana emergerá fortalecida. Porque todos los estadounidenses merecen algo mucho mejor.

El mundo necesita a unos Estados Unidos estables, respetuosos y confiables que se sumen a la comunidad de naciones para enfrentar juntos los desafíos más cruciales que la humanidad y el planeta enfrentan.

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