Desde muy pequeña mis padres me decían que algún día estudiaría en la UNAM; ellos me inculcaron un sentimiento de honor y orgullo por esta gran institución. Siempre he admirado su majestuoso escudo, los colores azul y oro, la porra universitaria que logra emocionarme profundamente y el maravilloso campus central de Ciudad Universitaria.

Cuando concluí la escuela secundaria mi padre falleció, con la tristeza pegada al alma, el mundo lo veía distinto, son de esos momentos en que la realidad te cae como una cubeta de agua fría, pero con valor salí a investigar en dónde se obtenían las fichas para el examen y así llegué a la famosa Avenida del Imán para obtener la ansiada ficha.

Llegué a realizar mi examen en el imponente Estadio Azteca, junto con decenas de jóvenes. Fue tan imponente la experiencia que después del examen enfermé, seguro de la pura impresión. Después fueron semanas de espera para que llegara el resultado por correo. En aquellos años era muy sabido que si llegaba a tu buzón un sobre chico eras admitido y si llegaba sobre grande te habían rechazado pues te devolvían tus documentos.

Y recibí ¡sobre chico! Así gritaba el cartero, fue inmensa la alegría y una tranquilidad, así llegué a la Escuela Nacional Preparatoria “Erasmo Castellanos Quinto” la prepa 2 de la UNAM, la cual me quedaba muy lejos de mi domicilio, pero eso no me importaba pues lo fundamental era estar dentro.

Cuando culminé la preparatoria, gracias al pase automático logré continuar con mi carrera profesional, escogí la carrera de Pedagogía y me asignaron el plantel correspondiente a la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán (ENEP Acatlán) ahora FES Acatlán. Durante el trayecto de mi vida escolar en Acatlán, surgió en mí el deseo de ser profesora de la Universidad; así, un año antes de salir me incorporé a un programa que ofrecía la FES Acatlán de ayudantías, el cual consistía en realizar el servicio social como ayudante de profesor. En la FES Acatlán tuve la gran oportunidad de mi primer contrato como ayudante de profesor y luego como profesora definitiva y funcionaria.

También tuve la fortuna de ser admitida para estudiar la Maestría en Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ahí tuve los mejores profesores y una formación para la investigación que agradezco enormemente.

¿Qué significa para mí la UNAM en mi vida? Sin duda para mí significa un lugar donde los sueños pueden hacerse realidad. La UNAM me dio las bases para plantearme un proyecto de vida, una posibilidad de desarrollo social y profesional, me formó en valores como la libertad, responsabilidad y respeto, todo ello a través de eso que llamamos el currículo oculto, ese aprendizaje que se emana y se aprende a través de la cultura universitaria.

Hoy en día sigo teniendo el privilegio de ser docente de esta gran casa de estudios; estoy convencida que soy de piel dorada y sangre azul, que llevo tatuado en mi alma un puma. Actualmente colaboro también en otra gran Universidad y me dedico a formar líderes educativos, siempre convencida que la UNAM me inspiró a ello.

Felicito a la Fundación UNAM por toda su labor y el apoyo que puedan brindar a jóvenes que, como yo tienen un sueño, que sepan que se puede cumplir, pero con trabajo y esfuerzo. Gracias a todos los investigadores, académicos, administrativos, trabajadores de base y a todos y cada uno de los cientos de jóvenes que le dan sentido a esta universidad.

Coordinadora Académica del Doctorado en Liderazgo y Dirección de Instituciones EducativasUniversidad Anáhuac

Google News

TEMAS RELACIONADOS