El chaekgeori es una particular forma del bodegón en Corea donde los libros son el elemento principal. Proviene de una tradición del siglo XVIII que duró hasta la primera mitad del XX. Fue en el periodo Joseon cuando el rey King Jeongjo, promotor de la cultura en un periodo que dicen los entendidos sigue extendiendo sus brillos, lo puso de moda. Una recreación contemporánea de ese tipo de bodegón, a veces en lienzos, a veces como paneles de biombo, se exhibe en el Centro Cultural Coreano en Madrid.

La palabra chaekgeori que quiere decir libros y cosas me incita a saber de este género en desuso, que quizás tenga que ver con una vocación también en desuso entre los dirigentes del mundo: la lectura. Que un dirigente imprima su pasión por el arte o la ciencia a su período de gobierno es excepcional y puede derramar efectos en el tiempo. Las artes pueden salir beneficiadas así como la formación de jóvenes y de públicos. En Corea la cercanía con los libros no sólo era privilegio de elites. Aquellos bodegones evidenciaban una natural relación con ellos como objetos del entorno común. Que el rey Jeongjo se haya interesado por los libros tiene que ver con su natural deseo de ilustrarse y modernizar Corea, tal vez, con que su madre escribiera su autobiografía, Las memorias de Lady Hyegyeong, que son referencia para los historiadores. El abuelo del rey Jeongjo había matado a su propio hijo y dejado viuda a la autora de esas memorias que en su versión al inglés llevan por título Written in Silence (Escritas en el silencio).

Los libros y la lectura rompen el silencio siempre, pero son tan poco escandalosos y requieren tanto tiempo para formar parte del todo los días, que no han sido la ficha habitual del glamour del poder. Por eso llaman la atención estos lienzos que comparten parentesco con los gabinetes de curiosidades europeos donde los libros encuadernados en telas vistosas, colocados en patrones repetidos de manera horizontal o vertical, acariciando las repisas que parecen hamacarlos entreverados con una que otra vasija o flor sean una manifestación plástica que revele la naturalidad con que el objeto libro convivía en las casas. Los chaekgeori contemporáneos parafrasean una forma pictórica abandonada que nos revela que había una vez un rey admirador de los libros. Un rey que reconocía en ellos el diálogo moral y estético, el espejo de la condición humana, el intercambio de ideas y el peso de la duda que debía formar parte de la cartilla de todo ciudadano. Un rey cuya madre desahogaba en papel la vida de una princesa de la dinastía gobernante. Había una vez…. Parece mentira que una palabra ajena permita tirar del hilito para que tras las repisas de libros en los lienzos se despierte la curiosidad por la escritura de una mujer coreana del siglo XVIII. No cabe duda que ser un diletante y permitir que la curiosidad pasee a sus anchas expande la mirada y la noción de que la palabra escrita es la forma más cristalina de la memoria.

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