Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos
Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos

La tendencia a ver las adversidades como personajes se hizo ver en 1937 y en 1965. Mientras que estas páginas sugerían que el desierto había devorado las vidas de los extraviados, en la película lo compararon con un tigre. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Texto: Liza Luna y Raúl J. Fontecilla

En estas fechas lo bello no solo es la oportunidad de asustarse: es el mirarnos vulnerables y repensar –si así lo amerita– nuestro camino en la historia.

Fue Servando González el director encargado de llevar a las pantallas de cine una tragedia mexicana que tal vez dejamos en el olvido, pero que tuvo un legado importante en la modernización del país. La película de la que hablamos es Viento Negro , estrenada en 1965 y que se basa en la muerte de cuatro hombres perdidos en el desierto sonorense el año de 1937.

De entre todos los miedos que la mente contemporánea pueda tolerar, existe uno que no se menciona en colectivo con frecuencia, ni se le pone de protagonista en las cintas más taquilleras. El temor al entorno, al lugar donde uno se encuentra, y no hablamos de un espacio encantado o embrujado, sino al sitio que nos rebasa en todos los sentidos.

Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos
Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos

El cráter conocido como El Elegante es el más prominente de la sierra del Pinacate. La ceniza volcánica es parte de los factores que hacen letal al fondo negro. EFE.

Eso resulta en una amenaza tantas veces más probable que cualquier ente o bestia acechando nuestra integridad. En ocasiones, la realidad es más cruel y fulminante que la fantasía.

Un tren para conectar al país en pleno desierto

El suceso que nuestras páginas reportaron en su momento, con Lázaro Cárdenas en la silla presidencial (1934-1940), fue la muerte de cuatro personas a la mitad del desierto de Sonora , mientras completaban la tremenda labor de marcar el rumbo que tomaría el primer ferrocarril para conectar la península de Baja California con el resto del territorio.

La presidencia cardenista, dentro de todos sus movimientos nacionalistas, determinó como prioridad la ampliación de las vías férreas, y fue a través de la entonces llamada Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP) que comenzó a trabajar para crear una ruta en el actual municipio de Puerto Peñasco, donde además se construiría un muelle.

La misión puesta en manos del personal de la SCOP era un símbolo de la modernización de México tras la Revolución, debido al gran impacto que tendría y por lo arcaico de su realización, pues no contaban con facilidades tecnológicas para hacerle frente al desierto.

Ahora podríamos verlo con una simplicidad casi injusta, porque vivimos en la etapa más intercomunicada de la humanidad, pero en el 37, ese esfuerzo por partir al desierto en dos era la única forma de acabar con el aislamiento de Baja California y así evitar que se anexara al territorio estadounidense.

Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos
Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos

Servando González se inició como director de cine en la década de los 60. Poco antes de Viento negro, dirigió El asesino de tontos (Fool Killer) junto con Anthony Perkins, más conocido por personificar a Norman Bates en Psicosis (1960). ESPECIAL.

Servando González demostró comprender la gravedad de la situación: basta decir que la cinta se titula “viento negro” por ser ésa la expresión que usan las comunidades cercanas al Gran Desierto de Altar, en Sonora, para llamar a las tormentas de arena combinadas con restos de ceniza y polvo del volcán de El Pinacate, cercano a la zona. Esa mezcla oscurece toda la vista y acentúa la ya hostil naturaleza del desierto.

La tragedia en el desierto de El Altar

Quien comandaba el trazado de la ruta en el Desierto de Altar era Jorge López Collada, ingeniero de la SCOP, acompañado por los cadeneros Jesús Torres y Jesús Islas, y el conductor Gustavo Sotelo. Las circunstancias que llevaron a su muerte son la demostración de lo frágiles que somos cuando la amenaza es del tamaño de un ecosistema.

Pasaron más de ocho días de búsqueda cuando el Departamento de Publicidad y Propaganda informó a este diario, el 7 de julio de 1937, que por fin los aeroplanos de la Fuerza Aérea, comandados por el capitán Antonio Cárdenas, detectaron el rastro de huellas de los desaparecidos, que se creyó habrían ido hacia la costa en busca de agua.

Al día siguiente, bajo el titular “SE LOS TRAGÓ EL DESIERTO..!”, se publicó la noticia del hallazgo de los restos mortales de los cuatro hombres. Para resaltar el tinte desesperanzador, murieron estando cerca de la Bahía de Adair, una zona conocida por sus humedales.

Se encontró primero el cuerpo de López Collada y millas más adelante, el de los cadeneros, de modo que se concluyó que el ingeniero fue la primera víctima del Altar.

Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos
Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos

A pocos días del hallazgo, los restos de las víctimas del calor del desierto llegaron a la capital en un avión especial, y durante el sepelio se vio a las viudas consolarse entre sí. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Jorge López Collada tenía solo 30 años de edad y acababa de casarse poco antes de mudarse a la zona de trabajo en Sonora, para planear la ubicación del ferrocarril que iría de Fuentes Brotantes a Punta Peñasco (sic). El mes de marzo anterior, cuando se inauguró la obra, citó las palabras grabadas en el Hotel Barbara Worth de California:

“El desierto esperaba silencioso, candente y fiero en su desolación, reteniendo sus tesoros bajo el signo de la muerte, contra la llegada de los hombres fuertes”.

Los reporteros de esta casa editorial se preguntaron si aquella frase se trataba de un presentimiento o de un reto al desierto, aunque jamás pudo obtenerse respuesta.

Viento negro, entre el drama, el terror y el horror

Los reportes en EL UNIVERSAL y lo después dramatizado en la cinta de 1965 mostraron que el clima en esa parte de Sonora era insoportable, al menos 50° C. La falta de sombra y la pesadez de la arena parecieran haber convertido al desierto en una especie de villano omnipresente para la labor de estos hombres.

Quedaron varados a cuarenta kilómetros de su campamento y lejos de cualquier punto de ayuda, asediados por el abrasador sol, por lo que se vieron obligados a caminar sin muchas provisiones y con la posible amenaza del viento negro que podía sepultarlos en la caliente arena.

Pasaron horas de agonía sintiendo cómo su cuerpo perdía fuerzas por la deshidratación y cansancio. El equipo de rescate lo integraron varios pilotos de la Fuerza Aérea, el aviador estadounidense Karl Perry –un conocedor de la región- y tres camionetas, que de hecho recibieron provisiones desde el aire cuando sus vehículos cedieron ante el calor.

Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos
Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos

Aunque el paisaje luzca impresionante, no hay que olvidar lo extremo que resulta el ambiente desértico bajo el sol cuandono hay dónde resguardarse del calor. Especial.

La redacción de este diario lo expresó de tal forma que pareciera que ya entonces la tragedia era lo bastante impactante para asociarse con la ficción, pues respecto a los detalles del suceso se dijo “parecen arrancados de una novela de aventuras o de una truculenta película cinematográfica”.

“Sin embargo, son tan ciertos, tan reales, que crispa los nervios pensar en la horrorosa muerte…”, se leía.

Pero, la cinta de Servando González no solo muestra la muerte de los cuatro hombres, sino que ofrece una vista panorámica de lo complicadas y peligrosas que eran las labores de modernización en esa época.

Hablando sobre el aspecto narrativo de Viento Negro, tenemos de protagonista a Manuel Iglesias, interpretado por el actor David Reynoso (1926-1994), como un comandante especializado en la construcción de rutas ferroviarias.

Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos
Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos

David Reynoso participaría en más de cien películas, pero su primer protagónico fue en Viento negro. Archivo EL UNIVERSAL.

Con personalidad brusca y explosiva, Iglesias lidia con un pesar psicológico y emocional provocado por la falta de contacto con su familia, sobre todo con su hijo Jorge, el joven ingeniero que moriría en el desierto.

Aquella labor aísla a todos los involucrados, llevándolos a lugares hostiles y donde corren riesgos que pueden acabar con su calidad de vida. Los caminos no son lugar para comenzar una familia, recita una canción, y eso es lo que azota a Manuel y a sus hombres, que deben ignorar su soledad con tal de conectar las vías mexicanas.

Tal escenario provoca reacciones distintas en el público: tensión, angustia o en el caso de espectadores más empáticos, un poco de temor. La doctora Claudia Chantaca de la UAM, especialista en teoría literaria e historia cultural, nos dice al respecto que a pesar de esas reacciones, Servando González resaltó el papel de los obreros de la SCOP, quienes quedan como “héroes” una vez que conocemos las dificultades y sacrificios por los que pasaron.

Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos
Viento Negro: los muertos de Sonora que no recordamos

Además de Viento Negro, Servando González dirigió películas como El escapulario, Los de abajo, e incluso se dice que fue el encargado de filmar los sucesos de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, por encargo del gobierno. ESPECIAL.

De hecho, nos explica que se trata de un drama social porque la temática principal gira entorno a la vivencia del progreso nacional que experimenta el protagonista. Esto se puede ver en los vínculos de Manuel con su hijo, con sus compañeros de trabajo y consigo mismo, pues queda claro que “partir el desierto” es una ambición personal.

Si nos quedan dudas, basta recordar en la escena final cómo hay una celebración por las obras, durante la cual se ven dos cruces con la frase “Pa los que murieron”, casi como si el director hubiera plasmado un poco de la cultura mexicana del día de muertos que en efecto, para gran parte de la población tiene vigencia todo el año, cuando se trata de compartir el momento de recordar difuntos.

La historia de nuestro país está construida sobre las pérdidas y sacrificios de personas que aceptaron enfrentarse a condiciones extremas y mortales para lograr un bien colectivo. En este caso, su memoria y dolor quedó enterrado en las arenas del desierto, que acabó de manera agobiante con sus vidas, pero gracias a ellos hoy podemos adentrarnos a un lugar tan letal con mejores oportunidades de supervivencia.

  1. Fuentes:
  2. Entrevista con Claudia Chantaca, licenciada en letras hispánicas por la UNAM y doctora en teoría literaria e historia cultural por la UAM.
  3. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
  4. Archivo EL UNIVERSAL.
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