Como herencia de su pasado virreinal, la capital aún atesora algunos nichos en sus construcciones, mismos que se revelan a los ojos del curioso paseante. Antes era común que los propietarios colocaran pequeñas esculturas de santos de su devoción, por motivos religiosos y sociales.
Texto: Ruth Gómez y Carlos Villasana
Todas las calles de la ciudad de México tienen detalles que pueden dar de qué hablar: ya sea por la historia de alguien que la habitó, por su tipo de arquitectura, por sus colores o simplemente por la alcaldía o colonia en la que se encuentran.
Si bien hoy en día es sumamente común ver altares dedicados a vírgenes, santas y santos a nivel de calle, en la época colonial lo más común era colocarlos en alguna parte de la fachada.
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La fotografía antigua es del edificio que en su planta baja aloja al conocido almacén Telas Junco a mediados de los años cuarenta, en el Centro Histórico, el cual está situado en la esquina de 20 de Noviembre y Venustiano Carranza. Colección Carlos Villasana. La foto a color es del 2019 del mismo edificio y fue tomada de Google Maps.
Según el libro Centros Históricos, Vocabulario editado por la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, que dirigía el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez en 1980, un nicho es un:
“Hueco profundo que se hace en un muro, generalmente semicilíndrico y terminado por un cuarto de esfera, con una superficie horizontal en su parte inferior, que sirve para colocar algún elemento escultórico o decorativo.”
Ese elemento “escultórico o decorativo” solía ser la representación de alguna figura religiosa a la que era devoto el propietario de aquél hogar o predio.
El doctor en Historia del Arte, Miguel Ángel Rosas explicó a esta casa editorial que en la época de la Nueva España, el nicho tenía un significado tanto religioso como social, ya que al mismo tiempo que permitía expresar la fe, también se convertía en un punto de encuentro para quienes compartieran esa devoción.
Según Rosas, el nicho religioso constituía un tipo de escenario debido a que algo que hoy en día es por lo general privado (cualquier práctica religiosa), en aquellos tiempos eran compartidos por quienes habitan diversas zonas de la capital, que para ese entonces se limitaba a ciertas calles del hoy Centro Histórico y que poco a poco se fue expandiendo.
“Los nichos tenían esa utilidad de espacios públicos sacralizados a partir de la instalación de creencias en torno a ellos y el significado que tenían para los habitantes. El carácter del nicho urbano fue brindar seguridad espiritual y física y paradójicamente en segunda instancia servir de punto de referencia ante una ciudad que se transformaba”.
Una toma del Hotel Majestic en los años treinta en las calles de Madero y Monte de Piedad en el Centro Histórico. Colección Carlos Villasana.
Sobre esto, en el artículo “Un camino de imágenes santas, emociones y arte” de la revista Centro, María Elena Ross escribió que uno de los nichos más antiguos de la capital se encuentra en la calle de Misioneros 9, en el Centro Histórico y que contiene una figura dedicada a San Miguel Arcángel, perteneciente al siglo XVII.
Se puede inferir que la imagen tenía la intención de transmitir el mensaje de que el arcángel estaba protegiendo a los habitantes de ese hogar de “todo mal”. También hablan de otro santo que se encuentra un par de calles más adelante, San Francisco Javier, quien murió en el “lejano oriente defendiendo su fe”.
Aquellos nichos que tienen la imagen de María, el Niño Jesús y San José representaban la unidad de la familia y de protectores ante eventos inesperados. Según la publicación, San José fue por un tiempo el Santo Patrono de la Nueva España.
Entre las vírgenes y santos que cuidaban las calles del centro se encuentran las Vírgenes de La Soledad o La Merced, del Carmen, María con el Niño Jesús en brazos; el Sagrado Corazón de Jesús, el apóstol Santiago el Mayor y la Virgen de la Merced, entre otros.
Algunas de las fotografías con las que se ilustró el artículo sobre nichos en 2006 para la revista Centro. Crédito INAH.
La llamada Casa de las Ajaracas alrededor de 1930, situada en la esquina de las calles República Argentina y República de Guatemala, antes llamadas Escalerillas y Rélox. La historia de esta construcción se remonta al siglo XVI con modificaciones en el XVIII y perteneció al mayorazgo Nava Chávez; hoy sólo se conserva la parte del fondo que alberga al Museo Archivo de la Fotografía. Colección Carlos Villasana.
El doctor en Historia del Arte, Miguel Ángel Rosas, dice que el uso del nicho se diluyó cuando empezaron los cambios en la sociedad de la Nueva España -después llamada México- y cuando inició su crecimiento:
“Esta cualidad de lo sagrado se ha trasladado a espacios donde el tiempo sigue siendo otro, los barrios y zonas populares de esta ciudad. El nicho, a mi parecer, se transformó en altar callejero. (...) La escultura ha dejado sólo al nicho como objeto arquitectónico”.
Le preguntamos a una transeúnte llamada Silvia Ramírez si alguna vez se había percatado de estos nichos en ciertas calles del Centro Histórico, nos comentó que, de hecho, los empezó a ver cuando hizo su servicio social para la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en Palacio Nacional.
Cuando salía de sus actividades caminaba por los alrededores del palacio y se dio cuenta que estaban estas imágenes “mirando” desde las alturas, tenía cierto conocimiento de los santos por la religión con la que creció, pero que sin duda le causaron curiosidad porque “los colocaban para reafirmar la fe”.
Por la zona en la que vive, es muy común ver nichos o altares callejeros dedicados a diferentes vírgenes o santos y recuerda que el “otro día”, vio un nicho incrustado en la fachada de una casa y recuerda que pensó “órale, todavía lo hacen”.
Silvia ha escuchado que los altares callejeros sirven para varias cosas, una es la expresión de fe y agradecimiento, generando así un sentido de comunidad para que la gente que pase por la calle se sienta protegida y la otra es el respeto, “algunos vecinos dicen que al menos con un altar en la calle, la gente ya no pondrá su basura en esos sitios”.
En algunas casas de la capital aún vemos nichos, como en esta situada en la esquina de Xola y Heriberto Frías, en la colonia Narvarte. En su fachada se observa una pequeña escultura de la virgen de Guadalupe. Crédito: Angélica Navarrete R. / EL UNIVERSAL.
- Fuentes:
- Miguel Ángel Rosas, Dr. en Historia del Arte.
- Artículo “Un camino de imágenes santas, emociones y arte” de María Elena Ross, Revista “Centro. Guía para caminantes”, núm. 26, febrero de 2006.
- Libro “Centros Históricos, Vocabulario” editado por la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, 1980. Al interior del libro se explica que los textos y la dirección del libro estuvieron a cargo del Arquitecto Vicente Medel Martínez, Director General de Obras en Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural.