Miguel Ángel de Quevedo, el legendario defensor de árboles desde el Porfiriato
Miguel Ángel de Quevedo, el legendario defensor de árboles desde el Porfiriato

Busto de Miguel Ángel de Quevedo en la Calzada Taxqueña, Ciudad de México, el cual fue develado en 1948. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.  

Texto: Marco Salas

Durante los años 1893 y 1899 hubo un inaudito destrozo de bosques en Puebla y Veracruz, lo cual advirtió Miguel Ángel de Quevedo , luego de ello empezó a predicar en una plaza pública la necesidad de legislar y actuar en beneficio de los recursos forestales.

“Entre el pueblo mísero que lo escucha en las barriadas, comienza a susurrarse un nombre: el Apóstol del Árbol . Así lo bautiza el pueblo, y el nombre le quedará”, detallaba EL UNIVERSAL el 4 de noviembre de 1937, donde destacaba que aquel hombre había hecho crecer el Bosque de Chapultepec , iniciado la construcción del Parque Balbuena , la forestación y reforestación de calzadas y promovido la necesidad de sembrar arboledas en torno a la Ciudad de México.

Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta nació el 27 de septiembre de 1862 en Guadalajara, Jalisco , y murió a sus 83 años, tras haber realizado múltiples obras y proyectos en pos del aprovechamiento de los recursos ecológicos en México.

Estudió ingeniería en Construcción de Puentes y Calzadas en Francia, país al que se mudó cuando quedó huérfano de pequeño y al cual tuvo que irse junto con sus hermanos a la ciudad de Bayona, ubicada al suroeste de la nación francesa, para vivir con su tío Bernabé de Quevedo cerca de las áreas verdes y los bosques de los Pirineos Atlánticos.

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Un retrato de Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Regresó a México a finales del siglo XIX especializado en Agricultura Hidráulica y de inmediato fue contratado por el gobierno de Porfirio Díaz para intervenir en proyectos como la construcción del Gran Canal de Desagüe del Valle de México (una serie de túneles diseñados que desaguan la cuenca del Valle y evitan inundaciones en la Ciudad de México , en el que trabajó hasta 1889) y para hacer notar la urgencia del país por regular la distribución del agua y la existencia de bosques.

Por ello se le conocería popularmente como el “Apóstol del Árbol”, según el artículo “Miguel Ángel de Quevedo, los barcelonnettes y la construcción de la fábrica de Santa Rosa”, de Bernardo García Díaz.

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30 de julio de 1950. Homenaje al “Apóstol del Árbol”, ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, a cuya memoria fue erigido en Coyoacán un busto. En la imagen se observa a muchachos exploradores haciendo guardia de honor a su alrededor. Archivo EL UNIVERSAL.

Quevedo trabajó entre 1890 y 1893 como director de Obras Portuarias en Veracruz, donde mitigó con reforestación el impacto de las tormentas de arena que dificultaban la construcción de un gran dique a la entrada de la bahía y también durante su último año como director demostró que la producción de energía eléctrica se reducía en las presas cuyas áreas tenían árboles talados. Esto de acuerdo con el séptimo número de “Un periódico en la cultura” de tiraje mensual del año 1900.

El ingeniero también fue un trabajador del sector privado. Recién llegado a México levantó una iglesia y un conjunto habitacional para la tabacalera “El Buen Tono”, empresa en la que laboraba y que dominaba parcialmente el mercado en ese entonces.

Además destacó en el rescate de edificios y fábricas afectadas por temblores , por lo que le apodaron “el ingeniero contra catástrofes”, de acuerdo con algunas recopilaciones de su autobiografía, Relato de mi vida (1943).

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Los alrededores de la Plaza de San Juan durante la inauguración del Templo de Nuestra Señora de Guadalupe, también conocido como la Iglesia de "El Buen Tono", el 12 de diciembre de 1912. Esta construcción es obra de Miguel Ángel de Quevedo y fue edificada por Ernesto Pugibet, propietario de la vecina fábrica de cigarros El Buen Tono. Foto: Colección Particular.

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El cruce de las avenidas Bucareli y Chapultepec y la calle de Turín a inicios de los años 70. Destaca el conjunto habitacional de El Buen Tono, también conocido como Conjunto Mascota, construido entre 1912 y  1913 por Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Colección Mario González.

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Imagen de mediados de los años 40 donde se aprecia el edificio de "Las Fábricas Universales", obra de Miguel Ángel de Quevedo, situado en la esquina de 5 de Febrero y Venustiano Carranza (CMDX). El inmueble se mantiene en pie. Foto: Colección Carlos Villasana.

“Es preservar la vida trabajar por el árbol”

“En las sociedades modernas se ha considerado la conservación forestal como una función necesaria y obligatoria del Estado, puesto que la vegetación es el elemento primordial de la vida”, declaró el ingeniero Quevedo durante una conferencia en el puerto de Veracruz en 1923, rescatada en el artículo “Revolución y paternalismo ecológico: Miguel Ángel de Quevedo y la política forestal en México 1926-1940”, de Christopher R. Boyer.

Dicha declaración estuvo basada en el pensamiento intelectual que devino con el Porfiriato, el cual sostenía que la decadencia de las grandes civilizaciones antiguas, como Egipto y Grecia, había derivado de la pérdida de tierras forestales y de la desertificación de las tierras agrícolas.

Por ello, una de las primeras acciones de Miguel Ángel fue abogar por la aprobación de leyes que regularan la manera en que las comunidades rurales utilizaban los bosques, ya que algunos campesinos eran negligentes con la tala de bosques, que resultaba excesiva, lo cual representaba una amenaza importante, según Bover.

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“El problema de la desolación forestal, exposición de productos combustibles”, nota del 13 de febrero de 1930 donde se destacaba el trabajo de Quevedo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

De hecho, no serían las únicas acciones de Miguel Ángel, ya que años antes, el 11 de noviembre de 1921 fundó la Sociedad Forestal Mexicana (SFM), el primer organismo que reconoció que la ruina del país podría estar en el desprecio hacia la naturaleza, bajo el lema “es preservar la vida trabajar por el árbol”.

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13 de febrero de 1930. Pensamiento y autógrafo ofrecidos a EL UNIVERSAL por el presidente de la Sociedad Forestal Mexicana, Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Dos años más tarde, en 1923, la SFM empezó a publicar la revista México Forestal, que difundía ideas sobre el cuidado de la fauna silvestre, los bosques, las especies acuáticas impulsando el establecimiento de zonas verdes y de refugio para animales en México, de acuerdo con una publicación de este diario del 28 de mayo de 1945. La revista desapareció junto a la SFM en 1978.

La zona verde más importante otorgada al país por el ingeniero Miguel Ángel fue una hectárea de su rancho “Panzacola” , donada en 1901, para que seis años después, en 1907, se convirtiera en el primer vivero forestal mexicano con una superficie de 39 hectáreas y que hoy se conoce como los Viveros de Coyoacán , según el Archivo Histórico de la Ciudad de México.

En la fotografía de principios del siglo XX vemos a un joven jardinero en los Viveros de Coyoacán, terreno que era propiedad del ingeniero Miguel Ángel de Quevedo y que fue donado para la creación de esta zona forestal que aún podemos ver. En la imagen del 2013 se aprecia al fondo un corredor en el mismo parque, más de 100 años después. Fotos: Colección Carlos Villasana y Sara Pantoja / Archivo EL UNIVERSAL. Diseño web: Luis Morales.

Esta es la prueba de que el ingeniero Quevedo, al menos dos décadas antes de su conferencia en Veracruz, ya pensaba en formas de volver a México un país que apreciara sus recursos ecológicos.

Aunque el despunte de su carrera fue en 1926, cuando logró que el presidente Plutarco Elías Calles promulgara la primera ley forestal de México .

Esta ley tenía, entre otros objetivos, la generación de empleos en el sector forestal para el beneficio de ejidatarios, la participación de las comunidades en la protección de sus recursos y el establecimiento de programas, investigaciones e infraestructura en pos de la naturaleza.

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Las calles del antiguo barrio de Coyoacán alrededor de 1930. Del lado derecho se encuentran los inconfundibles Viveros con sus enormes paseos arbolados que se conservan hasta la actualidad. Foto: Colección Carlos Villasana.

Para esta fecha, Miguel Ángel de Quevedo había plantado cadenas de árboles en las afueras de la Ciudad de México y con ello mitigó las inundaciones que la afectaban.

También formó pequeños bosques alrededor de algunas estaciones ferroviarias del país y consiguió que el diseñador del Central Park de Nueva York, Frederick Law Olmsted, colaborara en la construcción de diversos parques urbanos en el país, de acuerdo con el artículo “Miguel Ángel de Quevedo, el Apóstol del Árbol” de la Comisión Nacional Forestal.

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Diciembre de 1938. Plantación de un joven ahuehuete en uno de los prados del Museo Zoológico de Chapultepec dedicado a Miguel A. Quevedo, quien presidió el simbólico acto. El ahuehuete fue sembrado con tierra traída de todos los estados de la República. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Quevedo, junto con otros científicos y aliados políticos trabajaron por la implementación de un Día del Árbol en México .

Fue él quien en 1902 inició la celebración, aunque ésta fue interrumpida por la Revolución Mexicana en 1913 y se retomó a partir de 14 de febrero de 1922, con la costumbre de plantar miles de árboles en parques públicos, jardines y avenidas.

Según una nota de EL UNIVERSAL, en 1924 participó en los festejos la poeta Gabriela Mistral , quien habló con “sentida emoción y acostumbrada belleza”.

Sin embargo, el Día del Árbol se concretó hasta el 1 de julio de 1959 bajo Decreto Presidencial de Adolfo López Mateos, y fue asignado al segundo jueves de julio, como se conmemora actualmente como una medida didáctica para prevenir desastres forestales y comenzar a inculcar una cultura ambiental en los ciudadanos del país.

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Publicaciones donde se destaca la conmemoración del Día del Árbol en 1931 y 1946. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

En el mismo decreto se instituyó de manera permanente la Fiesta del Bosque , una celebración dedicada a la divulgación de los métodos de protección y aprovechamiento forestal durante todo el mes de julio, acorde con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, SEMARNAT.

La herencia forestal que nos dejó Quevedo

El compromiso y amor que Quevedo tenía por el medio ambiente se reflejó a lo largo del impulso a la creación de reservas y parques nacionales , así como el buen funcionamiento de los bosques y la protección de la vida silvestre.

El 29 de julio de 1942, una comisión de vecinos del barrio de Chimalistac, en donde se grabó la primera película sonora de México, “Santa”, se congregó para pedirle al Lic. Javier Rojo Gómez , en ese entonces Jefe de Departamento Central, que no permitiera el proyecto de apertura de una carretera que uniría a Insurgentes con Tlalpan, pues significaba la destrucción de uno de los rincones más privilegiados y hermosos de la Ciudad.

Entonces, el ingeniero Miguel Ángel, como Jefe del Departamento Autónomo Forestal envió una carta al Lic. Rojo Gómez en la cual le hizo saber que el presidente estaba enterado de la importancia histórica y del atractivo del barrio.

La sugerencia, basada en información de la Dirección de Obras Públicas y la Comisión de Mejoras, fue ampliar la Avenida del Pedregal, ubicada a 100 metros del lugar en cuestión, hasta San Ángel para así evitar afectaciones en Chimalistac.

“Confío por lo expuesto tenga a bien ordenar se enmiende el trazo del nuevo plano de esa Avenida del Pedregal, ya que de llevarse a cabo se me ocasionarán perjuicios notorios y sobre todo un importante aumento en su costo por las indemnizaciones que tendría que pagar a mí y a los demás afectados, además de que se perjudicaría a los transeúntes y obreros y aun a las arboledas y plantas floridas cercanas, dando un pésimo aspecto a un lugar antes bello y sano”, firmó Quevedo, según una nota de EL UNIVERSAL.

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29 de octubre de 1937. Homenaje a Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

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En la Ciudad de México una estación de la Línea 3 del Metro lleva el nombre del ingeniero y arquitecto defensor de los árboles Miguel Ángel de Quevedo, su símbolo: un árbol. Foto: Ramón Romero / Archivo EL UNIVERSAL.

La trayectoria de Miguel Ángel sería reconocida en los medios y el 9 de noviembre de 1945 se le nombró “Hijo de la Patria” durante un homenaje que se rindió en su honor en el Anfiteatro Bolívar. Además, seis días antes, la Academia Mexicana de Educación Integral lo reconoció como “Hijo Distinguido de México” .

Para el final de su carrera, Quevedo había creado la Junta Central de Bosques y Arbolados (antes que la SFM, esta fue la primera organización ambiental que fundó) y su herencia se reflejó en las escuelas forestales que estuvieron ubicadas en Santa Fe, Coyoacán y Tlalpan; además de las estaciones forestales de San Luis Tlaxialtemalco, Nativitas, en Xochimilco, y el Desierto de los leones, en Santa Fe.

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30 de septiembre de 1935. Manifestación en honor de Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL

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17 de julio de 1946. Funerales de Miguel Ángel de Quevedo en el panteón Francés de esta capital. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Incluso, su casa, en la que vivió junto con su esposa veracruzana, María Adolfina de la Luz, era un enorme jardín botánico entre las Alcaldías de Coyoacán y San Ángel y que hoy es conocida como la Casa del Sol , que en su interior cuenta con una placa en homenaje a Venustiano Carranza, pues allí se redactó la Constitución de 1917, según una publicación de este diario del 28 de septiembre de 1943.

Después de que murió, el 15 de julio de 1946, se cambió el nombre de la Calzada Taxqueña por “Miguel Ángel de Quevedo” y se erigió un busto en su honor sobre dicha vía, en la cual se ubicaba el Parque Arborétum que fue propiedad del ingeniero.

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14 de marzo de 1948. Busto a Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

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En marzo de 1948, durante la develación de un busto a Quevedo, un grupo de niños sembró árboles para homenajearlo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

En el “arborétrum” se preservaban distintas especies de árbol como el Árbol de Agar , proveniente de Turquía; La encina , árbol legendario para los antiguos pueblos griegos y egipcios; el Sakaki , el árbol más sagrado del imperio del Sol Naciente en Japón; el álamo de la República Dominicana, entre otros, de acuerdo con una nota de este medio del 22 de marzo de 1942.

“MURIÓ EL APOSTOL DEL ÁRBOL. No quisiera dejar sin comentario la muerte de un anciano que gozó de unánimes simpatías en la República y que, en efecto, ya muy entrado en años, rindió tributo y confundióse con las raíces de sus amigos los árboles. ¿Qué será de nuestras menguantes riquezas forestales ahora que no queda ninguna voz autorizada para defenderlas?”, rememoró EL UNIVERSAL el 9 de agosto de 1946.

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2 de julio de 1948. Un cartón de Audiffred en memoria de Miguel Ángel de Quevedo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

  1. Fuentes:
  2. Hemeroteca de EL UNIVERSAL.
  3. Relato de mi vida (1943), autobiografía de Miguel Ángel de Quevedo.
  4. Miguel Ángel de Quevedo, los barcelonnettes y la construcción de la fábrica de Santa Rosa, de Bernardo García Díaz.
  5. Revolución y paternalismo ecológico: Miguel Ángel de Quevedo y la política forestal en México 1926-1940, de Christopher R. Boyer.
  6. Miguel Ángel de Quevedo, el Apóstol del Árbol, artículo de la Comisión Nacional Forestal.
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