Texto: Carlos Villasana
En la antigua Tacubaya floreció una exitosa fábrica de calzado a inicios del siglo XX, con el nombre de Excélsior. Su fundador fue un hombre singular, siempre reconocido por el cariño y buen trato que profesó a todos sus trabajadores.
Se le reconoció tanto que en reconocimiento a su persona una calle aún lleva su nombre, nos referimos a don Carlos B. Zetina.
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Para conocer más sobre este empresario platicamos con la arquitecta Daniela Osorio Olave, quien realiza una investigación doctoral del antiguo barrio de Tacubaya, quien nos comentó que para los vecinos del rumbo y de las colonias Escandón y Condesa, el nombre de Carlos B. Zetina evoca una calle de la zona.
Esta vía corre desde la lateral del Viaducto y llega hasta el Eje Benjamín Franklin, donde interrumpe su recorrido para dejar pasar al Metrobús y reiniciar su trayectoria cruzando el eje para desembocar en Alfonso Reyes.
Caminando por sus aceras hay numerosas casas, vecindades y modernos edificios de viviendas; una oficina de Correos de México, todo tipo de negocios, incluyendo una de las gasolineras más antiguas de la zona en el cruce con José Martí, y hay también varias escuelas de todos los niveles, por lo que todos los días transitan por sus banquetas niños, niñas y jóvenes acompañados por sus familiares.
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La doctora Osorio Olave afirma que pocas son las personas que saben quién era don Carlos B. Zetina y por qué esta interesante calle -que alguna vez fue el límite entre Tacubaya y la pequeña colonia La Chinampa- hoy lleva su nombre.

A fines del siglo XIX, las calles llevaban el nombre de Santo Domingo, Carrasco, Colonos y Porvenir. Para 1925 se les había dado el nombre de Ayuntamiento; y para 1936 ya tenía el nombre que conocemos hoy.
¿Y quién fue Carlos B. Zetina? De acuerdo con la investigación publicada en la revista de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, Carlos B. Zetina nació en San Andrés Chalchicomula, Puebla, el 14 de enero de 1864.
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Tras ser apoderado general de una empresa curtidora, se independizó y junto con su hermano, Joaquín, sentaron las bases de la empresa Curtiduría Mexicana, que funcionó de 1900 a 1906.

Zetina se dedicó a la confección de calzado y creó la marca Excélsior. En 1912 fue diputado por Tacubaya, en 1918 presidente de la municipalidad de México, luego senador, y pudo ser un candidato para ocupar la Presidencia de la República en 1924, pero renunció ante las amenazas de muerte de Plutarco Elías Calles.
Fue presidente de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) y de la Sociedad Olímpica Mexicana, miembro del Consejo de Administración de la Compañía Nacional de Seguros y socio accionario en la creación del Banco de México.
Aunque Joaquín, el hermano de don Carlos B. Zetina, inició el negocio de la curtiduría, Carlos fue quien lo impulsó y explotó. Tras aprender todo lo relacionado al cuidado y tratado de las pieles, su materia prima, comenzó la distribución a través de su peletería.

En 1902 se fusionó con la empresa fabricante de calzado The Good Year, y una vez ahí, transformó el antiguo modelo de producción por uno sistematizado, al combinar la parte manual de artesanos calificados con las máquinas. Tiempo después se cambió el nombre de la fábrica por el de Excélsior.
Fábrica de zapatos de alta calidad en Tacubaya
En enero de 1904 el popular semanario El Mundo Ilustrado visitó la fábrica Excélsior y realizó un recorrido enalteciendo el rápido posicionamiento de la marca:
“La gran fábrica de calzado establecida en Tacubaya, por los señores Carlos B. Zetina y compañía, montada conforme a los adelantos modernos, ha venido a satisfacer una de las necesidades más apremiantes que se hacían sentir en la población, pues nadie ignora el precio verdaderamente alto al que se expende el calzado de procedencia americana, en la plaza, a diferencia de las condiciones de durabilidad y elegancia de los zapatos que aquí se fabrican”.
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La revista también difundió “la inmejorable calidad de los productos de su fábrica, tan apreciados, como los mejores en su género, hay que agregar las ventajas que para el consumidor ofrece su extremada baratura”.


La publicación resaltó las ventajas del modelo que calificaba como el nuevo centro industrial, debido a la combinación de la maquinaria de alta gama y el gran número de operarios que, con los adelantos y velocidad de producción, habían logrado en muy corto tiempo la apertura de otras sucursales, incluso una en Puebla.
Para que nuestros lectores se formen una idea de la gran importancia de la fábrica, diremos que sólo en el año de 1903 fabricó calzado por valor de 469 mil pesos, habiendo pagado a sus operarios cerca de 51 mil pesos por la manufactura. El número de pares de zapatos fabricados fue de 78 mil 200.
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La publicación abordó las dificultades que don Carlos B. Zetina tuvo que enfrentar al principio con sus obreros, pues hubo la necesidad de traer operarios de los Estados Unidos quienes sabían manipular las máquinas y enseñaron el manejo a los mexicanos.
Los que entonces fueron aprendices con un sueldo de 75 centavos diarios, “son ahora oficiales que ganan de tres pesos a cuatro pesos al día, en cuanto a los materiales que se emplean en la manufactura del calzado, se importan de los Estados Unidos y Europa, desde el simple hilo hasta la piel más fina”.
Otra cuestión que rescató la publicación fue la ventaja que en su tiempo tuvo la importación de grandes cantidades de materia prima, lo que permitió que hasta el calzado más fino se vendiera a precios razonables.
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Incluso la publicidad del calzado Excélsior reflejaba un compromiso de lealtad y honestidad con los consumidores difícil de superar, ya que incluía los precios de los zapatos para dama y caballero, lo cual no era común en aquellos tiempos.

Frases como: “No existe en el mundo un calzado semejante que sea tan bueno, barato y cómodo como éste”. Otro anuncio señalaba “El propietario de esta fábrica no tiene la necesidad de decirle que es calzado extranjero, porque tiene la conciencia de que los materiales que usa en la construcción es lo mejor de lo mejor”. Al final de cada anuncio se podía leer “Tacubaya, D.F.”.
A principios de 1921, EL UNIVERSAL ILUSTRADO visitó las instalaciones de la fábrica de zapatos de Tacubaya, escribiendo sólo elogios para empleados y administradores.
Según se afirmó, un par de zapatos Excélsior pasaba por 120 máquinas distintas, con una producción diaria estimada de 2 mil pares. "Un pedazo de cuero y otro de suela pueden convertirse en un par de flamantes botines en 18 minutos escasos, claro está que para la perfección se termina en ocho días", indicó EL UNIVERSAL ILUSTRADO.

Además de gran producción, el punto más fuerte de la empresa era su mano de obra. "[En la fábrica de Zetina] el trabajador goza de cuantas comodidades pueda ambicionar y su provenir no solamente está asegurado, sino que hasta garantizado", se informó.
La empresa permitió a 200 empleados continuar con sus estudios, gracias a la escuela particular que se construyó dentro de sus instalaciones; ahí asistían los hijos de los trabajadores. También se estableció una "sociedad mutualista y otra cooperatista", para acompañar a los empleados en "trances difíciles de la existencia".
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"No podemos menos que felicitar al señor Carlos B. Zetina por su obra y sentirnos orgullosos de poseer en México un negocio honrado de la industria nacional, digna competidora de las casas extranjeras de esta misma índole", concluyó EL UNIVERSAL ILUSTRADO.

Carlos B. Zetina, empresario preocupado por sus trabajadores
Por otra parte, en la publicación Historias núm. 28 del INAH, en el tema Vida Social y Tiempo Libre en los años veinte, se aborda el peculiar caso del empresario, que a pesar de su activa vida política y social, siempre dio un lugar especial a sus obreros:
“Don Carlos B. Zetina se distinguió por la originalidad con que festejaba su onomástico. Los obreros de su fábrica de zapatos Excélsior preparaban bailables, cantos y declamaban poemas para agasajar a su patrón.
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“Así sucedió en noviembre de 1922, y al día siguiente continuaron los festejos en el Parque Lira, sólo que ahora a cargo de Don Carlos, quien en agradecimiento, dio a sus invitados, principalmente sus trabajadores, una función de obsequio en el teatro Colón, durante la cual actuó María Conesa”.


Sobre el reconocido trato y comportamiento de don Carlos B. Zetina, Georgina Tenango Salgado y María de Jesús Sánchez Vázquez de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH señalan en su publicación Evidencias arqueológicas de la Curtiduría Mexicana, S.A. Ciudad de México, lo siguiente:
“Es importante destacar que, además de estar comprometido con la calidad de su calzado, también fue de los primeros empresarios en preocuparse por el bienestar de sus trabajadores, de ahí que su compañía fuera de las primeras en México en contar con una jornada laboral de 8 horas, descanso dominical, vacaciones y reparto de utilidades”.
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La enorme fábrica Excélsior abarcaba un gran predio y en mapas de la época se encontraba en la esquina de las calles de Porvenir y Ranchería, que después cambiaron su nombre a Porvenir, y finalmente Benjamín Hill y Carlos B. Zetina, en honor a su fundador.

Antes el sitio donde estaba esta empresa formaba parte de la antigua Tacubaya y ahora es parte de la Colonia Hipódromo Condesa. En el lugar ahora se encuentra la Escuela Secundaria Número 8, la fábrica de Chocolates Sanborns, y parte del Colegio La Salle.
Como dato curioso, fue tan relevante en su época la fábrica Excélsior que, al fundarse la colonia Industrial en 1926, donde las calles llevan nombre de empresas, fábricas e industrias, se le otorgó a una calle el nombre de la antigua compañía de Tacubaya.
Para concluir, la investigadora Osorio Olave señala que la zona de Tacubaya, muy cercana a la antigua fábrica Excélsior, se sigue conservando en la memoria colectiva como un lugar de la ciudad donde se venden zapatos.

En las calles de Jalisco, José Martí y la Avenida Revolución hay una gran cantidad de zapaterías para todos los gustos, edades y necesidades, desde alpargatas y zapatos de baile hasta calzado ortopédico o para personas con diabetes.
¿Y quién no recuerda el anuncio luminoso de calzado Canadá sobre la imponente esquina del Edificio Ermita?, concluyó nuestra entrevistada.

- Fuentes:
- Entrevista con Daniela Osorio Olave, arquitecta por la facultad de arquitectura de la UNAM y docente desde 2002. Hoy desarrolla una investigación doctoral sobre Tacubaya en la UAM Azcapotzalco. Le gustan las calles, los parques y la historia urbana.
- Evidencias arqueológicas de la Curtiduría Mexicana, S. A., Ciudad de México. (2019), Revista Arqueología, 58,5-18
- Vida Cotidiana - Ciudad de México 1850 – 1910, por Cristina Barros Valero.
- “El Mundo Ilustrado”, enero 3, 1904


