En fechas recientes, el Instituto de Ecología, A.C. (INECOL) y los otros 25 Centros Públicos de Investigación hemos aparecido en los medios de comunicación por una mala razón: porque en medio de la crisis sanitaria que vivimos, se han atisbado crisis financieras que ponían en entredicho la viabilidad de un sistema del estado mexicano capaz de hacer y articular investigación científica y desarrollo tecnológico en beneficio del país – eso es, en resumen, lo que somos los 26 Centros Públicos de Investigación (CPIs) coordinados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) *. Afortunadamente, la oportuna intervención de las autoridades del CONACYT conjuró los riesgos financieros inminentes.

En el alud de noticias sobre el tema, entre líneas surgió una pregunta importante y muy oportuna: qué son y para qué le sirven al país los CPIs. El pueblo de México tiene todo el derecho a conocer la respuesta a este cuestionamiento esencial, pues los CPIs existen gracias al apoyo financiero del gobierno federal. Apreciar la función y valor de los CPIs lleva también a considerar si la asignación de presupuesto a estas instituciones es un gasto o una inversión. Trataré de responder a esta pregunta fundamental con el caso del Instituto de Ecología.

El INECOL surgió hace 45 años, y como su nombre indica, se dedica a la ecología: el estudio de la abundancia y la distribución de los organismos; y de cómo fluctúan estos dos parámetros debido a las interacciones entre organismos y con el entorno. En pocas palabras, dónde y cuántos bichos o plantas hay, y por qué varían en número y posición. Lo primero entonces que hay que hacer, es determinar de qué plantas y bichos estamos hablando – describir con rigor las especies que encontramos, lo cual se conoce como taxonomía. Al cabo de más de 4 décadas de colectar, identificar y catalogar especímenes biológicos, las colecciones científicas que hemos construido son muy valiosas. Por citar un ejemplo, la colección de plantas y hongos, llamada herbario, es como una enorme biblioteca donde está ordenada y resguardada una amplia muestra de la enorme riqueza vegetal de México, uno de los países más biodiversos del mundo. Este patrimonio de la nación lo aprovechamos cotidianamente: científicos de todo el mundo consultan sus especímenes en vivo o a través del catálogo disponible en línea; y por ejemplo, la información detallada de dónde crecían algunas plantas colectadas en el pasado ayuda hoy a planear las campañas de reforestación para que las ciudades de mañana estén arboladas, considerando las alteraciones que traerá el cambio climático.

También tenemos una gran colección de plantas vivas: el jardín botánico. Ahí, no solo resguardamos ejemplares de infinidad de plantas, sino que hacemos investigación sobre ellas, colectamos semillas y las propagamos para promover la reforestación, y frecuentemente utilizamos este hermoso espacio verde para distintos programas de educación ambiental y de fomento de la cultura científica. Ah, y se me olvidó decir que es un espacio público precioso – el año pasado el jardín botánico del INECOL fue reconocido como uno de los 10 más bonitos de Norte América.

Con base en las colecciones biológicas y armados del conocimiento taxonómico, estudiamos las interacciones entre distintos organismos, lo cual no solo genera conocimiento científico que es un bien público por sí mismo, sino que procuramos darle aplicaciones prácticas. Así, el conocimiento preciso de las chinches y mosquitos sirve para determinar su distribución en el país; y para colaborar con las autoridades sanitarias para informar las campañas de prevención y control de las enfermedades que estos bichos transmiten, como el mal de Chagas, el dengue o el zika. El conocimiento íntimo de las interacciones entre organismos también sirve para desarrollar métodos de control biológico; o sea, la utilización de enemigos y/o procesos naturales para controlar organismos nocivos. Entre las herramientas que hemos desarrollado se encuentran un insecticida que aprovecha un virus para controlar plagas de hortalizas, hongos que matan plagas agrícolas, o compuestos naturales que controlan plantas nocivas como el muérdago, que infesta y mata a los árboles de muchas de nuestras ciudades. En todos estos casos, el control de organismos nocivos se logra sin necesidad de utilizar sustancias tóxicas, que luego de aniquilar a las plagas persiste en el entorno. Finalmente, el estudio de las interacciones entre las moscas de la fruta y las plantas donde depositan sus huevos, demostró que el aguacate mexicano no está infestado con insectos dañinos, lo cual en 2004 permitió la apertura total del mercado estadounidense a la exportación de este producto, lo que detonó el desarrollo de algunas regiones del país y ha generado una derrama económica multimillonaria.

En el INECOL no nos limitamos a estudiar especímenes en laboratorios ni a conservarlos en anaqueles: desde hace 45 años hemos dado pasos concretos para resguardar espacios naturales más amplios, proponiendo figuras legales para proteger el patrimonio biológico de la nación y el mundo. Para preservar los ecosistemas únicos del desierto y la montaña duranguenses, en 1975 el Instituto de Ecología propuso la modalidad mexicana de Reservas de la Biosfera y fundó las primeras dos de México y el mundo en Mapimí y La Michilía, respectivamente. Fue tan buena la idea de combinar la protección del capital natural con el uso adecuado del entorno por los habitantes del lugar – la esencia de las Reservas de la Biosfera –, que la UNESCO llevó este esquema a nivel mundial. Hoy, el INECOL mantiene presencia en estas dos reservas, y en una de ellas, La Michilía, resguarda algunos ejemplares de lobo mexicano, especie emblemática de nuestro país en peligro de extinción. En años más recientes, hemos propuesto e impulsado nuevas figuras de protección de nuestro entorno, basadas en la realidad. Así, considerando que en los alrededores de Xalapa, la capital de Veracruz donde está nuestra sede, sobrevivían fragmentos de bosques y selvas intactos, como islas de vegetación original en medio de mares de concreto y campos agrícolas; propusimos la figura de reserva en archipiélago, que bajo un mismo manto legal protege estas forestas discontinuas. También, desarrollamos un novedoso programa de ordenamiento territorial regional que promueve la viabilidad a largo plazo de Xalapa, considerando no solo la ciudad, sino también su entorno y tomando en cuenta factores ecológicos y económicos. Así surgió el programa de ordenamiento de la capital veracruzana y los 10 municipios que la rodean, y se decretó la protección de los boques que captan el agua y limpian el aire de la urbe, la ubicación más adecuada para las actividades agropecuarias e industriales, las zonas idóneas para el crecimiento urbano, etc. A la fecha, Xalapa es la única capital de un estado que cuenta con un instrumento semejante para ordenar su crecimiento orgánico y con visión de sostenibilidad económica y ecológica. Finalmente, el INECOL participó en la elaboración del decreto del Parque Nacional Revillagigedo, la mayor reserva marina de Norte América. Todas estas propuestas del INECOL para el manejo y protección de nuestros recursos naturales han sido adoptadas por el estado mexicano y se han convertido en política pública; por ende, somos una institución política – pero al mismo tiempo, decididamente apartidista pues los bienes públicos que protegemos, la biodiversidad y el entorno, son valores superiores de todos los mexicanos.

Las diversas facetas del quehacer institucional las compartimos de manera activa con las nuevas generaciones, a través de la formación de los ecólogos de mañana, que cursan estudios de maestría o doctorado en nuestro Posgrado, que es un referente latinoamericano y es reconocido como de competencia internacional por el Programa Nacional de Posgrados de Calidad del CONACYT. También procuramos incidir en la formación de los científicos de pasado mañana: mantenemos una activa estrategia de fomento de la cultura científica de niños y jóvenes y una estrecha colaboración con escuelas públicas y privadas de la región para acercar a los estudiantes a la ciencia.

Finalmente, las investigaciones básicas y los desarrollos tecnológicos que produce el INECOL aportan datos y herramientas concretas para enfrentar los grandes retos de nuestra época. Por nuestro ámbito de competencia, destacan el cambio climático y la crisis ambiental global que resultan de las actividades humanas, particularmente a partir de la segunda mitad del siglo XX. No olvidemos que el impacto global de nuestra especie sobre el planeta es un enorme desafío que -literalmente- pone en riesgo la supervivencia de nuestra civilización; cosa que ante la pandemia de COVID-19 es fácil de perder de vista.

* Los 26 Centros Públicos de Investigación se agrupan en cinco coordinaciones temáticas, que se pueden consultar en el sitio: https://www.conacyt.gob.mx/index.php/el-conacyt/sistema-de-centros-de-investigacion/directorio-de-centros-de-investigacion-conacyt

Director del Instituto de Ecología

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