Henry Kissinger fue un luchador incansable para lograr la paz en los delicados años de tensión bipolar de la segunda mitad del siglo XX.

Controvertido, admirado y criticado, su legado histórico dejó una huella profunda en el diseño del sistema internacional de naciones que hoy tenemos.

A su muerte el pasado 29 de noviembre, publico en su memoria mi recuerdo de un admirado personaje que con la discreción que mantuvo de su vida privada, me brindó el lujo de su amistad.

Lo conocí a finales de los años 60, y después de coincidir en varios eventos encontramos las ocasiones para platicar con frecuencia y tener una relación para mí invaluable, si no cercana o frecuente sí espontánea y afectuosa.

Kissinger y su esposa Nancy iniciaron su vida de casados en 1974. Al igual que muchas parejas famosas de su tiempo, su viaje de bodas lo pasaron en Acapulco y nos visitaron en casa.

Disfrutaba Acapulco porque en esos años nuestro país tenía la suficiente estabilidad política y estaba ajeno a los grandes conflictos de las superpotencias.

En la conducción de la política internacional de los Estados Unidos, Kissinger tuvo acceso al timón en años de tormenta.

Kissinger era un hombre de historia; sus actos, su convicción y la inspiración de sus decisiones se ubican en un proceso de evolución histórica de acuerdo a su visión a favor de la democracia, el libre mercado, la competencia empresarial en un clima de libertades. Por ello se opuso a las dictaduras sustentadas en ideologías radicales, con las ideas y los instrumentos a su alcance. Sus opiniones y consejos fueron requeridos por más de 100 gobernantes y Jefes de Estado de múltiples naciones.

Es importante analizar las condiciones en las cuales vive nuestro mundo, mismas que serían muy distintas si Kissinger no hubiera tomado, asesorado, recomendado o insistido en los actos que definieron la historia política de poco más del último cuarto del siglo pasado y una parte del presente.

Testigo, protagonista, investigador dotado de una mente prodigiosa en la memoria del detalle, en el análisis de las opciones, en la evaluación de las probabilidades y en la maestría, en la ejecución de sus estrategias, siempre desde una posición de fuerza de razón y de ingenio.

Su pasión por la historia lo hizo documentar sus actos y publicarlos en valiosos libros. En el análisis de la información él decía que las ganancias del periodista son las pérdidas del historiador.

Conocido como un gran estratega político y un negociador audaz de actos trascendentes, tenía la capacidad de estudiar la personalidad del gobernante y los impulsos psicológicos que en cada momento de sus negociaciones captaba con impresionante detalle.

También poseía la sorprendente capacidad de fragmentar todos los elementos que integraban un problema diplomático de gran escala y analizar cada una de sus partes para negociarlas construyendo una estrategia que le brindará fuerza en cada paso.

Ante la ausencia de este gran personaje, de voz pausada, ideas profundas y decisiones firmes me quedo con dos reflexiones; una, que su experiencia y visión nos pueden hacer mucha falta en el futuro, y la otra, es que ojalá no lo necesitemos.

Rúbrica.

Guadalupe Tonantzin. Identidad compartida del México mestizo, unido, religioso y resiliente.

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