El tema nuclear está nuevamente sobre la mesa y posiblemente eso es ya, por sí solo, el dato más preocupante de lo que hoy se vive. A partir de varios mensajes desde Moscú , incluida la instrucción de Putin a su gabinete de seguridad de elevar el nivel de alerta de sus fuerzas nucleares, se ha producido una discusión global al respecto de si el presidente ruso emplearía o no ese tipo de armamento, o bajo qué circunstancias sí estaría dispuesto a hacerlo. El mero hecho de que eso esté siendo discutido ya está teniendo repercusiones políticas y militares diversas, y ese es apenas uno de los temas que hoy emergen. Es decir, independientemente del desenlace de esta guerra o de lo que pueda ocurrir en los días y semanas que siguen, hay ya consecuencias que por supuesto, se tendrán que valorar con una mayor perspectiva en el futuro, pero que podemos comenzar a explorar. En el texto de hoy, menciono apenas algunas.

Inicio con la cuestión nuclear . En teoría, el uso de un arma atómica por parte de un actor contra otro actor que también posee armas nucleares o que es miembro de una alianza con capacidad nuclear, no es racional. Una guerra nuclear es suicida, no puede ser ganada y, por tanto, lanzar un primer ataque nuclear, teóricamente anularía los objetivos estratégicos por los que la guerra fue iniciada. El daño que recibiría quien ataca resultaría racionalmente inaceptable. No obstante, se trata de un asunto de probabilidades, y la realidad es que, bajo las circunstancias actuales, las probabilidades que anteriormente eran más bajas, hoy ascienden unos grados hacia arriba. No puedo detallar todos los factores que ocasionan que esas probabilidades suban de nivel, pero en esencia podemos pensar desde errores de cálculo de alguna de las partes, hasta consecuencias no intencionales, o bien, a causa de ese elefante siempre presente en el cuarto: el rol de la irracionalidad en la toma de decisiones (por ejemplo, ¿qué pasa dentro de la cabeza de un líder a medida que su frustración y su desesperación crecen?).

Aún así, lo más probable es que las advertencias de Putin van en otro sentido. Está por un lado la intención de escalar la guerra psicológica y de nervios, y está, por otro lado, la intención de enviar un mensaje a aquellos actores occidentales que ya han estado hablando de intervenir de manera más activa en Ucrania (como, por ejemplo, a través de establecer una zona de prohibición de vuelos). A ellos Putin busca recordar que las hostilidades podrían escalar de manera muy veloz si se descuidan las líneas rojas.

No obstante, lo que estamos viendo desde ya mismo, es la decisión de aumentar tanto los presupuestos militares y el armamentismo, como las posturas militares de todas las partes involucradas, lo que ya de entrada, eleva los riesgos de escalamiento. Esto no implica que vaya a ocurrir una escalada mayor, pero sí coloca al planeta en un punto muy distinto del que se encontraba hace tan solo unos meses.

En ese sentido, Rusia hará todo cuanto esté en sus manos para expandir sus líneas de seguridad hacia el oeste, en las fronteras con la OTAN , para lo cual, sus posiciones militares en Ucrania y en Bielorrusia serán cruciales. Del otro lado, la OTAN está ya actuando para reforzar su propia postura militar tanto en los países miembros fronterizos con Rusia como en los que son fronterizos con Ucrania y Bielorrusia. El resultado parece ser una línea de enfrentamiento de mayores tensiones, con más armas apuntándose mutuamente, con un incremento de ejercicios militares y con fronteras más amplias por resguardar.

Además de esas líneas en Europa , veremos probablemente el empleo de otros espacios en diversas regiones del mundo, en donde ese tipo de despliegues militares y armamentistas se harán también evidentes. Esto puede incluir desde países o mares en nuestro hemisferio occidental, hasta otro tipo de sitios como Siria en donde Rusia tiene una base naval y una base aérea.

Adicionalmente, están los reacomodos y posicionamientos de los países. Hemos visto ahora mismo cómo es que Rusia ha quedado diplomáticamente muy aislada a causa de las condenas, sanciones y consecuencias desplegadas por decenas de gobiernos. Sin embargo, vale la pena mirar algunos casos de aquellos países que prefieren abstenerse de condenar a Moscú. No me refiero a aquellos quienes abiertamente le han apoyado como Corea del Norte, Siria o Myanmar . Sino a esos países como India, como Turquía o incluso Israel, quienes a ratos medio condenan y a ratos prefieren evitarlo pues han intentado navegar por líneas más ambiguas. Se trata de un importante número de estados que dependen de Rusia en temas de armamento o seguridad, o porque están buscando preservar diversos equilibrios que son muy frágiles en sus distintas regiones, los cuales el Kremlin podría muy fácilmente romper si decide expresar su enojo ante el comportamiento de esos gobiernos. Considere usted lo importante para Turquía que son los balances en Armenia-Azerbaiyán, Libia o Siria, o la importancia del armamento ruso para India, o la relevancia que para Israel tiene su libertad de acción contra sus enemigos Irán o Hezbollah. Moscú está en cada uno de esos asuntos y en muchísimos más. No estamos hablando de pocos países con intereses alineados a Rusia. Son decenas. La pregunta es qué decidirán hacer esos países si este conflicto se prolonga, si la tragedia humana sigue creciendo, y si las condiciones les obligan a elegir bandos de manera más clara y firme.

Pero con todo, aunque esto se parece mucho a los peores momentos de la Guerra Fría, la situación que vivimos es distinta. Hago referencia a dos temas que merecen mención aparte.

El primero, los niveles de globalización e interdependencia económicas actuales tienen características muy distintas a las del pasado. Esto ocasiona que una disrupción económica en Rusia afecta no solo a ese país sino también, y no poco, a quienes le aplican sanciones. Así, aunque ahora mismo parece haberse generado un frente casi unido para castigarle, a medida que pase el tiempo, irán emergiendo diversos intereses, y diversas consecuencias políticas al interior de distintos países que podrían alterar la situación de formas que hoy son difíciles de prever.

El segundo, el factor China, que también tiene una dinámica de alta rivalidad con Washington . Esto parece, en principio, alinear los intereses chinos a los rusos y por ello, la postura diplomática de Beijing ha sido no condenar a Rusia, abstenerse en las resoluciones de la ONU, culpar a Washington y a la OTAN por lo que sucede y señalar los interese rusos como preocupaciones legítimas de seguridad. Además de eso, China no solo no se suma a las sanciones internacionales, sino que funcionará como un importantísimo tanque de oxígeno para mantener con vida a la economía rusa en los momentos en los que más lo necesita.

Sin embargo, China no es históricamente una aliada sino un rival que compite con Rusia, y es de esperarse que, en su actual aparente acompañamiento, se exhiban más fisuras de las que hoy contemplamos. De hecho, un análisis de fondo indica que el mundo empieza a tomar una dirección que no conviene a los intereses de Beijing . China ha optado por expandir su influencia global a través del comercio, a través de megaproyectos de infraestructura y financiamiento que atraviesan decenas de países y que dependen de mantener un orden global muy distinto al que se avizora con bloques, cortinas de acero y guerras frías (esto por supuesto, siempre y cuando no se toque su propia esfera de seguridad como lo son sus mares colindantes o Taiwán, sitios en donde su posicionamiento militar ha sido, como sabemos, muy robusto).

Por consiguiente, el rumbo que está tomando el conflicto ucraniano presenta importantes dilemas para un país que resulta la mayor válvula de escape con la que hoy Putin cuenta, y que Xi Jinping tendrá que resolver pronto.

Ahora bien, hay una tendencia, de pronto, a comparar la situación actual con el “apaciguamiento” con el que los aliados se comportaron inicialmente con Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, estamos ante escenarios muy distintos. En la actualidad, tanto Rusia como la OTAN cuentan con poderosísimos arsenales nucleares y, por tanto, las partes deben actuar con muchísima más precaución y cautela que en otros momentos de la historia y deben evitar que cualquier clase de chispa encienda una llama que se pueda salir de su control. Más aún, por paradójico que parezca, se deben idear alternativas que puedan ser aceptables para Putin . Perpetuar su aislamiento y buscar su frustración, podría, ahora sí, producir respuestas poco racionales en un tipo de líder como él. Y, a diferencia de momentos como la Segunda Guerra Mundial, en la actualidad, una situación así podría activar muy rápidamente una destrucción que jamás hemos visto. ¿Cómo hallar entonces un equilibrio entre elevar el costo a Rusia por haber iniciado una intervención internacional y al mismo tiempo, encontrar una salida que le sea aceptable?

En fin, quizás lo más importante sigue siendo asumir que estamos viviendo momentos históricos, los cuales, mientras se encuentran en proceso, contamos con recursos muy limitados para entender. Eso nos obliga, me parece, a efectuar estos análisis con absoluta humildad, dejando en claro que se trata de meras exploraciones. Aún así, este tipo de exploraciones apuntan a la urgencia que existe por parte de la comunidad internacional— México incluido—de generar de manera mucho más activa, condiciones alternativas de diálogo y concertación que rompan pronto la dinámica que se produce cuando se activa una imparable espiral ascendente de violencia como la que estamos viendo.

Twitter: @maurimm

Google News

TEMAS RELACIONADOS