Cuando el presidente dijo que la mejor política exterior era la política interior, no estaba engañando a nadie: todas sus decisiones se han tomado en función de la agenda de comunicación política y de su estrategia electoral. Lo que no nos dijo fue que todos y cada uno de los asuntos públicos (y no solo la política exterior) serían medidos con esa misma vara. Da igual el tema: seguridad, corrupción, educación, salud, empleo, medio ambiente o el que sea. Lo que importa es aprovecharlos todos para repetir la fórmula de la confrontación y la denuncia, minar a las oposiciones y ganar votos.

El ejemplo más reciente es la llamada “nueva escuela mexicana”, que ha modificado los libros de texto gratuitos con el propósito deliberado de comprometer a las y los maestros, las familias y las comunidades con el discurso de la Cuarta Transformación. El gobierno se ha propuesto modificar los planes y los programas habituales, asumiendo que las escuelas deben convertirse en uno de los ejes de la movilización política comunitaria. No es solo un proyecto educativo, sino una estrategia política de largo aliento; y no está pensado solamente para las y los niños que deben prepararse para la vida adulta, sino para involucrar cuanto antes al magisterio y las familias en una acción concertada desde el Estado.

El papel que se le asigna a la comunidad en ese proyecto de movilización política es, por decir lo menos, debatible. En este nuevo Siglo, más del 80 por ciento de la población de México vive ya en zonas urbanas y, la mayoría, en aglomeraciones metropolitanas. En ellas, el concepto de comunidad suele diluirse entre las zonas de trabajo y las áreas dormitorio y la idea de la homogeneidad social que se presume entre vecinos, se contradice con las diferencias y los conflictos cotidianos que enfrentan las barrios y las colonias densamente pobladas y con los temores que han ido encerrando a las familias tras las rejas que protegen sus viviendas. En buena parte de esas comunidades, además, hay mucha violencia y crimen organizado.

Nada de eso les resulta relevante, porque los redactores tienen una visión idílica del concepto de comunidad que contraponen con palabras (como ha advertido Gilberto Guevara Niebla varias veces), al de modernidad capitalista. Detrás de esa propuesta no hay un diagnóstico de la situación de las escuelas y de sus carencias, no hay una evaluación sensata de los programas de estudio previos, no hay una revisión exhaustiva del capital cultural del que abrevan las y los estudiantes de primaria ni hay, en fin, una reflexión cuidadosa sobre las capacidades de las y los maestros para adaptarse a esa nueva modalidad de educación que los convoca a convertirse en líderes comunitarios y en promotores de las ideas políticas del régimen. Lo que hay es un discurso reivindicador de las diferencias de clase y un programa doctrinario de acción política.

Es lo mismo que ha sucedido con todo lo demás: ningún programa del gobierno actual ha sido diseñado a partir de las causas de los problemas públicos, sino en función de sus consecuencias políticas. Eso ha sucedido con la fallida estrategia de seguridad que, sin embargo, le ha garantizado al presidente el respaldo electoral de las fuerzas armadas y la simpatía del crimen organizado. Ha ocurrido igual con la política de salud y protección social, que concentró todas las decisiones en el gobierno federal, para subrayar que las vacunas y las medicinas han sido un obsequio personal del presidente; con el combate a la corrupción, que se ha convertido en un arma para premiar y castigar conductas; o con los ataques a las instituciones autónomas, a las universidades, a las organizaciones sociales y al federalismo, para que nadie se salga del huacal. Todo se hace para sumar votos.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS