Empezaron las predicciones. Los profetas pululan en las redes y en las editoriales. Todos empiezan a lanzar sus dados, a leer tendencias, y a vaticinar resultados. Hay varios temas que se han tratado. Me concentro en algunos.

Es ya lugar común decir que no hay oposición, que esta desapareció en el 2018 y no ha logrado reconstituirse. Pero se cae en un falsa apreciación. Lo que no hay es oposición parlamentaria, institucional; y no porque haya desaparecido, sino porque la coalición lopezobradorista arrasó en las urnas y se apropió espacios en el Congreso de forma un tanto mañosa. Lo que sí hay es oposición electoral. Me explico. Las elecciones se llevarán a cabo y ante la boleta los electores tendrán que votar por alguien (bien lo dijo Jorge Castañeda, este lunes en La Hora de Opinar), y en eso momento o refrendarán su apoyo a AMLO –que no necesariamente a Morena, más adelante hablaré de esto-; o votarán por alguien más. Desde ahorita, a nivel local, los tableros políticos empiezan a moverse y esa oposición está vivita y coleando.

Se ha hecho mucho hincapié en que esta elección es “la más grande de la historia”. No me deja de sorprender que, de un tiempo para acá, todas las elecciones que se han celebrado se califican de esta manera: son “las más grandes”, “las más complejas”. Es el efecto natural de haber sincronizado los tiempos electorales locales y federales: cada vez coincidirán más elecciones de distinta índole en el tiempo y en el espacio. Aunque tiene su justificación por el ahorro que representa, tiene un lado bastante nocivo para la democracia en su conjunto. Al estar tantos puestos de elección popular en juego al mismo tiempo, la personalidad de los candidatos se diluye y se vota más en bloque o en cascada. El mejor ejemplo de esto fue el “efecto AMLO” en el 2018. Candidatos que no hicieron campaña –a mí no me lo cuentan, yo lo viví- ganaron en sus distritos. El elector marcó MORENA en todas las boletas, no porque le quisiera dar la mayoría a AMLO, sino porque entre tantos candidatos era difícil distinguir uno de otro.

Esto último puede frustrar a quienes creemos que la mejor opción sería la celebración de una gran coalición que postulara a los mejores candidatos para ganarle la mayoría MORENA en la Cámara de Diputados. Aunque parecería que las gubernaturas serían los puestos más relevantes, su importancia palidece frente al control parlamentario. Lo más importante es reconstituir la Cámara como verdadero contrapeso político, más aún, cuando el control presupuestal que ejerce será fundamental en el porvenir. Eso sería lo ideal.

La mala noticia es que veo lejana esta posibilidad por varias razones. Al haber tantos puestos de elección popular el juego –más de tres mil- los intereses se entremezclan, se confunden, tiran en sentidos opuestos y, a la fecha, no hay un liderazgo opositor capaz de sentar a todos a la mesa y ponerlos de acuerdo. Otro elemento es que la dinámica local es muy distinta a la nacional: hay complicidades y alianzas de todo tipo, de parentesco, de compadrazgo, y de mucha historia en las cúpulas políticas. Por eso, no es tan fácil oxigenar a las clases políticas locales. No todo el país es Nuevo León o Jalisco. Los cuadros jóvenes que despuntan, aunque algunos tienen méritos propios, muchos otros empezaron su carrera por pertenecer, desde la cuna, a la élite local. Insisto: sin un liderazgo fuerte que pueda alinear todos esos intereses, incluyendo los de los gobernadores salientes, veo casi imposible un acuerdo así.

Aquí entra otro factor. Lo Gobernadores salientes, salvo que haya un Churchill por ahí que escape a mi vista, estarán más interesados en postular a sus incondicionales, que a los mejores. Y por mejores me refiero a una combinación de popularidad, oportunidad de crecimiento electoral y capacidad legislativa. No exagero en decir que en la próxima legislatura nos jugamos nuestro modelo de país y se requiere de legisladores que sepan lo que hacen.

Por último, el que sabe al dedillo todo esto es AMLO. El error más grande es menospreciarlo, creerlo desatinado o fuera de tono. Él sí puede sentar a todos a la mesa y creo que sí lo va hacer. A él no le interesa MORENA, le interesa el lopezobradorismo, que es otra cosa, apenas en ciernes, en construcción, pero con contornos ya muy visibles. Ese lopezobradorismo se acabará de dibujar, sí y solo sí, mantiene la mayoría en el 2021. Por eso, le va a apostar todo, todo. Se va aliar con quien tenga que hacerlo y hará lo que mejor sabe hacer: política y más política.

Por eso, como dijo Otto Granados en un texto reciente, “los términos de la disputa ya no están en el campo de las ideas sino en el terreno abiertamente político”. Y su condición de efectividad es que haya una estrategia pensada, calibrada en sus objetivos, que unifique los esfuerzos individuales que se harán. Si no se hace, todo será fútil; y en política no hay lugar para las buenas intenciones, lo que cuentan son los resultados.

@MartinVivanco

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