El actual gobierno cumple dos años, en los que ha desplegado tres características, que también son propósitos: un populismo ramplón, en el que lo esencial no es construir, sino destruir instituciones, y repartir cheques; un desprecio por la ley en aras de una mal llamada “justicia”, la cual se define cada mañana; y una militarización cualitativamente distinta a la del pasado, pues ahora se pretende involucrar a las Fuerzas Armadas en un proyecto político.

No me voy a detener demasiado en la vocación populista del gobierno, la cual se acredita todos los días con un discurso político cada vez más alejado de la realidad. Sin embargo, quedará para la historia el terrible manejo de la pandemia , manipulando y mintiendo impunemente; el criminal desabasto de medicamentos; el desastre que significa la desaparición de fideicomisos indispensables para atender innumerables necesidades y por supuesto, su indolente actitud hacia las víctimas, especialmente con las mujeres, lo mismo las que buscan a sus hijos desaparecidos o las que han sido violentadas. Todo esto forma un mosaico en el que la propaganda sustituye las acciones de gobierno.

El gobierno del presidente López Obrador también ha estado marcado por la ilegalidad. Causa en Común y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad realizamos el estudio “El Asalto a la Ley” en el que se hace un recuento de atentados contra la economía, los derechos humanos y la democracia. Este documento se debe actualizar, al menos, cada seis meses, pues la ilegalidad se ha convertido en sello gubernamental.

Para apuntalar el proyecto populista en curso, y traicionando innumerables promesas y posturas sobre la necesidad de revertir la militarización en el país, el actual gobierno impulsa un militarismo en el que se le da cada vez mayor poder a las Fuerzas Armadas. Esto se cristaliza en coberturas legales, que por cierto violan convenios internacionales, y en dinero. Mientras para el resto del país aplica la demagógica “austeridad republicana”, y la economía se hunde, los presupuestos para las Fuerzas Armadas se incrementan. Flaco favor para nuestros soldados y marinos, que no podrán resolver los problemas que genera un gobierno que ha sido incapaz de corregir el rumbo. No solo eso, ha demostrado que no tiene ninguna voluntad política en construir o subsanar, de ahí que hayan iniciado destruyendo a la Policía Federal , y condenando a nuestras policías locales, recortando o incluso eliminando apoyos vitales, como lo eran los 4,000 millones de pesos del Programa de Fortalecimiento para la Seguridad (FORTASEG) .

¿Y los resultados? Casi 100 asesinatos por día, los niveles de feminicidio y violencia familiar más altos de los que tengamos registro y memoria, y atrocidades sin fin, de las cuales Causa en Común lleva un recuento, para invalidar el cuento oficial de que en nuestro país “ya no hay masacres”.

Las crisis de salud , económica y de inseguridad, no sólo son inocultables, sino que multiplican día con día el dolor de la mayoría de los mexicanos. Y aun así, toda la energía gubernamental se dirige, no a la reflexión, no hacia la imaginación de nuevos caminos, no hacia la acción contundente; desde luego, no a la humildad. La energía se les va en el rencor, en su victimización, en la persecución, y en esta compulsión, al parecer infinita, por el autoelogio. Pero detrás de esa indolencia, de ese aparente triunfo, se esconde la derrota como gobierno.

Ah, pero cuidado con que se critique al gobierno o al presidente, que no tienen en buen concepto a la pluralidad ni a las autonomías, y de ahí el uso faccioso de la Fiscalía General de la República y la Unidad de Inteligencia Financiera , y de ahí los ataques al Instituto Nacional Electoral , la principal y última institución fundamental para nuestra democracia.

Estamos viviendo tiempos difíciles, por ponerlo suave, en los que habremos de ver si somos capaces de rescatar nuestras instituciones, de proteger nuestra democracia , y de defender nuestras libertades.

Colaboró Nadia Sanders.

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