La relación binacional en temas de seguridad entre México y Estados Unidos está fracturada, y después de las elecciones del país vecino difícilmente esto cambiará. Primero, porque la prioridad del nuevo gobierno será conservar la gobernabilidad y atender la división que el proceso electoral generó.

Las elecciones dejaron claro que la mitad de los estadounidenses no opinan igual que la otra mitad. Si bien Joe Biden no arrasó como se pronosticaba, Donald Trump tampoco encontró en su discurso incendiario el eco que requería para quedarse en la Casa Blanca. No hubo una respuesta generalizada al liderazgo de miente y divide, pero tampoco hubo un voto en contra del manejo de Trump en temas tan delicados como la pandemia. Como están las cosas en este momento, los seguidores más radicales del todavía presidente seguirán pensando que hubo fraude y le harán segunda al peligroso discurso de odio.

El desafío que viene para demócratas y republicanos es mayúsculo. A ambos partidos les urge tener nuevos cuadros que verdaderamente muevan y conmuevan, sino estarán condenados a tener elecciones como las que acabamos de presenciar.

Al trabajo de recomposición social que le tardará varios meses al nuevo gobierno, se suma la falta de confianza que el gobierno estadounidense le demostró a México. Lo que sucedió con la detención del general Cienfuegos, debe ser, sin duda, un signo de alerta para el presidente López Obrador.

Se ha venido diciendo en medios que la llegada de Joe Biden a la presidencia representará un reto para el gobierno de nuestro país, que apostó por Trump. Sin embargo, aunque hubiera ganado Trump, la interacción entre las Fuerzas Armadas mexicanas y las agencias estadounidenses, especialmente la DEA, ya venía fracturándose. Los estadounidenses dejaron de tener confianza en sus homólogos en el país y comenzaron a operar solos, sin buscar ninguna cooperación.

Con el triunfo de Biden —aunque habrá que esperar si las demandas que está interponiendo Trump no prosperen— la situación para México, también se complica. Habrá que esperar la posición del demócrata ante la política de seguridad de López Obrador quien ha manifestado que su política de actuación contra el crimen organizado no va a cambiar.

Entre otros temas pendientes tenemos el migratorio. Ante las amenazas y sumisión ante Trump, México se convirtió en el muro de Estados Unidos. A principios del mes pasado, se siguieron viendo despliegues de cientos de elementos de la Guardia Nacional y agentes migratorios hacia la frontera sur. México pasó de una tradición histórica de asilo y de refugio, a ser una estación migratoria estadounidense. También habrá que discutirse el tráfico de armas. A finales del 2019 se acordó el operativo "Frozen", un programa binacional para reducir el tráfico de armas a México. Sin embargo, este acuerdo parece congelado, ya que Trump no tuvo voluntad ni intención de bajar el flujo de armas de alto poder a México, ni de aprobar una ley que lo haga posible.

Con el nuevo gobierno ¿a qué está dispuesto a llegar el gobierno federal para mantener o crear puentes y acuerdos que se cumplan?

Estas preocupaciones sobre seguridad confluirán con otras que también ya han sido claramente expuestas por actores políticos de primer orden, como es el caso con las inversiones en el sector energético. A lo anterior, se añade, o más bien se resta, una posición muy debilitada de México en el escenario internacional.

El gobierno mexicano está obligado a replantear su posición frente a Estados Unidos. ¿Cómo será ahora? ¿de sumisión o de colaboración? ¿seguirá haciendo el trabajo sucio en migración, hará lo que quiera el país vecino? Cabe esperar momentos complicados, con vientos fuertes en la relación.

Presidenta de Causa en Común.
@MaElenaMorera

Google News

TEMAS RELACIONADOS