La ofensiva militar en Gaza ha dejado ya entre 12 y 14 mil muertos, más de la tercera parte son niños, la cifra se estima que podrían llegar a cinco mil, lo que la convierte en la ofensiva militar más sangrienta del siglo XXI. Las fuerzas israelíes ocuparon el hospital de Al-Shifa, en el centro de Gaza, con la presunción de que debajo del hospital hay túneles de Hamás. Avisaron y pidieron la evacuación de pacientes y personal médico. Sin embargo, el hospital más cercano se encuentra a 25 kilómetros; calles y carretas están destruidas debido a los bombardeos. La única forma de movilizarse es caminando o en silla de ruedas.

Especialistas militares explican que debido a la premura de la ofensiva no hubo forma diseñar una estrategia que mitigara los daños materiales ni la pérdida de vidas humanas. En un edificio de departamento del centro de Gaza murieron 68 miembros de una misma familia. En lo que va de la ofensiva las fuerzas israelitas han perdido 43 efectivos.

Las gestiones promovidas por Qatar y Egipto para el intercambio de rehenes están avanzando. Se plantea un intercambio de 50 de los rehenes que tiene Hamás por 150 prisioneros palestinos, de los 2,700 que tiene Israel. Para hacer el intercambio se darían cuatro días de tregua, en los que también habría permiso de Israel para introducir ayuda humanitaria a Gaza.

Las presiones internas sobre el gobiernos de Netanyahu por buscar el intercambio de rehenes por prisioneros son muy fuertes, lo que explicaría su anuencia para avanzar en esta dirección. Sin embargo, ha declarado ya en forma contundente que una vez terminada al tregua se reanudaría la ofensiva militar hasta conseguir el objetivo, esto es, acabar con Hamás.

Nadie habla del cese al fuego. Los llamados de Naciones Unidas y de los lideres árabes en esa dirección han encontrado oídos sordos en Israel, Estados Unidos y sus aliados. Biden trata de salvar cara con una política ambivalente. Por un lado pide que se respete el derecho humanitario y se permita la entrada de ayuda internacional en el territorio de Gaza; por el otro, el paquete de ayuda militar y el envío de armamento y municiones a Israel se ha hecho en tiempo récord con lo que Estados Unidos aparece como incondicional y cómplice de Israel en esta guerra.

Se estima que recuperar la infraestructura destruida en la franja de Gaza por la ofensiva israelí llevara al menos dos décadas. Estamos hablando de edificios de gobierno, hospitales, escuelas, conjuntos habitacionales, mezquitas y hasta refugios de Naciones Unidas que han sido destruidos, lo mismo que calles, carreteras, instalaciones hidráulicas, eléctricas, medios de transporte, etc.

El día de ayer apareció en el New York Times una fotografía de un niño de Gaza, de once años, frente a los cadáveres de su madre y sus tres hermanitos, la más pequeña de seis meses. Pensar que ese niño de once años que vio morir a toda su familia aceptará resignadamente la derrota porque “ya aprendió la lección”, es tanto como desconocer la naturaleza humana.

Cuando inicio la ofensiva los militares de Israel exhortaron a la población del norte de Gaza trasladarse hacia el sur para evitar la destrucción. Muchas familias lo creyeron, así lo hicieron y terminaron en los escombros de un edificio. A pregunta expresa de un periodista sobre estas inconsistencias Netanyahu simplemente contestó “los iremos a buscar a donde estén”.

Pensar que el enojo, resentimiento e inconformidad de los palestinos se reduce a Hamás es una quimera. Pensar que los palestinos aceptarían después de la derrota militar un gobierno impuesto por Israel y sus aliados, es un sueño guajiro.

Cada día de guerra que transcurre eleva el costo que tarde o temprano tendrá que pagar Israel, Estados Unidos y el resto del mundo por la insensatez de un gobierno que sin ningún sentido histórico se lanza a masacra un pueblo.


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