Después de siete propuestas fallidas de resolución del cese al fuego a uno de los conflictos más sangrientos del siglo XXI, la resolución fue aprobada en el Consejo de Seguridad gracias a la abstención Estados Unidos. Esta resolución es importante pues refleja por primera vez, en mucho tiempo, una posición de Estados Unidos distinta al apoyo incondicional a Israel.

El gobierno de Israel manifestó de inmediato su desacuerdo con dicha resolución y con el cambio de posición de Estados Unidos, su principal proveedor de asistencia militar y a quien consideraba su aliado incondicional y cancelo una visita de alto nivel a Washington.

Esta resolución, de enorme importancia para la política internacional, no significa un cese al fuego automático pues no hay forma de obligar a las partes a cumplirla. No obstante las resoluciones del Consejo de Seguridad son de carácter obligatorio, para detener a Israel sería necesario que Estados Unidos le retirara el apoyo político y militar, algo muy improbable. En otros casos han sido los propios miembros del Consejo de Seguridad quienes han tomado acciones para que dichas resoluciones se cumplan, como sucedió en la primera guerra del golfo cuando Irak invadió Kuwait, y una alianza militar internacional fue a ejecutarla. En este caso difícilmente podríamos esperar un desenlace similar.

Esta hipótesis se fortalece al considera las razones por las que el gobierno de Estados Unidos cambió su posición. En el siglo XX Estados Unidos jugaba un rol de vigilante de la paz mundial y sentía como parte de su misión evitar la escalada de conflictos regionales. Por el contrario, su actual cambio de posición – según la mayor parte de los analistas – obedece más a la proximidad de la próximas elecciones presidenciales que a la preocupación por la actuación de Israel y sus consecuencias para Gaza y para el resto del mundo. No deja de sorprender que el expresidente Trump se haya pronunciado a favor de la resolución del cese al fuego, lo que habla de una genuina preocupación dentro de Estados Unidos respecto de la posición de su gobierno.

Otro de las causas que puedo originar ese viraje en la posición estadounidense es el tragedia humanitaria que se vive hoy en gaza, la peor en el siglo XXI por su magnitud y alcances, que anticipa una hambruna catastrófica para el mes de mayo en la que podrían morir al menos medio millón de personas, lo más cercano a un genocidio cuyo principal responsable material es Israel, con Estados Unidos tras bambalinas. La intransigencia y cortedad de miras del gobierno de Netanyahu ha sido el detonador de un episodio sin precedente en el conflicto con los palestinos. Tanto así que Gran Bretaña, el otro aliado incondicional de Israel, voto a favor de la resolución.

Esta guerra hasta ahora ha dejado más de 30 mil muertos, 7 mil desaparecidos entre los escombros y más de 60 mil heridos, en su enorme mayoría palestinos. A esto se debe sumar la destrucción indiscriminada de infraestructura gubernamental, carreteras, hospitales, escuelas e de las instalaciones y recursos de los organismos internacionales de asistencia. Incluso si mañana llegara a Gaza ayuda masiva en agua, alimentos, medicinas y otros enseres básicos, no hay un sistema de distribución ni forma de acceso por la destrucción masiva de los caminos y de la infraestructura institucional.

Lo más grave de este conflicto no es lo que podría suceder sino lo que ya sucedió. La tragedia ya está consumada. Primero, la destrucción física y moral de una comunidad de dos millones de habitantes. Segundo, la humillación histórica que esto significa para la población palestina en Gaza, en Cisjordania, en las comunidades árabes que no son indiferentes a esta tragedia y en el resto del mundo, cuya opinión pública esta mayoritariamente en contra de la desproporcionada reacción de Israel al ataque de Hamas en octubre pasado. Tercero, de que en pleno siglo XXI un actor nacional – Rusia e Israel - pueda contravenir todas las reglas internacionales y destruir pueblos e historias con total impunidad.

Como en otros momentos de la historia, una vez que queden fuera los principales protagonistas de esta tragedia, será momento ajustar y buscar nuevas formas de manejar conflictos, de responder a las crisis y, sobre todo, de evitar que millones de niñas, niños, mujeres y hombres inocentes, vean trastocadas su vida y su futuro en forma trágica e irreversible.

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