Homenaje a Juan Pablo Adame, ejemplo de vocación política.

El próximo 2 de junio se llevarán a cabo elecciones para renovar el Poder Ejecutivo Federal y las dos Cámaras del Congreso de la Unión; en buen número de entidades habrá elecciones para elegir gobernadores, congresistas y munícipes.

Dada nuestra realidad centralista, la atención está concentrada en las figuras que participan en la carrera por la Presidencia de la República; se espera a un ser omnipotente del que emanarán, según los gustos, toda clase de bienes o calamidades.

Las lecciones de la historia son claras: el presidencialismo descontrolado ha sido pernicioso para el desarrollo armónico de la nación mexicana. Llegó el momento de innovar su organización política para reivindicar las capacidades y atribuciones de los órdenes municipal y estatal. En pocas palabras: renegociar el Pacto Federal.

El proceso electoral coincidirá con el bicentenario de la Constitución de 1824, que erigió la Primera República Federal. Razón suficiente para debatir en las campañas la situación en la que se encuentra nuestro elogiado y maltrecho federalismo. Debería figurar entre los primeros temas de la agenda a discutir y dialogar en la sociedad mexicana. Sin embargo, hasta ahora, en las llamadas precampañas imperan las trivialidades.

En estos tiempos, los actores políticos están sometidos a las exigencias de sus asesores en propaganda, no abordan temas trascendentes y complejos. Se impone el simplismo inmediatista. Por ello, las y los candidatos se afanan en repetir frases para agitar emociones y enardecer pasiones. De donde viene a resultar, cuando obtienen el triunfo, el desconocimiento de los verdaderos propósitos de los empoderados en las urnas.

Volvamos al punto; lo más probable es que no habrá discusión profunda sobre la renovación del federalismo mexicano durante las campañas en marcha. Por eso, debemos insistir en la necesidad de corregir las deformaciones en nuestra organización estatal.

El presidencialismo autoritario-centralista, vigente en México desde hace dos siglos, es la causa de que la formalidad jurídica de la República Federal sea una ficción.

El abuso de poder de los caudillos decimonónicos y de los generales revolucionarios del siglo XX; el presidencialismo autoritario-corporativo de los civiles que aplicaron el modelo que Cosío Villegas tipificó como “monarquía sexenal absoluta, sin derecho a sucesión”, magistralmente detallada en el texto clásico de Jorge Carpizo y la autocracia en turno, han sofocado las potencialidades que el auténtico modelo federal tiene para propiciar el progreso de todas —subrayo todas— las regiones de México y el bienestar con libertad —subrayo libertad— de los mexicanos.

Toca a los ciudadanos elevar el contenido de esta campaña del 2024. Exigir a mujeres, hombres y partidos solicitantes de su voto, que se pronuncien sobre temas trascendentes, como lo es el futuro del federalismo, con propuestas y compromisos puntuales.

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