Luego de la patriótica decisión de Santiago Creel de no proseguir en el proceso del Frente Amplio, la posibilidad de que una mujer ocupe la titularidad del Poder Ejecutivo Federal se ha convertido en certeza.

Este hecho le otorga a la elección de 2024 una categoría histórica. Tal rango no solo es producto de un cambio cultural en nuestra sociedad, ya no se regatea capacidad de las mujeres para jefaturar al Estado Mexicano. También es el resultado de la concatenación de diversos procesos políticos: unos se originaron décadas atrás, otros detonaron recientemente.

Entre las causas remotas, una de carácter fundante, es la transición democrática de los años 1988-2000. Los ciudadanos, después de varias décadas de luchas cívico-electorales, mediante el diálogo entre adversarios, construimos un sistema de elecciones libres. Hicimos realidad el sueño del pueblo mexicano del sufragio efectivo.

Sin embargo, el régimen de la transición democrática paulatinamente extravió su alma ciudadana, mutó en partidocracia con insultante protagonismo de elementos de la clase política frívolos y corruptos. Sociedad y organizaciones políticas se distanciaron.

Este divorcio creó la grieta en donde se alojó el huevo de la serpiente. Un proyecto demolitorio de las instituciones democráticas se deslizó subrepticiamente. Ocurrió lo mismo que en otros países: la degradación democrática la capitalizan demagogos y populistas de derecha e izquierda; empoderados en el gobierno, enseñan sus fauces dictatoriales.

Así llegamos a las causas próximas: el salvaje desmantelamiento de la naciente democracia mexicana despertó al ciudadanismo. Una primera muestra de su potencial se observó en las elecciones para diputados federales en el 2021. Los partidos leyeron con claridad los nuevos signos de los tiempos; ante la emergencia insurgente de la sociedad civil ensayaron un modelo de coalición y obtuvieron resultados alentadores. Nada más, pero nada menos, lograron enderezarse como fuerza en el Congreso de la Unión, con el mínimo suficiente para impedir la consolidación, por vía rápida, de los designios autoritarios.

El régimen reaccionó con rapidez, para revertir su descalabro aplicó la fuga hacia adelante. Desató la sucesión presidencial para madrugar en el posicionamiento de sus piezas y dirigió sus misiles contra el INE. Nunca imaginó que la sociedad civil sería capaz de movilizarse masivamente en defensa de la institución insignia de la transición democrática. Una espontánea y portentosa fuerza de mujeres y hombres le ganó las calles y plazas del país a la maquinaria oficial.

También la Suprema Corte de Justicia ha sido sensible a la voz del pueblo. Cuando el gobierno cargó contra los ministros, de nueva cuenta la sociedad civil le plantó cara al abuso del poder.

En el contexto del reencuentro entre la sociedad y los partidos -que amerita ser valorado por su significado en la historia cívica de nuestra nación- se configuró el Frente Amplio por México. Una robusta propuesta cívico-política está en marcha para reformular el proyecto nacional. Sobre sólidos cimientos democráticos, republicanos, federalistas y municipalistas, habrá de edificarse un modelo socioeconómico justo, incluyente y sustentable. Dos mujeres se encuentran en el vértice de esta tarea: Beatriz y Xóchitl.

Expresidente Nacional del PAN. @l_fbravomena

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