México se ha convertido en el segundo proveedor de Estados Unidos, detrás sólo de China, con una participación de mercado promedio de 14.4% y en su primer socio comercial. Esto en parte es resultado del traslado de operaciones de manufactura del medio oeste y de agricultura (donde la participación se ha disparado a 25% por la falta de trabajadores inmigrantes y la alta competitividad de México) de California y otros estados.

Estos traslados son benéficos para Estados Unidos ya que incrementan su productividad, mejoran la calidad de los bienes y resultan en un aumento simbiótico del comercio bilateral. No es casualidad que México sea ahora su segundo mercado y represente 15.7% de sus exportaciones totales. Sin embargo, conllevan un costo y generan acciones para obstaculizarlos o retrasarlos, lo que crea un incentivo para mal utilizar las disciplinas concedidas en los ámbitos de reglas de origen, laboral y ambiental.

El gobierno mexicano y las empresas que operan en el país, nacionales y extranjeras, deben encarar estos retos de manera estratégica y actuar coordinadamente.

Además de influir en sus procedimientos de implementación y buscar modificaciones posteriores a las nuevas reglas de origen, la estrategia debe consistir en una mayor competitividad para compensar reglas más estrictas. Esto implica mejoras significativas en la logística para insumos y productos finales, disponibilidad de gas natural competitivo en todo el territorio, Estado de derecho y transporte de mercancías sin asaltos ni sobresaltos, formación de capital humano de alta especialidad, establecimiento de industria de soporte y producción de insumos, así como apuntalar que sólo México ofrece acceso preferencial a las principales economías del mundo.

En el ámbito laboral hay que asegurar el cumplimiento con la ley, garantizar la libertad de asociación, la democracia sindical y el trato digno y bien remunerado de los trabajadores; clave no sólo en términos de justicia, sino de competitividad.

La mejor manera de promover a México como alternativa a China es demostrar, en los hechos, el acceso preferencial asegurado que tienen las operaciones en el país.

Es fundamental también aprovechar el interés ofensivo más importante, logrado al final del proceso. El gobierno Republicano se había rehusado a aceptar un sistema de solución de controversias funcional en que pudiere perder casos. El impulso Demócrata al final logró lo que habían pedido Canadá y México: un sistema que asegure el establecimiento de páneles para dirimir diferencias en todos los temas. Es ahora estratégico que funcione de forma eficaz con el fin de que se convierta en un disuasivo para la erección de barreras injustificadas al comercio, así como ganar el mayor número de casos que se promuevan o se enfrenten. Por ello se requiere:

Uno, seleccionar a los mexicanos mejor capacitados para formar parte de la lista trilateral de 10 panelistas por país para disputas entre Estados, más cinco en el ámbito laboral y cinco en el ambiental, antes de la entrada en vigor del T-MEC, calculada para julio. Los candidatos deben ser profesionistas de alto prestigio técnico y moral, con dominio del inglés y profundo conocimiento de Estados Unidos; no hay muchos. Es mejor que la lista sea multidisciplinaria y no sólo de abogados. Cabe recordar que Canadá y Estados Unidos escogerán de la lista de mexicanos a los panelistas para cada disputa (México escogerá de sus listas). El proceso de selección de estas personas debe ser abierto, serio, competitivo, eficaz y no politizado.

Dos, para la defensa eficaz la Secretaría de Economía debe contar con un gran equipo jurídico y económico y con la posibilidad de allegarse profesionales de altos vuelos de manera ad-hoc. Ésta es la inversión más importante que debe hacer el gobierno para la implementación del T-MEC y del resto de los tratados en vigor.

Tres, desarrollar una metodología de banderas amarillas (que ya existía) para ordeñar las cifras de comercio exterior con el objetivo de prevenir casos futuros.

Cuatro, que el sector privado establezca una infraestructura en Estados Unidos para la activación de aliados y complementar la defensa jurídica con la participación vocal, política y mediática de todos aquellos sectores, regiones y consumidores domésticos que se benefician de la apertura comercial para con México. El desarrollo, mantenimiento y activación de esta red tiene un inmenso valor estratégico y debe verse como un esfuerzo permanente de largo plazo. Sin ella, será difícil mejorar la participación de las exportaciones mexicanas al mercado de Estados Unidos.

No pocos observadores se sorprenderán al ver que los primeros reportes durante 2020 muestren una caída en las exportaciones de México; se preguntarán dónde está el beneficio del T-MEC. Esto; sin embargo, es producto de menor inversión en maquinaria y equipo durante 2019 y la ralentización industrial en Estados Unidos. No obstante, el potencial de crecimiento es muy alto en virtud del proceso natural de integración en América del Norte y de la disputa por el liderazgo económico y tecnológico entre Estados Unidos y China. Las posibilidades son inmensas en manufactura, agricultura y servicios no sólo para incrementar la participación de mercado (lo que permitiría paliar los efectos negativos de una recesión), sino al convertirse en plataforma de exportación de América del Norte para el mundo.

Nada de esto se va a lograr si no se redoblan esfuerzos para contar con un mercado competido de energía y con presencia de gas natural en todo el país. Si no se cuenta con infraestructura de transporte (aeropuertos, puertos, cruce fronterizo y ferrocarriles) de calidad y talla mundiales.

Si no se apuesta a favor del desarrollo tecnológico, la nanotecnología, inteligencia artificial, economía digital, robótica, software, promoción de patentes. Si no se invierte en la formación de ingenieros, doctores y enfermeros y técnicos de alta especialidad. Si no se cuenta con un firme Estado de derecho y protección de los derechos de propiedad.

Andrés Manuel López Obrador criticó a gobiernos pasados por creer que el TLCAN por sí solo desarrollaría al país y no le faltaba razón. La implementación del T-MEC, ahora a su cargo, representa una oportunidad histórica para incorporar a regiones, sectores y mexicanos que no se han beneficiado de la economía moderna y para conseguir mayor valor agregado nacional por unidad producida. Esto sólo se logrará con una visión que, hasta ahora, este gobierno está muy distante de proponer.

Twitter: @eledece

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