Iñigo Arenas Saiz era un hombre muy querido entre la comunidad empresarial de la Ciudad de México. Un tipo brillante para las estrategias de negocios, dicen quienes lo conocieron y que hoy lamentan profundamente su muerte.

El pasado sábado, Iñigo estuvo en el República: un antro exclusivo en Polanco donde las cuentas de consumo llegan a superar los 50 mil pesos con mucha frecuencia y sus clientes no tienen empacho en pagar.

Al República van lo mismo artistas, políticos o empresarios, abundan los juniors veinteañeros que quizá se encuentran a los amigos de papi en el lugar. No es fácil entrar a este antro los fines de semana; no basta la abultada cartera: ahí todos tienen mucho dinero. Es necesario, además, conocer a alguien, tener un buen conecte.

El República de Polanco es administrado por Javier Díaz, junto a su socio y primo, Pepe Díaz, que además poseen un puñado de antros con mucho éxito en distintos estados del país bajo la marca Classico.

Iñigo Arenas, cliente del República, era un hombre de 41 años que gustaba de divertirse en esos ambientes, pero algo salió mal.

De acuerdo a los datos disponibles hasta el momento, Iñigo salió del antro en la madrugada del domingo a las 2:50 am. De hecho, lo corrieron, según testigos del lugar.

Una media hora más tarde, a las 3:18 am, comió en el puesto de tacos en la esquina de Lafontaine y Emilio Castelar, a unas cuadras del República, por lo que llegó caminando.

Después de su cena, se trasladó en un taxi de aplicación, al Black Royce, un table dance disfrazado de antro muy famoso en Naucalpan, Estado de México, ubicado a unos 5 kilómetros de distancia y al que es muy común que acudan hombres con buen poder adquisitivo que acostumbran seguir la fiesta hasta la mañana.

Iñigo habría pedido una sala VIP para “descansar”. De acuerdo con empleados del Black Royce, habría estado ahí solo; aunque otra versión apunta a que estuvo acompañado de una mujer y fue, con ella, cuando finalmente murió sin signos de violencia a las 7:38 am.

La muerte de Iñigo ha causado gran indignación en las redes sociales. No es para menos, hace un año denunciaron una red de taxis que secuestra clientes de los antros de Polanco. Sin embargo, hasta el momento todo apunta a que el caso de Iñigo no va por esa vía.

De haber sido Iñigo victimado por la delincuencia organizada esperemos que venga el castigo con todas las de la ley para los responsables; pero si no, ojalá que se asuma la responsabilidad individual.

Hoy en las redes hay importantes personajes que claman por una regulación donde los dueños de los antros se hagan responsables de lo que beben sus clientes, inclusive que carguen con la responsabilidad de que lleguen sanos a casa.

Nace la idea de una especie de policía de la sobriedad: que deje de servir tragos a quién esté muy ebrio o le impida el paso a un nuevo bar a quién llegue en mal estado. Todo con tal de no responsabilizarse, de no asumirnos mayores de edad.

Iñigo era un tipo muy divertido, o eso me cuentan quienes lo conocieron, le gustaba ese ambiente. le encantaba la fiesta y el after y a veces se pasaba de copas. No era un santo, era un hombre con virtudes y defectos como todos. Pero, me dicen, no era un tipo que gustara del papel de víctima.

De Colofón.-

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