Las organizaciones, instituciones y personas que trabajan para proteger y educar a los niños, en realidad labran el futuro, y si queremos uno más justo, más seguro y más responsable, el bienestar infantil debe ser prioridad en nuestro proyecto de nación. Cuando todos los niños tengan acceso a un entorno seguro, buena alimentación, educación y atención médica, entonces, hablaremos de Transformación.

La voz obstinada de un mandatario que desde Palacio Nacional dictamina un irrefutable regreso a clases presenciales, es temeraria y preocupante. Decidir entre llevar a tus hijos a la escuela o seguir en casa, no es elegir entre la educación y la vacación, tampoco entre la responsabilidad y la irresponsabilidad. México es tan extenso como diverso, y las condiciones para lograr un retorno ordenado y seguro no son las mismas en todo el país. Sin embargo, lo que realmente preocupa de la decisión monárquica del Ejecutivo, no es como tal el regreso a la escuela, estoy segura de que la mayoría de los padres entendemos que retomar las clases presenciales es una urgencia no sólo para los niños, el futuro de las naciones se forja ahí, en las aulas; los estudiantes en casa podrán lograr el aprendizaje, pero no el desarrollo integral.

Lo inquietante es la ligereza con la que la autoridad envía la salud y vida de los más pequeños a la ruleta rusa, porque más allá de anunciar su decisión en tono de decreto y amenizado por un vallenato que advierte: “Los caminos de la vida no son como yo pensaba”, el Presidente no ofreció ni si quiera un esbozo del megaproyecto que exige el retorno a la normalidad para 198 mil 300 planteles públicos en todo el país, luego de permanecer cerrados por casi un año y medio, pero expuestos al vandalismo y al deterioro que genera el olvido.

El próximo lunes 30 de agosto, nuestros niños estarán ahí, puntuales y entusiastas, con la algarabía propia de su edad e inocencia, justo en los días más complejos del comportamiento de la pandemia y seguridad del país. Ingresarán a sus aulas ordenadas y limpias, producto de la infalible mancuerna docente-padre de familia.

Una vez más serán los trabajadores y no la autoridad quienes enfrenten la batalla, tal como lo hicieron los trabajadores de la salud al inicio de la pandemia, sin herramientas, sin información y en muchísimas zonas en precarias condiciones, ofreciendo su vida para salvar a los mexicanos. Los llamaron “héroes sin capa”, “héroes de bata blanca”, pero aparte de los títulos, no hubo más para ellos. Las becas y apoyos no llegan para los que salvan vidas.

Esta vez son los profesores los que se integran a la línea de fuego contra el Covid-19, porque al mismo tiempo que cumplen la más delicada encomienda, acercar y guiar a los niños y jóvenes al conocimiento, comunidad y desarrollo integral, deberán hacer tareas de contención sanitaria. Los profesores serán los nuevos héroes sin capa, pero también sin recursos y sin respaldo sólido para echar a andar el ciclo escolar en medio de esta abstrusa circunstancia.

De acuerdo con la información de la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna), de junio a agosto de 2021, los casos positivos de Covid en menores de edad registraron crecimiento cercano a 250%, esto sin asistir aún a la escuela.

Si bien, el dueño del circo dirá a sus acróbatas que subir al trapecio sin arnés representa un riesgo mínimo y natural, la realidad es que cuando se pierde el respeto por la salud y la vida, no hay diferencia entre el domador y la bestia.

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