México no sólo es rico en términos petroleros: el potencial de México en energías limpias es reconocido a nivel mundial. Tenemos una enorme abundancia energética distribuida por todo el país. Sin embargo, para traducir esta capacidad en energía competitiva, salud para los mexicanos y empleos que tanto se requieren, se necesita una apuesta decidida.

En su nuevo reporte “Cómo México puede capitalizar su abundancia energética”, la consultora McKinsey estima que el sector energético requiere inversiones de más de 350 mil millones de dólares para 2050, de los cuales más de la mitad corresponden al sector eléctrico. Esto está ligado a metas muy ambiciosas, a cambios tecnológicos profundos y a aspiraciones y exigencias de la sociedad. Si empujamos en esta dirección, para 2050 más del 75 por ciento de nuestra electricidad sería limpia (cumpliendo sobradamente nuestros objetivos y compromisos internacionales), y el costo de la electricidad en México se desplomaría a la mitad.

El reto es grande, pero México ya utiliza varias herramientas para ir en este sentido. Dentro de ellas, los Certificados de Energía Limpia (CELs) son particularmente importantes, porque traducen las metas de nueva generación limpia en obligaciones para los que consumimos electricidad.

Específicamente, los CELs se crearon en 2014 como un estímulo para incrementar la generación a partir de estas tecnologías del 20 por ciento en ese año al 35 por ciento en 2024, como establece la Ley de Transición Energética. A ese 20 por ciento que ya existía, de CFE y privados, no se le otorgaron CELs pues constituía la base a partir de la cual se buscaba crecer un 15 por ciento adicional.

Hasta hoy, el mecanismo está probado y funciona. Como país, en pocos años atrajimos inversiones por 9 mil millones de dólares, para construir y operar parques solares y eólicos en todo el país. El costo del paquete de energía y CELs en 2017 promedió 20 dólares por megawatt-hora, muy por debajo de los 80 dólares que refleja el precio medio del parque de generación. Y esto confirma que el conjunto energía y Certificados es mucho más barato que la generación mediante otras tecnologías, beneficiando principalmente a CFE.

A pesar de la amplia evidencia del éxito del mecanismo, su estabilidad está intencionalmente en entredicho por una política basada en análisis incompletos. Los recientes cambios que introdujo la SENER para el otorgamiento de CELs ―con la aprobación de la CONAMER― desarticulan el propósito de los Certificados y desdibujan el camino para alcanzar los compromisos climáticos de México, como bien alerta el reporte de la ONU publicado en estos días. Con dichos cambios, se destruye el valor de los CELs y se rompe el puente que incentivaba la inversión de CFE y privados en nueva generación limpia.

Sólo en un cálculo parcial se puede hablar de beneficios por esta medida. Para todos en México, va a ser más difícil acceder a energía limpia. Más que fortalecer a la CFE, los cambios realizados la dejan sin una poderosa herramienta para enfrentar el futuro de manera competitiva y sostenible, y los platos rotos los terminaremos pagando los consumidores.

Estamos ante un momento clave para definir el rumbo energético que queremos. Eso requiere de claridad en la discusión pública que reconozca el valor de los CELs para impulsar la transición energética. No nos podemos desviar ni distraer con datos parciales o análisis incompletos. Es bastante evidente que, para enfrentar los retos del siglo XXI, México necesita más energía limpia que desplace oportunamente a las viejas alternativas, que tendrán cada vez impactos más elevados en nuestros bolsillos, nuestra salud y el medio ambiente.

*Julio Valle es director adjunto de la Asociación Mexicana de Energía Eólica.

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