La política arancelaria adoptada por el gobierno estadounidense ha demostrado ser incoherente y errática. Lejos de cumplir con su objetivo principal de reducir el déficit comercial, este aumentó 14% en marzo con respecto a febrero, como resultado de un incremento de 4.4% en las importaciones totales. Cabe señalar que dicho aumento en las importaciones estadounidenses no provino de China, sino de otros países asiáticos y de México. De febrero a marzo, las compras de bienes de Estados Unidos a China disminuyeron 7.11%, mientras que las importaciones de bienes desde México aumentaron 15.2% en el mismo período. Sin embargo, un grupo de países asiáticos incrementó sus ventas en niveles cercanos a 30%, posicionándose como importantes competidores de nuestro país en el mercado que dejó China, lo que evidencia que no estamos aprovechando todas las ventajas que tenemos.
Estados Unidos se mantiene como el mayor importador del mundo. De acuerdo con el U.S. Census Bureau, durante marzo de este año el país importó bienes por un valor de 345 mil millones de dólares (billions, en inglés), lo que representa un incremento de 18.8% respecto a febrero. Esto, a su vez, provocó un aumento de 27.0% en el déficit comercial de bienes. Cabe recordar que, con la imposición de aranceles, el gobierno de Estados Unidos busca corregir el déficit comercial, fomentar la producción nacional y atraer inversión. No obstante, el hecho de anunciar los aranceles con anticipación tuvo el efecto contrario: las empresas estadounidenses adelantaron sus compras para evitar el pago de los nuevos gravámenes, lo que derivó en un aumento considerable de las importaciones y distorsionó las cadenas de suministro.
En marzo, el déficit de Estados Unidos con China disminuyó 17.3%, logrando en cierta medida uno de los objetivos de la imposición arancelaria. Si bien las exportaciones chinas hacia el mercado estadounidense se redujeron 7.11%, debido a aranceles de hasta 145% sobre diversos productos, este descenso no ha afectado negativamente el comercio del país asiático. Gracias a su diversificación, China logró en el mismo mes un aumento de 13.5% en sus exportaciones totales, especialmente en mercados como Japón, Australia y Taiwán, con productos tecnológicos. Cabe destacar que solo 15% de las exportaciones chinas tienen como destino Estados Unidos.
Ante la reestructuración del comercio internacional que de alguna manera ha implicado la guerra comercial, otros países han encontrado oportunidades en la coyuntura. Irlanda incrementó en 101% sus ventas a Estados Unidos, gracias a la demanda de medicamentos, tecnología médica y software especializado. De igual forma, el conjunto de países asiáticos que tradicionalmente han sido proveedores —como Tailandia, Corea, India y Malasia— incrementaron sus envíos en más de 30% durante el mes. Japón, Indonesia, Filipinas y Vietnam también registraron aumentos superiores a 20%, destacándose en sectores como semiconductores, textiles y productos electrónicos de consumo.
En el caso de México, y de acuerdo con estimaciones del citado organismo estadounidense, el país registró ventas a Estados Unidos por 47.9 mil millones de dólares en marzo de este año, lo que representa un aumento de 15.2%. Si bien continúa siendo el principal socio comercial de Estados Unidos, México enfrenta una creciente competencia, lo que incrementa los riesgos, especialmente en un contexto de debilidad económica que está ahuyentando inversiones. A pesar de estar exento de los aranceles recíprocos, no se ha desarrollado una estrategia proactiva y eficaz enfocada en captar el mercado que China está perdiendo en Estados Unidos.
Para fortalecer su posición, el gobierno debe impulsar políticas públicas orientadas a mejorar la competitividad exportadora y al desarrollo de infraestructura mediante inversión productiva. En este contexto, el Plan México plantea objetivos en principio congruentes, entre ellos destaca la expansión de la producción de bienes nacionales.
Sin embargo, como ya se ha señalado, lo que no resulta claro ni coherente es la manera en que se financiarán dichos objetivos. Dada la fragilidad de las finanzas públicas, resulta fundamental incentivar la inversión privada y extranjera, con el fin de que contribuyan a consolidar el crecimiento de la producción nacional. Es necesario abandonar las medidas de índole política que disuaden a los inversionistas y sustituirlas por estrategias que fomenten su llegada, impulsando así un entorno más atractivo para la inversión.
Presidente de Consultores Internacionales, S.C.